Libro: The Unfolding of Language

Por Daniel Marín, el 7 agosto, 2007. Categoría(s): Idiomas • Libros

El lenguaje es quizás el invento más importante de la humanidad, sólo que nunca fue inventado. Así comienza The Unfolding of Language: An Evolutionary Tour of mankind’s Greatest Invention (Guy Deutscher, 2005), probablemente la mejor introducción a la lingüística que haya leído jamás.

¿Cómo evolucionan los idiomas?. En esta obra, Deutscher da respuesta de forma magistral a esta cuestión. Desde tiempos remotos, todos los pensadores de renombre, políticos y escritores se han quejado del mal estado de su lengua materna, no importa que ésta fuera el latín de Cicerón o el español de Cervantes. Naturalmente esto no es más que un espejismo, pues desde el punto de vista lingüístico los idiomas no pueden permanecer constantes y siempre están cambiando, y no para peor, sino que simplemente evolucionan, a no ser que desaparezcan del mapa, claro está.

Deutscher procede primeramente a explicar las fuerzas «destructoras» causantes del cambio en las lenguas, ésas que los escritores y poetas de todos los tiempos han identificado como las culpables del estado de «degeneración» en el que se encuentra su amado idioma. Tras esta exposición, el autor pasa ilustrar cómo funcionan los mecanismos de las fuerzas constructivas, más sutiles y que suelen pasar desapercibidas para muchos expertos, pero no por ello son menos importantes. De hecho, son estas fuerzas las que originaron el sistema de declinaciones en latín o las distintas conjugaciones verbales del español.

Resumiendo, los mecanismos del cambio en cualquier idioma según Deutscher son los siguientes:

  • Metáforas: el objetivo de cualquier idioma es obviamente la transmisión de información, pero los seres humanos no somos ordenadores, así que la precisión y la cantidad de información que se puede transmitir no son los únicos factores relevantes a la hora de comunicarse. La mayor parte de la información que intercambiamos cuando hablamos viene implícita en el contexto compartido por los interlocutores y no hace falta verbalizarla. Más importante es la carga emocional que ponemos en cada frase y un elemento fundamental a la hora de transmitir esta carga son las metáforas. Cuando decimos «el Sol se levanta por el Este» o «las ideas germinan», estamos empleando metáforas. El afán por aumentar nuestra expresividad también provoca que surjan expresiones reiterativas, como «persona humana» o «voy a bajar abajo». Estas son construcciones que hoy consideramos incorrectas, pero el origen de la palabra francesa «ajourd’hui» es precisamente una construcción reiterativa de este tipo (significa literalmente «en el día de este día»).
  • Erosión: una vez que un parte de la oración cumple una determinada función gramatical fija, ésta puede reducirse o fusionarse con otras palabras mediante cambios fonéticos siguiendo el principio del mínimo esfuerzo (el hablante siempre quiere ahorrar energía a la hora de expresar algo). De esta forma surgieron las declinaciones de las lenguas indoeuropeas, por mera asimilación de las posposiciones con las palabras que las precedían, o las conjugaciones verbales. El origen del francés «amaré» lo podemos resumir en la siguiente secuencia: amare habeo (latín) -> amar-ayo (romance) -> aimerai (francés actual) -> emre (¿futuro?).
  • Analogía: una vez que se ha creado una nueva estructura gramatical, ésta se puede extender por analogía. Cuando oímos que alguien dice «pienso de que esta persona es buena»,en realidad está simplemente extendiendo la construcción «de que + oración subordinada» a otro ámbito distinto del original. Con el tiempo, si esta novedad se hace popular, es posible que esta expresión sea la normal y «pienso que esta persona es buena» sea considerada una aberración lingüística.

Estos tres mecanismos pueden retroalimentarse y funcionar de forma cíclica, simplificando estructuras para crear progresivamente otras nuevas.

La última parte del libro está dedicada al origen del lenguaje, una vez que el ser humano alcanzó la etapa que Deutscher denomina «yo Tarzán». Se trata quizás de la parte más especulativa del libro, pero el autor hace un buen trabajo al introducir los posibles mecanismos que guiaron la aparición de las complejas estructuras gramaticales de todos los idiomas actuales.

Hay un tema que a mí me parece crucial y que Deutscher trata de pasada en el epílogo: la aparente simplificación de las estructuras gramaticales en los idiomas actuales. Es este un tema tabú entre los lingüistas, quizás debido a que durante mucho tiempo se creía que las lenguas de las grandes civilizaciones (latín, griego, etc.) presentaban una gran complejidad morfológica frente a las simples lenguas de los indígenas de las regiones remotas del globo. Con el tiempo se comprobó que incluso los idiomas de las comunidades tecnológicamente más atrasadas, como los aborígenes australianos o los pigmeos, presentan una riqueza morfológica igual o superior a la del latín clásico. Por eso se suele decir que todos los idiomas son igual de «difíciles». De hecho, algunos afirman que existe una regla no escrita que nivela la complejidad lingüística relativa entre idiomas: lenguas con escasa complejidad gramatical presentan otras dificultades, bien sean fonéticas o de vocabulario. Sin embargo, creo que está lejos de demostrarse que todas las lenguas presentan la misma complejidad morfológica de forma objetiva. Es un hecho probado que las lenguas indoeuropeas han simplificado su morfología respecto al protoindoeuropeo (perdida total o parcial del sistema de declinaciones, simplificación de los modos verbales, etc.) y sin embargo ha pasado tiempo de sobra para que surjan nuevas estructuras. Este fenómeno también lo podemos encontrar en otras lenguas no indoeuropeas ampliamente extendidas, como es el árabe moderno o el mandarín. Deutscher sugiere de forma tentativa que esta simplificación de los idiomas modernos puede deberse al crecimiento casi exponencial de la población humana en los últimos siglos, algo con lo que estoy totalmente de acuerdo.

En definitiva, un libro esencial para introducirse en los misterios de ese gran no-invento en el que se basa toda nuestra civilización.


En Atenas, las metáforas van en camión.



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Por Daniel Marín, publicado el 7 agosto, 2007
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