El destino ha querido que los hombres que fueron a la Luna para explorar en paz permanezcan en la Luna para descansar en paz. Estos valientes, Neil Armstrong y Edwin Aldrin, saben que no pueden tener esperanza en ser rescatados. Pero también saben que sí hay esperanza para la humanidad gracias a su sacrificio. Estos dos hombres darán sus vidas por el más noble objetivo de la humanidad: la búsqueda de la verdad y el entendimiento. Serán llorados por sus familias y amigos; serán llorados por su nación; serán llorados por los habitantes de este mundo; serán llorados por una Madre Tierra que se atrevió a enviar a dos de sus hijos a lo desconocido. […] Otros les seguirán y, con toda seguridad, encontrarán el camino a casa. […] Pero estos hombres fueron los primeros y permanecerán para siempre en nuestros corazones. Porque todo ser humano que alce la vista para ver la Luna en las noches venideras sabrá que hay una esquina de otro mundo que pertenecerá para siempre a la humanidad.
Las líneas anteriores no son parte de un relato de ciencia ficción que describe una realidad alternativa, sino de un discurso real preparado por la Casa Blanca en caso de que Armstrong y Aldrin se quedaran varados en la superficie lunar condenados a una muerte segura. El descenso y el paseo espacial habían sido los dos hitos más importantes de la misión, pero ahora quedaba volver a casa. Los regresos siempre son anticlimáticos, pero no por ello menos arriesgados. De hecho, los dos hombres tenían ahora que hacer frente a la fase más arriesgada de toda la misión: el despegue desde la superficie hasta la órbita lunar.
Después del paseo espacial Armstrong y Aldrin todavía tenían por delante cerca de diez horas antes de despegar, siete de las cuales estaban destinadas al sueño. Aldrin cortó la transmisión de la cámara exterior de televisión con un «OK, apagamos; nos vemos mañana». En Houston, el Capcom Owen Garriott, que acababa de sustituir a Bruce McCandless, les deseó poco después las buenas noches. Mientras se preparaban para descansar, los dos hombres no se comunicaron con el control de Tierra, pero la telemetría seguía siendo recibida de forma inexorable en Houston. Era la primera vez que dos seres humanos intentarían dormir en la superficie de la Luna, aunque no sería sencillo. Por seguridad, Houston había recomendado a los astronautas que se pusiesen los cascos y guantes y se conectasen al sistema de soporte vital del módulo lunar Eagle.
Con las escafandras puestas, había muy poco espacio en el Eagle para cualquier cosa que no fuera estar de pie frente a las dos ventanillas. Aldrin se sentó en el suelo frente a la escotilla frontal y Armstrong hizo lo propio en la cubierta del motor y se reclinó en la parte trasera. Colocó las piernas por encima de Aldrin usando una hamaca improvisada con las cintas de la tirolina LEC. En las misiones Apolo posteriores los astronautas usarían hamacas para descansar, pero no en el Apolo 11 por culpa del miedo a una posible despresurización de la cabina. Houston había dejado en manos de los astronautas la opción de descansar sin los cascos y guantes puestos, pero los dos hombres prefirieron no arriesgarse.
El periodo de descanso comenzó a las 114 horas y 50 minutos en tiempo de misión (T+114:50). Los datos médicos de Armstrong —los de Aldrin no se podían recibir en esos momentos— mostraron que el comandante no fue capaz de dormir profundamente durante ese tiempo, aunque ciertamente sí que pudo descansar y relajarse. Con las ventanas tapadas con parasoles para poder dormir, la temperatura había bajado significativamente en el interior del Eagle (hasta alcanzar unos 17 ºC). Unas tres horas después de comenzar el descanso, los dos hombres redujeron al mínimo la circulación de agua de sus escafandras, pero aún así seguían teniendo mucho frío (en el Apolo 12 Conrad y Bean dormirían en hamacas sin los cascos y guantes puestos). La luz que se filtraba por los parasoles y el telescopio, además del constante ruido de todos los sistemas de la nave, impedían descansar adecuadamente. Mientras, Collins también durmió dentro del Columbia, pero en órbita lunar a bordo del Columbia. Los tres hombres debían estar descansados en preparación del que bien podría ser el día más decisivo de sus vidas.
Houston despertó a Armstrong y Aldrin en T+120:38. Los astronautas comenzaron inmediatamente los preparativos para el despegue, que incluían activar los sistemas del Eagle, alinear la plataforma IMU e introducir los datos necesarios en el ordenador secundario AGS. A bordo del Columbia, Collins, que se había despertado antes que sus compañeros, hizo lo propio con el ordenador CGC del módulo de mando y alineó la plataforma mediante el programa P52 (el sistema de guiado primario PGNCS había sido apagado después del alunizaje una vez cumplido el punto de decisión T+3). El Columbia pasó por encima de las cabezas de Armstrong y Aldrin en T+122:22:51, unas dos horas antes de que los dos astronautas despegasen del Mar de la Tranquilidad. Dos horas antes del despegue, Aldrin introdujo su bolígrafo en uno de los numerosos interruptores de la pared derecha del LM para repararlo. El interruptor se había roto al ser golpeado sin querer por Aldrin con la mochila PLSS antes del paseo espacial y, precisamente, se trataba de uno de los interruptores que permitían activar el motor de la etapa de ascenso (no obstante, parece ser que en Houston habían activado un circuito secundario para solucionar el problema, pero Aldrin no quería correr ningún riesgo).
Justo mientras los astronautas del Apolo 11 descansaban, la sonda soviética Luna 15 se estrellaba contra la Luna. La sonda era un modelo Ye-8-5 (E-8-5) diseñado por la oficina de diseño de Lávochkin a cargo de Gueorgui Babakin para traer muestras de la Luna. El objetivo de la misión era, obviamente, minimizar el impacto mediático del Apolo 11, pero fracasó estrepitosamente. Aunque la misión no suponía ningún riesgo para los astronautas, el secretismo de las autoridades soviéticas, sumado al clima de psicosis de la Guerra Fría, generó un pequeño episodio histérico en varios medios de comunicación estadounidenses que temían algún tipo de interferencia o sabotaje (algo que, por otro lado, hubiera supuesto un acto de guerra). La NASA pidió garantías a la URSS al más alto nivel a través de la Casa Blanca y de los contactos soviéticos de Frank Borman —quien recientemente había visitado Moscú— de que la misión no suponía un peligro para el Apolo 11. A día de hoy, todavía persisten algunos rumores sobre interferencias o avistamientos de la sonda por parte de la tripulación del Apolo 11 que nunca se produjeron en la realidad (y es que la Luna es un lugar muy grande).
Si había una maniobra critica en el Apolo, esa era el ascenso desde la superficie lunar. A diferencia de otras partes de la misión, en esta fase no había plan B ni sistema de emergencia. Todo dependía del buen funcionamiento de un único motor: el APS (Ascent Propulsion System). Sí, la salida de la órbita lunar también era un momento clave de la misión que requería de un único motor, pero el SPS del módulo de servicio, además de ser un motor mucho más avanzado, ya había sido probado con éxito previamente en varias ocasiones. Por el contrario, el APS debía funcionar perfectamente a la primera. No había lugar para una segunda oportunidad. El motor, construido por Bell Aircraft y Rocketdyne, tenía un empuje de 16 kilonewton. Quemaba propergoles hipergólicos como el motor DPS de la etapa de descenso y tenía un diseño extremadamente simple, sin prácticamente partes móviles. Pero, a diferencia del motor DPS de la etapa de descenso, el APS no podía regular su empuje y tampoco era capaz de orientar su tobera para alinearse con el centro de masas del vehículo. Eso significaba que Armstrong y Aldrin debían colocar con sumo cuidado todos los objetos dentro de la cabina —incluyendo los dos contenedores con los 22 kg de rocas lunares— con el fin de no cambiar significativamente el centro de gravedad de la etapa de ascenso.
Armstrong y Aldrin siguen concentrados en los innumerables pasos de las listas de comprobación de cara al despegue a la vez que introducen datos en el sistema de guiado y navegación primario PGNCS y secundario AGS. En esta fase no hay control manual posible, así que el ordenador de reserva del AGS y su sistema de navegación asociado es de vital importancia. Se acerca el momento del despegue y los tanques de propergoles del motor APS se presurizan tras activar las válvulas pirotécnicas de dos depósitos de helio. Se prueban los motores RCS, cuyo escape mueve visiblemente la bandera. A menos de seis segundos para el despegue Aldrin activa la cámara Maurer de 16 milímetros que también filmó el descenso. Cuando quedan cinco segundos los acontecimientos se precipitan. Armstrong aprieta el botón abort stage situado en el panel de mandos. En ese instante varios mecanismos pirotécnicos se activan cortando los cuatro puntos de apoyo de la etapa de ascenso con la de descenso, así como las conexiones de electricidad, agua y oxígeno (en esos momentos la etapa de ascenso ya depende exclusivamente de sus propias baterías y sus reservas de agua y oxígeno). Para cortar las conexiones más gruesas se usan unas guillotinas pirotécnicas especiales. Armstrong y Aldrin sienten como la etapa de ascenso se sacude y desciende ligeramente al separarse de la etapa de ascenso.
Pero la ignición no es inmediata. Después de apretar el botón de separación de etapas, Armstrong abre las válvulas del APS, al mismo tiempo que Aldrin aprieta la tecla de Proceed en el DSKY para confirmarle al ordenador LGC que quieren seguir adelante con la ignición siguiendo el programa P12 de despegue. Por fin, después de unos pocos segundos que se han hecho eternos, el APS cobra vida y la pequeña etapa de ascenso se eleva rápidamente usando la etapa de descenso como plataforma de lanzamiento. Los astronautas, enfundados en sus escafandras, no oyen el motor, pero sienten claramente su empuje. Aldrin exclama «¡allá vamos! (we’re off!)» y observa como el escape del motor levanta una nube de fragmentos de material aislante —sobre todo kaptón— de la etapa de descenso, aunque no se observa ninguna nube de polvo. Al mismo tiempo, Aldrin comprueba como los gases de escape tumban la bandera de los Estados Unidos plantada por los astronautas (algo que ocurrirá en otras misiones Apolo). Atrás dejan la Base de la Tranquilidad, el primer rincón de la Luna explorado por seres humanos. La etapa de descenso y las huellas de los astronautas permanecerán durante millones de años, quizá incluso hasta mucho después de que la humanidad y sus creaciones en la Tierra hayan desaparecido. El Eagle ha despegado de la Luna a las 18:01:15 UTC del 21 de julio de 1969 (T+124:29:15). Armstrong y Aldrin han pasado un total de 21 horas y 36 minutos en la superficie de nuestro satélite.
La cámara de televisión no es capaz de filmar el despegue porque fue desconectada tras el paseo lunar, pero si lo hubiera hecho podría haber captado cómo la etapa de ascenso se eleva en el negro cielo lunar de forma casi mágica sin dejar un escape perceptible. Y es que, a diferencia de lo que nos enseñan las películas y documentales, los escapes de los motores químicos en el vacío suelen ser prácticamente invisibles. El discreto despegue de la pequeña etapa de ascenso, de apenas 4,7 toneladas, contrasta con el del enorme Saturno V desde la Tierra unos días antes, pero es lo que tiene intentar alcanzar la órbita en un mundo con apenas el 16,5% de la gravedad terrestre: en la Luna los lanzamientos orbitales de una sola etapa son pan comido.
Gracias a la ausencia de atmósfera, el perfil de ascenso es muy diferente al que sigue un cohete en la Tierra. Después de un ascenso vertical de apenas 14 segundos, y tras haber alcanzado unos 146 metros de altura, el Eagle comienza a cabecear para seguir una trayectoria cada vez más paralela al suelo (en realidad, el Eagle podría haberse inclinado justo después del lanzamiento, pero los diez segundos iniciales son una medida de precaución con el fin de corregir algún problema que pueda aparecer en el motor APS o el sistema RCS). Amstrong y Aldrin vigilan el buen comportamiento del motor y el sistema de guiado mientras están de pie en la cabina sujetos a sus puestos por el velcro de las botas y el conjunto de cables laterales de agarre. No obstante, la aceleración inicial del motor APS es de apenas un tercio de la terrestre, apenas el doble de lo experimentado por los dos hombres en la superficie lunar. En la Luna, efectuar un lanzamiento orbital estando de pie no supone ningún problema.
Como la tobera del APS es fija, el Eagle depende totalmente de sus motores de control de posición RCS para maniobrar durante el ascenso a la órbita. Con el objetivo de aprovechar hasta la última gota de propergoles, los cuatro RCS superiores se han desactivado previamente, ya que su uso frenaría la nave ligeramente durante el despegue. Así que para inclinar la etapa durante el ascenso solo se usan los dos pares de motores RCS que apuntan hacia ‘abajo’. Primero se activa el par inferior trasero y, para evitar que la etapa rote sin control, luego se activa el par inferior delantero. Y así sucesivamente. Este sistema introduce una fuerte oscilación en el Eagle que, al principio, desconcierta a los astronautas y se puede ver claramente en las imágenes de la cámara Maurer. Mientras tanto, Armstrong y Aldrin se dedican a controlar los parámetros del ascenso y a contemplar el paisaje. No tanto por curiosidad, que también —Aldrin apenas pudo mirar por la ventanilla durante el descenso—, como para comprobar que siguen la trayectoria correcta usando como referencia algunos cráteres llamativos. En el descenso la superficie lunar solo se pudo ver claramente en la fase final, cuando se puso en marcha el programa P64. Por contra, durante el ascenso los dos hombres pueden disfrutar del paisaje que se ve a través de sus ventanas mientras el Eagle vuela ‘boca abajo’.
El tiempo requerido por el Eagle para alcanzar la órbita lunar es de unos siete minutos y medio (curiosamente, muy parecido al que se necesita en la Tierra). Durante la fase final del encendido los propergoles del motor APS son desviados a los cuatro motores RCS inferiores. De este modo se consigue aprovechar más eficientemente las reservas de los tanques. Si, por lo que fuera, el motor APS falla en estos últimos segundos, los motores RCS podrían compensar la pérdida hasta cierto punto ahora que el ‘elevado’ empuje del APS ya no es crucial para alcanzar la órbita. El motor APS se apaga a las 18:51:35 UTC (T+125:19:35) después de cumplir con éxito su trabajo durante 7 minutos y 14 segundos. Durante el ascenso el Eagle ha recorrido 308 kilómetros en horizontal y ha adquirido una velocidad de 1,69 kilómetros por segundo.
El Eagle queda situado en una órbita lunar elíptica con un periastro de apenas 18,3 kilómetros y un apoastro de 81,4 kilómetros. La altura del periastro —o «pericintio»— no es casual. Es la órbita más baja que puede ser alcanzada por el CSM Columbia en caso de emergencia. Ahora Armstrong y Aldrin respiran aliviados. Si el Eagle sufre algún fallo que le impida encontrarse con el módulo de mando, Collins podría acudir al rescate. En la Casa Blanca ya pueden guardar en el cajón el discurso que tenían preparado por si Armstrong y Aldrin se estrellaban o no lograban despegar. Pero, aunque ya están en la seguridad de la órbita, los dos astronautas no pueden perder ni un segundo. El Eagle debe realizar una serie de complejas maniobras propulsivas en apenas tres horas y media para acoplarse con el Columbia según el plan previsto. No en vano, por algo se denominó LOR (Lunar Orbit Rendezvous, ‘Encuentro en órbita lunar’) al método elegido por el programa Apolo para alcanzar la Luna. En caso de problemas, el Eagle dispone de reservas de oxígeno para unas 24 horas adicionales (el Columbia tiene reservas hasta para dos días de más, por lo que el factor limitante es el módulo lunar). Está claro que no se pueden dormir en los laureles.
En la fase de planificación del programa Apolo se había decidido que el módulo lunar se encargase de todas las maniobras de acoplamiento con el módulo de mando, pese a las severas limitaciones de peso del LM. Para ello el módulo lunar debía estar equipado con un radar de acoplamiento, cuya antena destacaba en la parte superior del LM (la otra antena parabólica que llevaba el módulo lunar era la de comunicaciones de alta ganancia, a un lado de la etapa de ascenso). El radar de acoplamiento del Eagle se activa de acuerdo con el programa P20 y permanecerá fijado en el Columbia durante toda la fase de encuentro para guiar al sistema de navegación (en misiones Apolo posteriores el radar será capaz de detectar al CSM incluso desde la superficie lunar). Por su parte, el Columbia enciende su transpondedor para darle al Eagle los datos de su posición y velocidad relativos.
Las cuatro maniobras que debe ejecutar el Eagle reciben en el idioma a base de acrónimos de la NASA la confusa denominación de CSI (Coelliptic Sequence Initiation), CDH (Constant Delta Height), TPI (Terminal Phase Initiation) y TPF (Terminal Phase Initiation). Todas ellas se llevan a cabo con los motores RCS. En realidad, son bastante sencillas de entender si alguna vez has jugado a algún simulador de mecánica orbital como el Kerbal. Si no es el caso, lo único que debes saber es que, según las leyes de Kepler, una nave situada en una órbita más cercana a la superficie se mueve más rápidamente que otra situada más lejos. Y que si una nave realiza un encendido de su motor en el periastro en el sentido del avance en su órbita, elevará su apoastro. Y viceversa. El objetivo de la maniobra CSI es circularizar la órbita del LM. Para ello el Eagle debe encender sus motores en el apoastro, situado sobre la cara oculta casi en el punto opuesto al Mar de la Tranquilidad, hasta que la órbita final tuviese unos 83 kilómetros de altura. De esta forma, el Eagle se moverá más rápido que el Columbia alrededor de la Luna a una velocidad fija hasta que el ángulo entre los dos vehículos sea el adecuado.
El paso siguiente sería realizar un encendido para colocarse en una órbita de transferencia de Hohmann hasta el CSM. Pero, como la gravedad lunar es irregular y la órbita del CSM no es perfectamente circular, primero se lleva a cabo el encendido CDH cuando el Eagle sobrevuela el lugar del alunizaje con el fin de que la diferencia de alturas y velocidades entre las dos naves sea constante (27,8 kilómetros). Por fin, cuando el LM está en la posición adecuada tras el CSM, se efectúa el encendido TPI, controlado con el programa P34, que no es otra cosa que una ignición para colocar al Eagle en una trayectoria de Hohmann clásica. Tras efectuar las oportunas correcciones según los datos del radar, el Eagle lleva a cabo la última maniobra, TPF, para elevar su periastro hasta que las órbitas de ambas naves coincidan. La maniobra TPF se describe a veces erróneamente como de ‘frenado’, pero en realidad el LM acelera para elevar su periastro y circularizar su órbita. La fase final de aproximación y acoplamiento debe tener lugar cuando las dos naves salgan por detrás de la cara oculta bajo cobertura de las estaciones terrestres. En caso de que el Eagle no consiga efectuar algunas de estas maniobras, hay prevista toda una panoplia de escenarios en los que el Columbia debe tomar el papel activo para acudir al rescate del módulo lunar.
La maniobra CSI comienza en T+125:19 y tiene una duración de 45 segundos, mientras que la maniobra CDH se lleva acabo en T+126:17:49, prolongándose 17,8 segundos. Luego, el encendido TPI se efectúa en T+127:03:52 con una duración de 22,7 segundos. Tras dos correcciones de trayectoria, se produce la ignición TPF en T+127:46:10, con una duración de 28,4 segundos. Todo había salido según lo previsto. Collins no tendrá que rescatar a sus dos camaradas. Durante las maniobras el Eagle muestra siempre su ‘cara’ hacia el Columbia para que el radar de acoplamiento no pueda ser bloqueado con el fuselaje del LM. La luz estroboscópica frontal también es activada para permitir que Collins refine su posición relativa usando el sextante del Columbia como complemento a los datos del radar.
Visto desde el Columbia, el Eagle se acerca desde ‘atrás’ (hacia delante sería en el sentido de avance de la órbita) y cabeza ‘abajo’. Los astronautas, ya en ingravidez, se sorprenden porque las partículas del regolito se quedan pegadas a las superficies de la cabina en vez de flotar libremente. Tras el encendido final el Eagle queda colocado ligeramente por encima del Columbia. Cuando las naves están a menos de dos kilómetros, el Eagle, con Armstrong a los mandos, sí que debe frenar su velocidad usando los dos motores RCS frontales para evitar chocar con el Columbia. Las dos naves están ahora la una frente a la otra. Armstrong maniobra el Eagle por primera vez desde que dieron comienzo las maniobras orbitales para mostrar el resto del módulo lunar a Collins y este hace lo propio con el Columbia. Así los astronautas se aseguran de que los sistemas de acoplamiento de los vehículos y la tobera del motor SPS están en perfecto estado. Y todo ello mientras la Tierra ‘amanece’ por el horizonte local.
Después de la inspección mutua, Armstrong coloca el Eagle hacia abajo para mostrarle el cono de acoplamiento a Collins, casi como si fuera parte de un extraño rito de apareamiento entre máquinas. Aunque Armstrong dispone de una ventanilla sobre su cabeza para efectuar el acoplamiento final, esta fase corre a cargo de Collins, que dispone de una mejor visibilidad a través de la ventanilla frontal izquierda del módulo de mando mientras usa la mira COAS sin necesidad de inclinar hacia atrás su cabeza casi 90º como hubiera tenido que hacer Armstrong. El comandante mueve el Eagle intentando evitar que la luz solar entre por la ventana y le ciegue, pero en el proceso no se da cuenta y bloquea la plataforma inercial (gimbal lock). Se trata de un problema menor en este punto de la misión, pero el acoplamiento debe ser retrasado unos minutos hasta que logran recuperar la plataforma. Collins recorre los últimos 50 metros que separan las dos naves y efectúa el acoplamiento. Los dos vehículos tienen sus pilotos automáticos desconectados con el fin de evitar que los ordenadores de las naves intenten corregir su orientación con sus propulsores. Ahora el Columbia y el Eagle están unidos y vuelven a ser ‘Apolo 11’ para las comunicaciones con Houston.
Tras presurizar el túnel de acoplamiento, Collins se asegura de que la presión en el Columbia sea ligeramente mayor que en el Eagle para que el aire fluya hacia el módulo lunar, evitando así una posible contaminación de polvo lunar. Pero lo cierto es que el regolito estaba tan pegado a las superficies que esta precaución se reveló innecesaria. Se abren las escotillas y los tres hombres se estrechan las manos. «Estoy contento de veros», dijo Collins. «Y nosotros de estar de vuelta», contestaron. Las insulsas frases que intercambiaron los tres astronautas tras su épica misión no estaban a la altura de un guion de Hollywood, pero la vida raramente lo está. Más adelante, Aldrin volvería al Eagle para recoger parte del equipo lunar y los dos contenedores sellados con las rocas. De paso, Collins pudo contemplar la bolsa de plástico con la muestra de contingencia que había cogido Armstrong al inicio del paseo espacial. Sería lo más cerca que estuvo de tocar la superficie de la Luna durante el viaje.
Una vez pasadas las fases críticas y emocionantes de la misión, era fácil caer en la tentación de relajarse, pero todavía tenían que volver vivos a la Tierra. La etapa de ascenso del Eagle y el Columbia se separaron en T+109:31 y, unos veinte minutos más tarde, el Eagle encendió automáticamente sus motores RCS durante 7 segundos para alejarse y evitar una colisión con el Columbia. A diferencia del resto de etapas de ascenso de los módulos lunares de las siguientes misiones, el Eagle fue abandonado en órbita lunar y no se le ordenó chocar contra la superficie. Su sistema de telemetría dejó de funcionar en T+136:54 y el ordenador LGC hizo lo propio cuatro horas más tarde. La etapa superior se estrellaría meses después en algún punto cercano al ecuador lunar. Debido al pequeño ángulo de impacto y a su relativa baja velocidad, la etapa no creó un cráter, sino que se fragmentó violentamente dispersando sus piezas en una elipse de varios kilómetros, donde siguen hoy en día.
En las misiones siguientes, la tripulación pasaría horas y hasta días estudiando la Luna desde la órbita, pero en el Apolo 11 la NASA quería que los astronautas volviesen a casa cuanto antes. Tan solo cinco horas después de separarse del Eagle, el motor SPS del módulo de servicio se encendió con éxito sobre la cara oculta durante 151,41 segundos en T+135:23:42 (4:55:42 UTC del 22 de julio) para llevar a cabo la ‘inyección transterrestre’ o TEI (Trans Earth Inyection). El Apolo 11 ya estaba de camino a la Tierra. El motor se encendería de nuevo 15 horas más tarde durante apenas 10 segundos para situar a la nave en una trayectoria que la llevase a tan solo 37,8 kilómetros de distancia de la superficie de nuestro planeta y asegurar así una reentrada atmosférica adecuada. Los astronautas pasarán los dos días siguientes siguiendo las rutinas de mantenimiento de su nave y efectuando tres transmisiones de televisión en directo.
Finalmente, el CM se separó del SM en T+194:49:12 (16:21:12 UTC del 24 de julio) tras realizar una última corrección de la trayectoria. La Tierra se hacía cada vez más grande en las ventanas a medida que la velocidad de la cápsula aumentaba hasta casi alcanzar los 11 km/s. La reentrada comenzó oficialmente unos 14 minutos después de la separación de los módulos. Debido a un error en la secuencia de separación, el módulo de servicio no se alejó demasiado y reentró en la atmósfera siguiendo casi la misma trayectoria que el módulo de mando, una situación potencialmente muy peligrosa que había tenido lugar de forma inadvertida en las misiones Apolo 8 y 10 y que sería corregida en el Apolo 12. El módulo de mando realizó una reentrada doble —skip reentry— con el fin de limitar la deceleración experimentada por los astronautas, que alcanzó un valor máximo de 6,35 g.
Los motores RCS del Columbia controlaban en todo momento la posición del centro de masas de la cápsula para modificar su trayectoria y guiarla hasta la zona de recogida en el Pacífico. La zona primaria había tenido que ser cambiada a última hora después de que el tiempo empeorase drásticamente. Como en todas las misiones Apolo, con excepción del Apolo 7, los astronautas efectuaron la reentrada sin los trajes espaciales puestos, una decisión que en su momento resultó polémica, pero que se explicaba por el deseo de la NASA de permitir una evacuación rápida de la cápsula una vez estuviese en el agua.
La nave aguantó la reentrada a pesar de que la temperatura del escudo térmico alcanzó casi los 2700 ºC. La cápsula caía ahora a plomo por el cielo. Los aviones desplegados por el portaeronaves USS Hornet y su radar localizaron el vehículo espacial. En T+195:12:6 (16:44:06 UTC del 24 de julio) se abrió el paracaídas piloto, seguido de los dos paracaídas de frenado y los tres paracaídas principales (la cápsula podía amerizar con solo dos paracaídas). Dos minutos después de la apertura de los paracaídas Armstrong pudo comunicarse mediante radio con el USS Hornet. «Hola, Hornet. Este es el Apolo 11 escuchándoles alto y claro. Nuestra posición es 13, 30; 169, 15». La cápsula amerizó sin problemas en T+195:18:35 (16:50:35 UTC). Primero se colocó cabeza abajo, con los astronautas colgando de sus arneses, pero tras el inflado de los airbags de la parte superior se dio la vuelta hasta quedar en la posición correcta (‘Stable I‘). Al ver el azul del agua por las ventanillas, Collins pensó «tenéis un bonito océano aquí en el planeta Tierra». Los buzos de rescate de los Navy Seals se acercaron en helicóptero y colocaron varios dispositivos de flotación alrededor de la base de la nave. En Houston la misión había finalizado oficialmente. El MOCR estaba repleto de gente fumando los ‘puros de la victoria’ y agitando banderitas de EEUU. El mandato de Kennedy había sido cumplido.
No obstante, el regreso de Armstrong, Aldrin y Collins sería poco glamuroso desde el punto de vista televisivo. Los tres hombres tendrían que ponerse unos trajes de contención biológica denominados BIG (Biological Isolation Garment) para evitar contaminar nuestro planeta con posibles microorganismos lunares. Los trajes BIG fueron entregados por los buzos del equipo de rescate a través de la escotilla (rompiendo de paso la contención biológica de todo el proceso). Los astronautas volvieron a cerrar la escotilla y se pusieron los BIG. Finalmente salieron de uno en uno ayudados por los buzos para ser elevados en una cesta hasta el helicóptero y de allí pasaron al USS Hornet, donde les esperaba el presidente Nixon. El ‘helicóptero 66’, el mismo que había rescatado a las tripulaciones del Apolo 8 y 10, fue el encargado de la operación. No hubo desfile triunfal. El helicóptero fue trasladado en ascensor hasta el hangar del buque y los astronautas se dirigieron a una caravana presurizada denominada MQF (Mobile Quarantine Facility) en la que pasarían el inicio de su cuarentena (la cuarentena se abandonaría en el Apolo 15 después de no detectarse ningún bichejo lunar).
Cuando el Hornet llegó al puerto de Honolulu (Hawái) el 27 de julio, la MQF fue trasladada por carretera hasta el aeropuerto, donde sería embarcada a bordo de un avión C-141 con destino a la Base de Ellington, en Houston. De allí la caravana se dirigió al centro LRL (Lunar Receiving Laboratory), donde los astronautas podrían pasar el resto de la cuarentena en unas condiciones mucho más cómodas. Finalmente, el 10 de agosto los astronautas pudieron abandonar las instalaciones para comenzar una gira por el país y, luego, por el mundo. El módulo de mando era el único elemento del enorme cohete Saturno V lanzado el 16 de julio que había vuelto a la Tierra intacto. Hoy en día se puede admirar en el Museo del Aire y el Espacio en Washington DC.
Paradójicamente, el programa Apolo perdió su interés para los políticos en el momento en el que Armstrong, Aldrin y Collins amerizaron en las aguas del océano Pacífico. Se había conseguido el objetivo de ganar a la Unión Soviética en la carrera por la Luna. Y además por goleada. A partir de ese momento, cada misión Apolo sería una oportunidad para que algo pudiese salir mal. Desde el punto de vista político, no había nada que ganar y sí mucho que perder. Poco importaba que las siguientes misiones fuesen mucho más interesantes desde el punto de vista científico. El programa Apolo estaba condenado.
En realidad, cuando el Apolo 11 volvió de la Luna la marea del programa Apolo ya estaba en retroceso. Las líneas de montaje del Saturno V habían sido cerradas en agosto de 1968, casi un año antes de que Armstrong pisase la Luna. La NASA disponía de piezas para nueve cohetes Saturno V adicionales. Y eso era todo (evidentemente, la construcción del Saturno V todavía podía resucitarse con la inversión adecuada, una inversión que nunca llegó). El Apolo 20 fue cancelado en enero de 1970 con el fin de usar su Saturno V para lanzar la estación Skylab (originalmente, el Skylab debía haber sido lanzado repleta de combustible como la segunda etapa de un Saturno IB). En septiembre de 1970, cinco meses después del accidente del Apolo 13, la NASA canceló las misiones Apolo 18 y 19 por motivos presupuestarios (realmente se cancelaron el Apolo 19 y la misión H Apolo 15, que pasaría a ser la primera misión de tipo J, pero las consecuencias fueron las mismas).
Echando la vista atrás, la cancelación de estas dos últimas misiones Apolo fue un escándalo. Los dos cohetes Saturno V de estas misiones se quedarían en tierra sin usar, al igual que el módulo lunar LM-9, originalmente destinado a la última misión de tipo H. Y todo por ahorrarse unos 42 millones de dólares. Incluso teniendo en cuenta la inflación, es evidente que no tenía sentido cancelar estas misiones después de haberse gastado más de 25 mil millones de dólares en el Apolo y justo cuando la NASA estaba planificando visitas lunares cada vez más apasionantes. Pero, recordemos, fue una decisión basada en la política, no en la ciencia ni en la economía. No es de extrañar que, durante los meses siguientes al Apolo 11, en la cúpula de la NASA convivieran ciertos sentimientos de derrota mezclados con la euforia de haber logrado el primer alunizaje tripulado de la historia. Al fin y al cabo, sabían que las misiones lunares más interesantes estaban por llegar, pero también que solo habría siete, y ni una más, antes de echar el cierre.
Resto de entradas sobre el 50º Aniversario del Apolo 11:
Qué más se puede agregar? Desde mi punto de vista, nada, ésta serie de los Apollo es una obra maestra que bien merece enmarcarla y ponerla en un museo. Recuerdo Dani que en una entrada tuya sobre este mismo tema escribiste que el programa Apollo fue una singularidad en la historia humana, fue un lapsus sociopolítico que no se repetirá… Yo no creo que en 2024 volvamos a la luna, pero si lo haremos en algún momento, solo que no como en aquellos años, Apollo fue único y tus entradas también son únicas e irepetibles. Gracias.
Francamente este blog es un lujo, las entradas de esta mini serie son extraordinarias, el rigor de esta crónica y lo bien q está escrita hace q sea una lectura muy recomendable, lástima q todo el trabajo q hay detrás no tenga una recompensa más allá de todas estas muestras de respeto y felicitaciones, ¿Para cuándo el canal de Eureka en Youtube?
Es el despegue o el descenso la parte mas arriesgada de todo el viaje?
Muy buenos artículoculos del apolo 11!!
Me los he leído todo y han sido fabulosos!!
Es un placer seguir leyéndote después de 15 años!!!
Tenia por entendido que el modulo lunar tuvo problemas para despegar y que aldrin lo soluciono metiendo un trozo de bolígrafo
Alguien sabe algo de eso?
Es falso.
En este video don Buzz se cuenta su anecdota.
Hoy, muy jocosa.
https://youtu.be/NdGVYfJzkhA
ah, se refiere uno de los circuit breakers del LM. Eso es otra cosa. Sí, anécdota curiosa. La añadiré a la entrada.
Excelente serie. Gracias por tu trabajo.
También me sumo a la petición de libro.
Con todo lo que has escrito en el blog, lo único es ordenarlo y darle forma. Que también es un faenón…
Has escrito sobre centros, sobre cohetes, sobre naves, sobre estaciones, sobre misiones, sobre proyectos, sobre motores, sobre mecánica orbital,…. Un pedazo de libro.
Desde luego que la serie es de escribir un libro. Alucinante. Muchas gracias Daniél por tu maravilloso trabajo.
En relación, recomiendo este vídeo relativo al reloj que viajó a la luna:
https://www.youtube.com/watch?v=rrhsKI9HOMU
Saludos.
Estas entradas han sido espectaculares! ¿Habrá entradas similares cuando se acerquen los aniversarios del Apolo 12, 13, 14, etc? 🙂
Saludetes!
Esa es mi intención.
Off topic:
Extra! Extra!
SpaceX consigue un par de nuevas imperdonables ayudas de la NASA!!
Ademas de haber recibido tecnologia de materiales para los escudos termicos y no se que mas, ahora, en el marco de nuevos acuerdos de la agencia espacial con otras 12 compañias mas (que olvidaremos cuidadosamente), SpaceX accedera a info sobre a)el comportamiento del regolito lunar bajo la llama de los motores y b)tecnologia de aprovisionamiento de combustible en orbita.
Oh, SpaceX, nunca olvidaremos esta afrenta, que nos autoriza a decir que no eres mas que la NASA disfrazada y que todos tus logros pasados y futuros no son mas que robos tecnologicos a la Agencia u otras empresas que no quisieron alzarse con la gloria de ser ellas las primeras en explotar esas tecnologias!
Fuente: spacenews.com, teslarati.com
Gracias a esa info que les pase la NASA descubrirán que tendrán que aterrizar en la Luna con una Starship modificada, lo que les vendrá bastante bien.
Así dejarán de pensar en la nave multiusos y harán una variante específica para la Luna, que una vez puesta en órbita ya no volverá a Tierra.
Eso sí, la Starship lunar para 2035-2040.
Creo que haran una nave generalizada y ya. Ya lo veras.
Con que el Raptor sea lo suficientemente throttleable aterriza en cualquier lado siempre que la masa del cuerpo sea igual o menor a la de la Tierra y no menor a la de Ceres, ja ja.
Patas anchas debajo de las aletas (como el Aguila), por las dudas (pueden guardarse dentro de las aletas) y listo.
Los perfiles de descenso de la Luna, Marte y la Tierra son muy distintos pero la Starship puede hacerse cargo.
Frenado retropropulsado puro en la primera, 30% de aerofrenado en Marte con 70% de retrofrenado y 70% y 30% respectivamente en la Tierra.
Nave terrestre totalmente sobredimensionada para aterrizar en la Luna.
Está muy claro.
Lo que pasa es que estáis en una fase mental en la que se imaginan capacidades casi sobrenaturales a esta nave, casi ilimitadas y por supuesto irracionales. ¿cuánto peso muerto llevas de más en una nave con capacidad de aterrizaje terrestre, para aterrizarla en la Luna? ¿te das cuenta de la enormidad de carga de pago que se está perdiendo ahí?
Y lo del regolito y las piedras ya verás el disgusto que se lleva Elon. A ver a qué distancia del suelo tiene que poner los motores comparado con aterrizar en una plataforma de hormigón en la Tierra lisa y limpita.
Que no, que va a ser que no.
Claro que estara sobredimensionada. Es el precio que hay que pagar. Pero a la larga es mas barato que hacer naves especializadas.
Sobre los aterrizajes, ya veo las Spaceships aterrizando aqui y alla, en distintos desiertos, sobre dunas, sobre piedra, sobre nieve (sobre hielos eternos?)
Es obligado decir, GRACIAS. GRACIAS. GRACIAS
Voy a copiar la serie y a crear un PDF. Lo voy a imprimir quitando la opción eco de la impresora. A todo color. Se lo merece. Lo guardaré para su relectura pausada. Para mi disfrute durante la canícula. Eso sí, en el documento me aseguraré que aparezca el autor, por si se lo paso a alguien, que se sepa quien es el padre. Al César lo que es del César.
Mil gracias por tu dedicación Daniel, te adoramos!!
311 páginas sin maquetar
Excelentísimo Artículo!!! Me hace soñar en una época donde cuesta soñar. Felicitaciones Daniel.
Fantastico!!! Una lectura que emociona.
Como puse en una entrada anterior, este artículo muestra que es falso que una imagen valga mas que mil palabras si es que sabes escribir.
Lo que mas me impresiona de la suma de los artículos es poder ver de cerca la enorme complejidad de la misión.
Una vieja máxima dice «el diablo está en los detalles» y la lectura de estas líneas deja ver al ejercito de demonios que tuvieron que superar.
Si bien era de suponer su existencia, nunca había leído el mensaje de la casa blanca para el caso de un fracaso.
Felicitaciones de nuevo y gracias Daniel
Totalmente de acuerdo. Fue muy complicado y necesitó de mucho esfuerzo.
Buenas tardes Daniel
Realmente un lujo ésta serie de artículos. Me sumo a todas las felicitaciones y agradecimientos de toda la gente que comenta en éste sitio. Un trabajo fantástico!!!!.
Y haciéndome eco en varios pedidos que leí en los comentarios, me tomé el atrevimiento de unir las siete partes en un solo archivo en pdf. Si te parece útil, indicame como te lo puedo enviar.
Un gran abrazo desde Buenos Aires!!
Gracias por todo Daniel
Muy informativo. Excelente.
De todas maneras no era tan drámatico en tanto que todas esas maniobras (sección del LM, re-inserción orbital, rendezvous, retorno) ya habían sido ensayadas previamente (particularmente en la Apollo 10 (https://history.nasa.gov/SP-4029/Apollo_10i_Timeline.htm) ).
También el tema de la cancelación de las Apollo 18-20 es debatible. El coste obviamente no es solo el hardware, y no creo que nadie dijera en público que lo hacían por miedo a que algo saliera mal. Pero hubiera sido épico que hubieran alunizado en el lado oculto como proponía Schmitt (https://en.wikipedia.org/wiki/Canceled_Apollo_missions#Cancellations), aunque se hubieran quedado sobre el terreno.
Si, pero para la mision al lado oculto hubieran debido primero poner un satelite intermediario en orbita polar.
O mejor, 3 satelites en disposicion Clarke.
«Lunasincronicos» =D
Una gesta sobrehumana, que debe permanecer en la memoria por siglos.
Lo del Apolo XI también fue la hostia.
Felicidades por tu empeño y tu buen hacer, Daniel.
Estupendo artículo, como a los que ya estamos acostumbrados. Enhorabuena.
He leído una referencia al «Kerbal» como simulador orbital. Yo conocía el «Orbiter» y no me puedo resistir a preguntar que simulador espacial sería «recomendable» desde tu punto de vista.
Gracias
Fuera de discusion, estas entradas han sido las mejores que he leido en mi vida sobre la mision apolo, merecen una publicacion en papel y ser reconocidas a nivel mundial.
Poca gente sabe con detalles como fueron las misiones y esto puede despejar de dudas a miles y miles de personas, muy agradecido daniel, saludos desde Argentina