Spencer Wells es un genetista y antropólogo británico que en los últimos años ha estado a cargo del Proyecto Genográfico de la National Geographic Society. Esta interesante iniciativa intenta ni más ni menos que desvelar los orígenes de la Humanidad. Con The Journey of Man: A Genetic Odyssey (Random House, 2004), Wells resume de manera directa y amena en una obra de apenas 200 páginas los progresos en este campo como sólo alguien versado en el tema de primera mano es capaz de hacer. La primera parte del libro es una introducción a los marcadores genéticos usados para datar la edad de las poblaciones humanas y sus migraciones por el globo: el ADN mitocondrial -para seguir el rastro de los linajes maternos- y los marcadores del cromosoma Y -para los linajes paternos-. En estos capítulos el lector aprende que todos los seres humanos modernos son descendientes por vía materna de un pequeño grupo de Homo Sapiens Sapiens que vivieron en África hace unos 150 000 años, algo que ya sabemos desde hace casi veinte años. Más reciente, y curioso, es el descubrimiento de que nuestro ancestro común masculino vivió en África hace tan sólo 50 000 años. Es decir, hombres y mujeres se han dispersado por el planeta de forma distinta.
Los siguientes capítulos están dedicados a desentrañar la madeja de marcadores genéticos para poder ofrecer una visión de cómo colonizamos la Tierra. Cierto es que algunos pasajes se pueden hacer un tanto aburridos o complejos debido a la abundancia de marcadores genéticos mencionados por el autor, pero quedan compensados con las anécdotas sobre viajes de campo que salpican el texto.
La relación entre idiomas y genes ocupa un lugar destacado dentro del libro. En los últimos años, las teorías sobre las familias de lenguas y su expansión han sido objeto de debate entre antropólogos, arqueólogos y lingüistas. Los mapas genéticos han confirmado que, efectivamente, a veces los idiomas se han extendido gracias a las migraciones de poblaciones enteras (lenguas Na-Dené, Austranesias o las lenguas indoeuropeas en el subcontinente indio, por ejemplo), tal y como han propuesto los lingüistas Merritt Ruhlen o Joseph Greenberg, entre otros. Sin embargo, en otros muchos casos no hay constancia de que la expansión de una familia de lenguas vaya acompañada de movimientos migratorios masivos, pues al fin y al cabo los idiomas no tienen genes. Esto ha ocurrido en el caso de la primera expansión de las lenguas indoeuropeas en el actual Irán o con la familia esquimo-aleutiana, por citar un par de ejemplos.
Si una vez leído el libro te interesa participar en el Proyecto Genográfico, National Geographic vende un kit de análisis genético por unos 100 €. No tienes más que enviar tus muestras genéticas obtenidas por raspado bucal y en unas semanas podrás disfrutar de tus árbol genealógico-genético online. Puedes elegir entre un análisis del ADN mitocondrial o del cromosoma Y (este último caso, obviamente, sólo si eres hombre).
Estoy pensando participar a ver qué sale. En ese caso ya pondría los resultados por aquí.
Y como bonus, vale la pena ver este vídeo con Spencer Wells y los bosquimanos del Kalahari. Cualquier excusa es buena para escuchar un idioma con clcks.
Los bosquímanos me hacen acordar de una de las películas favoritas de mi infancia… bueno, hasta hoy es una de mis favoritas: «Los Dioses Deben Estar Locos». Un humor ingenuo, pero muestra bastante bien la vida de ese pueblo y su lenguaje.
Y también, claro, me hace acordar la comparación que hace Carl Sagan entre su método de caza y la ciencia, en «El Mundo y sus Demonios». Gran libro, por cierto.
Pena que el lenguaje de los bosquímanos y sus característicos «cliques» están desapareciendo.