Libro: The Forgotten Revolution

Por Daniel Marín, el 12 enero, 2009. Categoría(s): Física • Historia • Libros ✎ 11
Si tuviera que elegir el libro que más me impresionó el año pasado, sin duda escogería The Forgotten Revolution: How Science Was Born in 300 BC and Why It Had to Be Reborn, de Lucio Russo (Springer Verlag, 2004, ISBN 3-540-20396-6).

Russo nos cuenta la historia de una revolución olvidada durante dos mil años, una revolución que cambió por completo nuestra forma de ver el Universo y que sólo ahora empezamos a valorar en todo su esplendor. Y es que algo maravilloso ocurrió en las orillas del Mediterráneo oriental en el siglo III a.C.: el nacimiento del método científico.

En cierto modo, este libro representa un retorno personal a ciertas ideas de la niñez. Todos hemos estudiado en el colegio lo importante y avanzada que fue la civilización grecorromana (así, en bloque) y cómo nos sentimos dignos herederos de esa cultura. Después, cuando uno empieza a interesarse por la historia de la ciencia, tomamos contacto con una sana dosis de relativismo cultural y aprendemos que Grecia y Roma no fueron ni mucho menos los únicos focos del saber y que otras culturas (China, Mesopotamia, Egipto…) contribuyeron de forma decisiva a las distintas ramas de la ciencia y la tecnología. Grecia y Roma no eran más que unas piezas normales del rompecabezas de la historia de la ciencia. No obstante, hay algo en este esquema simplista que no termina de cuadrar. Desde el punto de vista tecnológico, nadie duda que otras culturas consiguieron superar en varios aspectos los logros de la civilización clásica, pero por otro lado, desde el punto de vista científico muy pocas figuras prerrenacentistas pueden competir con los logros griegos (que no romanos). Pero la Grecia Clásica, precisamente la más estudiada en los libros de Historia, aunque destacaba por su filosofía y el uso de la razón como arma para desentrañar los misterios del mundo, no desarrolló un cuerpo de conocimientos científicos que la pusiese por delante de otras civilizaciones de forma clara. Fue en la época helenística cuando se produjo una explosión de creatividad científica y cuyos principales representantes nos son familiares a todos. Los nombres de Euclides, Aristarco, Arquímedes, Eratóstenes, Herófilo, Apolonio, Hiparco, Pappus, Ctesibio o Herón, por citar algunos, son famosos por sus grandes contribuciones a la ciencia que, en muchos casos, permanecerían insuperadas hasta el siglo XVIII. Si tenemos en cuenta que todos vivieron durante el relativamente breve periodo helenístico y que la mayor parte de sus obras no han sobrevivido el paso del tiempo (o han llegado hasta nosotros a través de copias romanas, árabes o bizantinas), podemos empezar a vislumbrar que algo realmente original tuvo que ocurrir en esta época.

Hasta ahora, nadie ha logrado explicar de forma satisfactoria qué pasó exactamente en este periodo y, en todo caso, muchos investigadores se limitaban a quitar importancia a la creatividad de estas figuras, presentándolos siempre como genios aislados y excéntricos sin ninguna o escasa conexión con el mundo en el que vivían (véase el folklore que rodea la figura de Arquímedes). La aparición de un genio puede ser fortuita, pero para que surjan varias decenas deben darse unas condiciones socioculturales adecuadas. En este caso Russo lo tiene claro: la causa de esta explosión creativa fue la aparición del método científico por primera vez en la Historia. Cierto es que los científicos helenísticos entendían por ciencia algo distinto a lo que nosotros consideramos en la actualidad, pero hay que tener en cuenta que la definición moderna de la palabra ciencia (que como sabemos en latín significa simplemente «conocimiento», επιστήμη en griego), así como la aplicación rigurosa de su método, son conceptos propios de los siglos XIX y XX. Basta con leerse unos cuantos textos de Kuhn o Popper para darse cuenta de que la definición de «método científico» es un tema harto complejo que ha desatado no pocos encendidos debates filosóficos. En este punto Russo es claro: si consideramos que Arquímedes o Euclides no aplicaban el método científico (lo cual es cierto desde un punto de vista riguroso), tampoco lo hacían Galileo o Newton.

Russo dedica además buena parte del libro a desmontar los mitos asociados con la ciencia helenística y que han persistido hasta nuestros días:

  • «Las matemáticas y la ciencia griega estaban limitadas por una exclusiva visión geométrica que impedían los cálculos precisos»: es curioso que se haga este reproche a Euclides o Arquímedes pero no a Galileo o a Newton. Efectivamente, si uno lee las obras originales de Galileo (no las reediciones actuales adaptadas), no nos encontraremos con las ecuaciones algebraicas que nos son familiares, sino con farragosas explicaciones, a veces metafísicas, que parecen ajenas al método científico. Incluso los Principia de Newton, más sofisticados en su armazón matemático, están sin embargo repletos de demostraciones geométricas que los asemejan más a la idea que uno pueda tener de un libro de Hiparco (desgraciadamente, todos desaparecidos) que a la obra de un científico moderno. Aunque es cierto que la visión geométrica del Universo hunde sus raíces en la filosofía de la Grecia Clásica, a veces se olvida que en la época helenística el uso de modelos geométricos permitía realizar cálculos matemáticos precisos con la regla y el compás. Es decir, no se trataba simplemente de describir un problema matemático o físico (distinción inexistente en esa época) a través de la geometría por motivos filosóficos, sino de la posibilidad de realizar cálculos. De ahí la obsesión en crear modelos matemáticos usando exclusivamente círculos y rectas (Hiparco o Ptolomeo). Los pensadores posteriores criticaron estas obras y el uso «excesivo» de la geometría precisamente porque no entendían nada: desconocían el concepto de cálculo geométrico avanzado. De hecho, los «torpes» cálculos geométricos de los griegos sólo serían superados en precisión por los cálculos algebraicos gracias a la introducción de las tablas de logaritmos en el siglo XVII.
  • «La ciencia griega carecía de conexión con la realidad»: este mito se fundamenta en el papel contemplativo y aristócrata que tenía la filosofía durante la Grecia Clásica y el Imperio Romano. Sin embargo, está claro que es falso si lo aplicamos a la ciencia helenística. Aunque se realizaron investigaciones sin aplicaciones «prácticas», los logros de Arquímedes o Herón son un ejemplo de manual sobre el uso de conocimientos científicos para crear máquinas útiles.
  • «No existían instrumentos de precisión que permitiesen realizar experimentos fiables»: los relojes helenísticos (clepsidras muy avanzadas) eran infinitamente más sofisticados que el bioreloj empleado por Galileo para sus experimentos (el latido del corazón). Máquinas con la precisión del Mecanismo de Antikythera no aparecerían en Europa hasta el siglo XVI o XVIII.
  • «Muchas máquinas griegas no eran más que juguetes»: los mecanismos a vapor creados por Herón o los autómatas de la época son descritos como meras curiosidades técnicas creadas para el disfrute de la corte. Sin embargo, los bocetos de ingenios dibujados por Leonardo da Vinci (que nunca fueron construidos) se consideran «visiones futuristas de un genio». Curiosa desigualdad.

En realidad, todos estos mitos se han ido consolidando con el tiempo de forma más o menos consciente para evitar ofrecer una imagen demasiado «avanzada» del periodo helenístico. Los historiadores actuales, muy dados a caer en la trampa del relativismo cultural extremo, consideran imposible que los científicos helenísticos destacaran tan ampliamente frente a otros sabios de los periodos romano, musulmán o bizantino. Pero el caso es que lo hicieron, y eso que apenas han llegado hasta nosotros un puñado de obras y no podemos apreciar su contribución en todo su esplendor. Este bloqueo mental se ha producido también por la conexión automática que hoy en día hacemos entre ciencia y tecnología. Una ciencia muy avanzada implica para nosotros una tecnología igualmente desarrollada. Pero aunque esto es cierto en la actualidad, no lo fue en el pasado. El caso más destacado es el del Imperio Romano, donde no podemos hablar de «ciencia romana» propiamente dicha y no obstante se alcanzó un nivel tecnológico en algunas áreas (especialmente en lo relativo a la arquitectura) que sólo sería superado en Europa tras el Renacimiento. Aunque la ciencia helenística logró avances considerables y aplicaciones tecnológicas directas, esto no implica necesariamente que, de haber continuado a ese ritmo, en un par de siglos hubiésemos podido contemplar la creación un «ferrocarril ptolemaico» entre Alejandría y Asuán. La sociedad helenística era radicalmente distinta a la sociedad europea preindustrial y también lo era la relación entre ciencia y tecnología.

¿Y cuáles fueron pues las causas de la aparición de esta primera época dorada de la ciencia? Russo lo resume en el siguiente párrafo (las negritas son mías):

We must let sink in the (long ignored) fact that, despite all the achievements of their culture, the Greeks of the classical age were still behind the Egyptians and Mesopotamians from the technological point of view. The Greeks who moved to the new kingdoms that arose from Alexander ’s conquests had to administer and control these more advanced economies and technologies with which they were not familiar; their one crucial advantage and guide consisted in the sophisticated methods of rational analysis developed by the Greek cultural tradition during the preceding centuries. It is in this situation that science is born.

Es decir, se produjo una simbiosis perfecta entre los nuevos gobernantes de cultura griega (aunque de origen macedonio), que importaron nuevas formas de abordar los problemas científicos, y sociedades asiáticas (principalmente Mesopotamia y Egipto) muy ricas, avanzadas tecnológicamente y con una organización estatal altamente estructurada. El intenso comercio entre estos estados potenció además el surgimiento de grandes centros urbanos cosmopolitas como Alejandría o Pérgamo, fundamentales para el desarrollo de una ciencia avanzada. La diferencia entre la «ciencia» que se llevaba a cabo en Oriente antes de las conquistas de Alejandro Magno respecto a la ciencia helenística la resume Russo de esta forma:

One often reads that the “Pythagorean theorem” was known in Mesopotamia in the Old Babylonian period; actually what was known was its empirical basis, the fact that the square on the hypotenuse has the same area as the sum of the squares on the sides. The idea of proofs and theorems had not been invented in Old Babylonia, nor yet in Pythagorean times. There is nothing surprising about the lack of applications of Egyptian mathematics to statics or other theories with technological interest. Since mathematical and technological knowledge alike were purely empirical, either could be applied only to directly related, concrete, specific problems; there was no scientific theory within which technological planning could be carried out, so there could not have been what we have called scientific technology.

Sobre cómo pudo perderse esta tradición científica, Russo apunta (de forma un tanto vaga) a un culpable: Roma y su expansión por el Mediterráneo Oriental durante los siglos II-I a.C. Las guerras entre la República Romana y los estados helenísticos resultaron devastadoras para las sociedades que habían favorecido la aparición del método científico. Lo que no está tan claro es cómo posteriormente el Imperio Romano logró mantener un alto nivel tecnológico sin figuras científicas destacables (exceptuando a unos pocos individuos como Plinio, Galeno o Ptolomeo). Respecto a la ciencia romana, este párrafo es revelador:

What was Rome’s attitude toward science? To give an idea of the level of Roman interest in the scientific method, it may suffice to mention that, as far as is known, no one even attempted to translate Euclid’s Elements into Latin until the sixth century A. D. The first complete translation seems to have been Adelard’s: the year was around 1120 and Adelard was an Englishman (from Bath) translating from the Arabic.

Los filósofos romanos, al igual que sus colegas medievales, desconocían el concepto de método científico pese a tener a su disposición las obras griegas. El ejemplo más claro es la explicación peregrina que nos ofrece Plinio sobre el archifamoso método de Eratóstenes para calcular la circunferencia de la Tierra:

About Eratosthenes’ method, not a word. Pliny is only able to imagine as evidence a direct measurement. The problem is not stupidity, of course. Eratosthenes’ procedure — using a scientific theory as a model for the concrete world — is absolutely incomprehensible to someone who belongs to a prescientific culture. Pliny is thus forced to replace the true intellectual voyage of Eratosthenes by the imaginary concrete voyage of Dionysidorus, though he prefaces it by saying that it is a prime example of “Greek boasting”.

El problema no es, como dice Russo, que los romanos o europeos medievales fuesen estúpidos. Simplemente pertenecían a una sociedad precientífica. Esto explica por qué Colón recorrió media Europa buscando financiación para una empresa basada (de forma errónea) en los cálculos de Eratóstenes y sin embargo no se planteó repetir él mismo el experimento, pese a poseer la tecnología para llevarlo a cabo. Para Plinio o Colón el cálculo del tamaño de la Tierra por Eratóstenes era la obra de un genio, una autoridad de la Antigüedad que, de forma casi mágica, había logrado esta hazaña mediante una medida directa. Puesto que se trataba del resultado de una mente privilegiada, la repetición de la medida estaba fuera de lugar. Siguiendo con el ejemplo, nadie duda de la genialidad de Eratóstenes, pero si hay que matizar cómo realizó su famoso experimento. La leyenda transmitida hasta nosotros nos lo presenta como un genio excéntrico más del periodo, a semejanza de Arquímedes, que decide contratar a unos buenos hombres para que midan andando la distancia entre Alejandría y Siena, dato que sirve de base para su experimento (cuya versión simplificada fue relatada de forma magistral por Carl Sagan en Cosmos). En realidad, Eratóstenes usó la poderosa burocracia estatal ptolemaica, que censaba y medía (geometría) las tierras bajo su dominio de forma rutinaria, para recabar los datos que necesitaba. Ni Eratóstenes ni Arquímedes eran genios solitarios: formaban parte de una sociedad que promovía, defendía y divulgaba el conocimiento científico. Como nos cuenta Russo:

In Section 3.2 we posed the question how come Marinus and Ptolemy, although aware of the method used by Eratosthenes, did not repeat the measurement and instead chose to rely on old and misunderstood data. What we have said so far points toward a partial answer: they could still read Eratosthenes’ work and knew that it was based on sophisticated survey work that could no longer be carried out under prevailing political conditions. This also explains why for so many centuries, even as recently as Galileo’s time, no one was able to improve on Eratosthenes’ findings. Later ages, no longer acquainted with so much as the possibility of a state-funded scientific project, passed on the tale of Eratosthenes’ measurement as if it had been the isolated idea of a genius. Isn’t that what happened also to Archimedes’ hydrostatics, for that matter? […]
Today Eratosthenes’ method seems almost banal to many people who can easily explain it with the help of a drawing. Yet it is inaccessible to prescientific civilizations, and in all of Antiquity not a single Latin author succeeded in stating it coherently.

Tras el declive de la ciencia helenística, fragmentos de ésta se preservaron en forma escrita, lo que permitió su redescubrimiento por generaciones futuras. Russo habla de varios «Renacimientos científicos» durante los cuales volvió a crecer el interés por la ciencia helenística o, simplemente, por la ciencia. El primero de estos Renacimientos tuvo lugar durante la época imperial romana y el siguiente se produjo en la Persia musulmana de los siglos VIII y IX, bajo el Califato Abasí. Luego hubo que esperar al siglo XIII, cuando la Reconquista y el saqueo de Constantinopla durante la Cuarta Cruzada permitieron que los pensadores europeos entrasen en contacto por primera vez con manuscritos helenísticos que estaban en manos de musulmanes y bizantinos. Por último tendríamos el Renacimiento histórico propiamente dicho, que comenzó en el siglo XV.

En definitiva, The Forgotten Revolution nos introduce en las memorias de un mundo perdido. Un mundo basado en la búsqueda del conocimiento mediante el método científico que no se redujo a la famosa Biblioteca de Alejandría, sino que se extendió por todo el Mediterráneo Oriental durante cerca de dos siglos. Algunos volverán a repetir que no, que no es posible que la ciencia helenística alcanzase tales cotas de sofisticación. Pero entonces deberán explicar cómo es posible la existencia de maravillas como el Mecanismo de Antikythera.



11 Comentarios

  1. Excelente artículo, muy interesante. Yo mismo soy licenciado en filosofía, y temas de historia de la ciencia me interesan mucho.
    Hay un punto que hablaste rápidamente, y que que es una de las características más importantes del pensamiento científico:
    «Para Plinio o Colón, el cálculo del tamaño de la Tierra por Eratóstenes era la obra de un genio, una autoridad de la Antigüedad que, de forma casi mágica, había logrado esta hazaña mediante una medida directa.»
    Casi todo el pensamiento antiguo y medieval está basado en el argumento de autoridad: tal persona fue un gran intelecto, y por lo tanto no podría haberse equivocado y se puede repetir lo que él afirma sin miedo de error, sin necesidad de confirmarlo independientemente.
    La ciencia, como todos saben, se basa en hipótesis posibles de verificación, que deben ser probadas para asegurarse si es verdadera o no. Afirmar: «Tal cosa es así porque Newton lo dijo» no es un argumento científicamente aceptable.
    La Grécia clásica también tenía este espíritu crítico: las mitologías, conforme narradas por Homero o Hesíodo, eran consideradas como fuentes verdaderas de conocimiento sobre el mundo, los dioses y sus orígenes. Los filósofos presocráticos, y después Sócrates y Platón, criticaron sus propuestas y trataron de imponer una visión del mundo más racional. Pero no tardó mucho para que ellos mismos se volvieron figuras de autoridad las cuales debían ser aceptadas sin examen: en el campo de las ciencias naturales, eso es válido principalmente para Aristóteles, cuyas ideas físicas (lugar natural, movimiento forzado, geocentrismo) fueron aceptadas sin cuestionar por más de 1500 años.
    No hubo un renacimiento puntual del espíritu científico, ya que este proceso fue gradual y tardó algunos siglos. Pero una figura muy importante, digna de mención, fue René Descartes. El início del «Discurso del Método» es una crítica al argumento de autoridad y a favor del examen libre e independiente de ideas: «el poder de juzgar bien y distinguir lo verdadero de lo falso, que es propiamete lo que nombra el sentido común o la razón, es naturalmente igual en todos los hombres». O sea, todos son capaces de juzgar y decidir sobre la verdad de una doctrina, desde que utilicen un método racional adecuado (aunque el método de Descartes no es exactamente igual al de la ciencia moderna, fue importante al resaltar la prioridad de la utilización de instrumentos racionales) y tengan conocimientos necesarios sobre la materia.
    Quizás sea medio caótico mi comentario, pero es que lo hice rápidamente, sin mucho tiempo para coordenar mis ideas.
    Saludos, y felicitaciones por el excelente artículo!

  2. Que artículo mas interesante. Curiosamente hace poco pensaba sobre los logros científicos y de pensamiento de los antiguos griegos.

    La civilización humana ha avanzado dando dos pasos adelante y uno atrás a lo largo de los siglos y hoy aunque parece que solo podemos ir hacia delante nos espera algún paso atrás.

    Por cierto que me he sonreido al ver la referencia a Cosmos de Carl Sagan, siendo un niño viendo ese programa me sorprendí por primera vez por el ingenio de los antiguos.

  3. Me ha encantado el artículo. Siempre he admirado el altísimo nivel científico logrado por los griegos, y recuerdo que fue justamente con la primera emisión de Cosmos, cuando empecé a descubrir los impresionantes avances de aquella época. Recuerdo que mi nivel de admiración me llevó a plantearme qué grado de avance tendríamos hoy en día si la progresión hubiese continuado, saltándonos el periodo oscurantista de la era medieval…

  4. Se trata de uno de los mejores artículos que he leído sobre el tema, rico y ameno al mismo tiempo, dentro de una rama del conocimiento tan interesante como es la epistemología.
    Es indudable que los que han leido «Cosmos» recuerdan el capítulo que le dedicó Carl Sagan al desarrollo del pensamiento científico en la época helenística («Cosmos» fue mi primera fuente de conocimiento sobre la historia de la ciencia, y además de los pensadores que reseña Daniel Marín en su post, citaba en el capítulo VII a Anaxágoras, quien elucidó que el Sol era una piedra caliente y que la Luna provenía de la Tierra y reflejaba la luz del Sol; a Demócrito, quien inventó la palabra átomo; a Tales de Mileto, quien se oponía a la idea de la Creación llevada a cabo por Dioses… sus conclusiones sobre aquel período de la historia tan breve como interesante son dignas de reseñar).

    Supongo que no existe todavía una edición en castellano del libro de Lucio Russo… Una lástima, mi nivel de inglés es muy básico.
    Felicidades, una vez mas, por tu blog.

  5. en la serie Documental «Nacimiento de Europa» (7 episodios)(creo que es de 1994)
    se comenta este tema.
    (el ultimo capitulo «Los rehenes del petróleo» 15 años mas tarde resulta revelador)

    no creo que sea cuestion de poner a Herón a la misma altura que daVinci , si no al contrari (serian «tecnologos» pero no inventores)

    tambien opino que los Romanos eran grandes ingenieros, pero no cientificos,ni tegnologos, ni inventores.

    creo tambien que el comercio en el Mediterraneo facilito el intercambio cientifico (y Grecia como centro comercial y cientifico), no creo que los demas se limitasen solo a copiar sin mas interes

    (del texto)
    «is absolutely incomprehensible to someone who belongs to a prescientific culture»

    esto explica el vacio que dejo la caida del imperio Romano
    y que tubo durante esa epoca a los Musulmana como legatarios del Saber.

  6. los antiguos solo tenian tres areas de desarrollo tecnológico:
    -religioso
    (templos,piramides,catedrales)
    -comercial
    (navegacion,carreteras,carros)
    -belicas y de conquista (fortalezas,armaduras,ballestas)

    pero a pesar de todo no cambiaria nada de la historia, cada epoca nos aporta su legado

    tal vez un desarrollo mas temprano (como se sugiere)y el ecosistema del planeta junto al suministro energetico se abrian agotado
    (solo llevamos UN Siglo de ERA INDUSTRIAL)

  7. se habla de la edad media como «epoca oscura» pero eso fue solo en europa no en el resto del mundo la cultura Musulmana conocio su mayor esplendor en ese periodo pero en occidente eso parece no interesar es un olvido intencionado

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Por Daniel Marín, publicado el 12 enero, 2009
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