Listos para el Armagedón

Por Daniel Marín, el 23 marzo, 2008. Categoría(s): Historia ✎ 5

Mientras que el gran público piensa que el riesgo de sufrir una guerra nuclear es cosa de la Guerra Fría, o sea, casi el Paleolítico para esta acelerada sociedad en la que vivimos cuyo máximo periodo de atención no supera los cinco minutos, lo cierto es que todavía hay suficientes cabezas nucleares para arrasar varias veces nuestra delicada civilización. Y la mayor parte de estas armas siguen estando en posesión de los dos antiguos rivales: EE UU y Rusia. El resto de potencias nucleares (China, Reino Unido, Francia, India, Corea del Norte, Israel y Pakistán) no les llegan ni a la suela del zapato, a diferencia de lo que uno pudiera pensar viendo las noticias.

EE UU:

A principios de 2008 los EE UU contaban con unas 4000 armas nucleares en activo (3575 armas estratégicas y 500 no estratégicas), es decir, listas para su «uso» en pocos minutos u horas. Si sumamos todas las armas, en activo o no, el número alcanza las 5400 unidades. La principal fuerza estratégica del país son los misiles balísticos lanzados desde submarinos (SLBM). Estados Unidos tiene en su poder 266 misiles Trident II D-5, con seis cabezas nucleares cada uno, lo que hacen un total de 1728 vehículos de reentrada (MIRV) equipados con las armas de fusión W76 (100 kilotones) o W88 (475 kt). Estos misiles son transportados en 14 submarinos de la clase Ohio.


Vehículo de reentrada (MIRV) Mk4A usado para transportar la bomba de fusión W76.

Los misiles balísticos intecontinentales (ICBM) lanzados desde silos situados tierra son los siguientes en número: un total de 488 Minuteman III. En 2008 se espera que su número se reduzca a 450. Cada Minuteman puede llevar entre uno y tres MIRV, aunque de acuerdo con los tratados de desarme sólo deben portar uno. A principios de este año la fuerza estratégica de ICBM de los EE UU tenía 765 cabezas nucleares de los tipos W62 (160 kt), W78 (350 kt) y W87 (300-475 kt).


Un Minuteman III en su silo.

Lanzamiento de un Minuteman III.


Bases de ICBM.

Completan la triada nuclear unas 1000 armas nucleares en misiles de crucero ALCM y bombas transportadas por 115 aviones (21 bombarderos B-2 y 95 B-52H). El misil de crucero ACM transportado por los B-52H ha sido retirado del servicio. Precisamente, el pasado año tuvo lugar un incidente en el que un B-52 de la base aérea de Minot despegó con doce misiles ACM, seis de los cuales llevaban cabezas nucleares W80-3 sin que nadie lo supiese. El avión con las armas nucleares permaneció durante un día entero en la base de Barksdale hasta que alguien se dio cuenta del «error». Se trató de un incidente gravísimo, denominado «Bent Spear» en la curiosa terminología que el Pentágono tiene para los incidentes nucleares y que sin embargo pasó desapercibido para el gran público.

Aunque el número de armas nucleares y misiles no ha dejado de disminuir desde la desaparición de la URSS, las cifras deben matizarse. Por un lado, los EE UU reanudaron la producción de armas nucleares en 2007, tras un parón 15 años. Los misiles MX Peacekeeper han sido totalmente retirados en cumplimiento con los tratados de desarme firmados con la URSS y Rusia, pero el gobierno ha decidido equipar a los Minuteman III con las cabezas nucleares W87 de los MX, más avanzadas. Además, aunque la fuerza de ICBM se reducirá a 450 unidades, varios misiles llevarán dos o tres MIRV, de tal forma que el número total de cabezas alcanzará las 500 en 2012 y es muy posible que los misiles tengan capacidad para ser equipados con tres MIRV en poco tiempo en caso de ser necesario. Los EE UU están llevando a cabo un programa de modernización de los Minuteman III que acercará las características de este misil a las del MX. Este año debe completarse el programa de modernización de submarinos estratégicos de la clase Ohio para que todos puedan llevar el misil Trident II D-5, dotado con la cabeza nuclear más potente que los EE UU tienen en servicio, la W88.

La mayor parte de submarinos estratégicos patrullan en la actualidad en aguas del Pacífico (un 60% de las patrullas, frente al 15% en tiempos de la Guerra Fría). La explicación oficial es que hay ahora más objetivos en China, además de Corea del Norte. Aunque esto es sin duda cierto, muchos analistas sugieren que las bases de ICBMs rusos siguen formando el grueso de objetivos de la flota. Las patrullas en el Pacífico aprovecharían las zonas ciegas que Rusia tiene en la actualidad en su sistema de radares de alerta temprana, centrados en cubrir un ataque de ICBMs estadounidenses a través del polo norte.


Resumen de las fuerzas estratégicas de los EE UU en 2008.

Rusia:

Rusia por su parte mantenía a principios de 2008 unas 3155 cabezas nucleares estratégicas en activo. La Fuerza de Misiles Estratégicos (Ракетные Войска стратегического Назначения, RVSN) opera 452 misiles intercontinentales que pueden transportar un total de 1677 cabezas nucleares. Mientras que los EE UU sólo tienen un tipo de ICBM en activo (Minuteman III), Rusia mantiene cuatro tipos operativos: 75 unidades del R-36M (SS-18 Satán o RS-20 Voevoda, con 10 cabezas nucleares cada uno), 110 UR-100N (SS-19 Stilleto o RS-18A, con seis MIRV cada uno), 213 RT-2PM Topol (SS-25 Sickle o RS-12M, cada uno con un MIRV) y 54 RT-2UTTKh Topol-M (SS-27 o RS-12M2, con un MIRV).

Vídeo del lanzamiento de varios ICBMs rusos.

Vídeo sobre el Topol-M.

Vídeo sobre el R-36M (SS-18).

Rusia planea mantener unas 40 unidades de los poderosos R-36M2 Satán hasta 2020, al igual que un número no determinado de UR-100N, ambos misiles de combustible hipergólico. A cambio, dentro de poco deberán retirarse 35 misiles R-36MUTTKh. El objetivo prioritario del gobierno ruso en la actualidad es la puesta en servicio del máximo número de unidades del Topol-M, tanto la versión móvil como la basada en silos, para sustituir así a los Topol que están a punto de concluir su vida útil. Este año se planea el despliegue de 11 unidades nuevas en silos. El año pasado se realizaron dos lanzamientos del misil RS-24, una versión del Topol-M con diez MIRV que a largo plazo deberá sustituir a todos los ICBM rusos.


R-36M, conocido en occidente como SS-18 Satán.


UR-100N (SS-19).


Misil Topol-M.


Silo nuclear para un Topol-M.

La flota estratégica de submarinos rusos cuenta con 14 navíos activos (aunque sus condiciones son muy heterogéneas) que transportan 172 misiles del tipo R-29R Volná (SS-N-18 Stingray) y R-29RM Shtil (SS-N-23 Skif), con un total de 606 cabezas nucleares. Rusia ha efectuado en los últimos años un programa de mejora del misil R-29RM. Esta versión mejorada ha recibido el nombre de Sinevá. Los seis submarinos del tipo Delta III serán retirados progresivamente del servicio en los próximos años, aunque en 2007 se reincorporó uno al servicio activo (K-44 Ryazán). Las seis unidades Delta IV se mantendrán como el núcleo de la flota estratégica en el futuro próximo. Los submarinos de la clase Akula (Typhoon), los más grandes del mundo, han sido retirados del servicio con la excepción de una unidad, el TK-208 Dmitri Donskoy, utilizada para pruebas de misiles.

Este año comenzarán las pruebas del nuevo submarino estratégico Yuri Dolgoruky, el primer ejemplar de la clase Borey o Proyecto 955 que fue botado el año pasado. Estos submarinos deberán sustituir a todos los de las clases Delta III y IV, y podrán llevar hasta 16 misiles R-30 Bulavá (SS-N-30), cada uno con seis MIRV. Este nuevo misil se haya actualmente en fase de pruebas tras varios lanzamientos fallidos consecutivos.

La aviación estratégica rusa está formada por 78 aviones, 64 Tupolev Tu-95MS (Bear H) y 14 Tupolev Tu-160 (Blackjack) capaces de portar hasta 872 misiles de crucero Kh-55 con cabeza nuclear.

El Juego Final

Los miles de cabezas nucleares de los Estados Unidos y Rusia están a años luz de los pocos cientos que poseen China, Reino Unido o Francia, por no hablar de las decenas de India, Corea del Norte o Pakistán. Tras finalizar la Guerra Fría se produjo una notable reducción de armas atómicas, pero, ¿por qué ambos países siguen manteniendo semejante número de misiles y cabezas nucleares? Por un lado, Rusia ha conservado el grueso del arsenal heredado de la URSS a sabiendas de que su condición de nación nuclear le ha merecido el trato de «potencia» (aunque sea de segundo orden) por parte de la comunidad internacional, incluso tras el colapso de su economía durante la pasada década. No cabe duda que el mantenimiento de miles de cabezas nucleares y cientos de misiles es un lastre muy pesado para la actual economía rusa que, aunque boyante, no puede competir con el presupuesto del Pentágono. El gobierno ruso ha declarado en repetidas ocasiones su intención de implementar una política de «respuesta asimétrica», es decir, seguir manteniendo cierta disuasión nuclear sin necesidad de intentar emular a los EE UU, cuyo gasto militar está claramente fuera del alcance de sus posibilidades.

Las motivaciones de los Estados Unidos son distintas. Por un lado, el gobierno de los EE UU es plenamente consciente de un hecho que suele pasar desapercibido para la mayor parte de personas: Rusia sigue siendo el único país capaz de borrar de la faz de la Tierra a los EE UU mediante un ataque nuclear. Desde la caída de la URSS, las distintas administraciones han declarado públicamente el fin de la doctrina MAD y han señalado otros enemigos que justifiquen su arsenal nuclear, como China, Irán o Corea del Norte. Pero lo cierto es que desde el punto de vista militar, y pese al rearme chino, el objetivo casi único de las fuerzas estratégicas norteamericanas ha sido, y sigue siendo, Rusia.

Por otro lado, son muchos los estrategas en el gobierno de los EE UU que llevan años intentando alcanzar una posición de supremacía global aprovechando la debilidad económica y política de Rusia. «Supremacía global» en este contexto significa poseer la capacidad de realizar un primer ataque nuclear preventivo sobre cualquier nación del globo y eliminar toda fuerza estratégica antes de que se pueda producir un ataque de represalia. Sólo Rusia posee la capacidad de destruir a los EE UU incluso tras un primer ataque preventivo. Por eso, en los últimos años, y de la mano de la administración Bush, se han producido una serie de pasos hacia la consecución de esa supremacía global, que muchos analistas han empezado a denominar «el Juego Final», parafraseando al «Gran Juego» de Kipling. El movimiento más importante en este Juego Final ha sido el anuncio por parte de los EE UU de su intención de desplegar un escudo antimisiles en Europa y Norteamérica. El objetivo declarado de dicho escudo es defender a los EE UU y sus aliados de los misiles lanzados desde «estados gamberros» (Irán, Corea del Norte, etc.), una justificación tan absurda como falsa.

En un principio, y visto desde la óptica de la disuasión nuclear, el escudo es un juguete tremendamente caro pero inútil contra las fuerzas estratégicas rusas, ya que unos cuantos interceptores no podrían destruir los miles de cabezas nucleares de un ataque nuclear ruso. Sin embargo, desde el punto de vista del Juego Final, la cosa cambia. Si los EE UU logran alcanzar cierta ventaja en sus fuerzas estratégicas con respecto a las rusas, tendrían la capacidad de realizar un primer ataque preventivo y exterminar el grueso de los misiles rusos. Sin duda, las fuerzas supervivientes iniciarían un ataque de represalia, pero es aquí donde el escudo antimisiles entra en juego: aunque el escudo es incapaz de frenar una ofensiva masiva, sí que podría eliminar los pocos misiles rusos supervivientes de un primer ataque. Es por eso que el gobierno ruso considera al escudo como una peligrosa arma ofensiva y se opone ferozmente a su despliegue, aunque todavía quedan muchos años para que su eficacia sea mínimamente aceptable. Si el escudo es finalmente desplegado, el único movimiento que le queda a Rusia para no perder el Juego es aumentar el número de misiles y cabezas nucleares, es decir, iniciar una carrera de armamentos que el país apenas se puede permitir. Otra opción más compleja es jugar estratégicamente las cartas del gas y el petróleo.

Todo apunta a que el mundo se aproxima hacia una nueva Guerra Fría de consecuencias impredecibles. Lo más llamativo es que, a diferencia de la primera, ésta se desarrollará alejada de la mirada del gran público y mientras ambos rivales niegan categóricamente que el otro sea su enemigo. Esperemos que el Juego Final termine en tablas porque, aunque haya un ganador, nos arriesgamos a que toda la Humanidad salga perdiendo.

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5 Comentarios

  1. Buen artículo.

    Tarde o temprano habrá una guerra nuclear y lo importante es estar del lado de los vencedores, o si se prefiere de los mejor parados. La evolución no puede detenerse. La evolución de las armas tampoco.

  2. Aunque la amenaza física no ha desaparecido, ahora mismo no hay un enfrentamiento directo entre dos grandes superpotencias. Pero es oportuno recordar, y lo haces estupendamente en este artículo, que las armas siguen ahí.

  3. «Tarde o temprano habrá una guerra nuclear y lo importante es estar del lado de los vencedores. La evolución no puede detenerse. La evolución de las armas tampoco.»

    Otra forma de verlo es que en una guerra nuclear todos serían perdedores. Justamente por eso se firmó el Tratado de No Proliferación.

    Desde luego, la evolución no es la Ley de la Selva. Los dinosaurios eran los más fuertes y desaparecieron en tropel cuando las circunstancias les fueron adversas. Si no tenemos cuidado con los juguetes que construimos, dejaremos vacío un gran nicho ecológico, que por supuesto otras especies menos inteligentes pero más adaptadas a ese ambiente post-nuclear ocuparán rápidamente.

  4. Ya me dirás de qué le ha servido a EEUU sus armas nucleares cuando hay gente que quiere un apocalipsis. Ni el en caso del 11-S, ni en Afganistán ni en Irak le han servido para nada. Las armas nucleares solo sirven para disuadir, o para que EEUU te tome en serio y no te invada (caso de Corea del Norte o de Irán).

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Por Daniel Marín, publicado el 23 marzo, 2008
Categoría(s): Historia