Era el momento de la verdad. Llegar hasta este punto había costado ocho años y mucho esfuerzo, incluyendo el sacrificio de vidas humanas. Ni en sus mejores sueños los encargados de la NASA habían pensado que las cuatro primeras misiones tripuladas Apolo se iban a suceder sin apenas contratiempos. Pero así había sido y ahora tocaba alcanzar la superficie de la Luna. La maquinaria estaba lista y engrasada como un deportista en la cúspide de su entrenamiento. Según la clasificación de vuelos introducida en septiembre de 1967, le tocaba el turno a la ‘Misión G’. Pero ‘Misión G’ es un un sobrenombre demasiado aséptico para una de los mayores hitos de la historia: ¡pisar la superficie de la Luna!
La NASA había decidido que, tras el éxito de las misiones Apolo 7, 8, 9 y 10, Apolo 11 iría a la Luna en la ventana de lanzamiento de julio de 1969. Si el alunizaje no tenía éxito, se volvería a intentar en septiembre, con tiempo suficiente —esperaban— para solucionar cualquier problema que hubiera podido surgir. De esta forma la NASA dispondría de dos oportunidades para cumplir con el mandato cuasisagrado de Kennedy antes de 1970. La tripulación del Apolo 11 estaría formada por Neil Armstrong, Mike Collins y Buzz Aldrin. Eran tres pilotos tan experimentados y cualificados, además de ser unas personas extraordinarias en todos los sentidos, que es tentador pensar que fueron elegidos específicamente para esta histórica misión. Nada más lejos de la realidad.
Los protagonistas
La tripulación del Apolo 11 había sido seleccionada por Deke Slayton en mayo de 1967. Slayton funcionaba de acuerdo con su famoso sistema de rotaciones, es decir, los astronautas suplentes de una tripulación se convertirían en la tripulación principal tres misiones más adelante. Eso significaba que la tripulación suplente del Apolo 8 sería la encargada de pilotar el Apolo 11. Y a finales de 1967, la tripulación suplente del Apolo 8 estaba formada por Charles Conrad, Richard Gordon y Clifton Williams. Williams moriría en un accidente aéreo poco después y sería sustituido por Alan Bean, pero, en cualquier caso, lo que los astronautas no sabían es que Slayton no tenía ninguna intención de mantener el sistema de rotaciones para el primer alunizaje.
Slayton había acordado con Bob Gilruth, el encargado del centro de vuelos tripulados de la NASA en Houston, que el primer alunizaje estaría comandado por un veterano del Mercury si era posible. El favorito de Slayton siempre fue Gus Grissom, pero, desgraciadamente, Gus falleció en la tragedia del Apolo 1. Los únicos veteranos del Mercury disponibles eran Wally Schirra y Gordo Cooper, pero Slayton había decidido que el rendimiento de sus dos antiguos camaradas era deficiente y no estaba dispuesto a asignarles ninguna misión de alunizaje (para colmo, Schirra y su tripulación serían posteriormente vetados para cualquier vuelo espacial por parte del cuartel general de la NASA tras las continuas insubordinaciones cometidas durante la misión Apolo 7).
Además de Schirra, Slayton había designado como comandantes de las primeras misiones Apolo a Jim McDivitt, Frank Borman y Tom Stafford (el resto de tripulantes se elegían en función del comandante). Slayton quería que Borman o McDivitt comandasen en una fecha posterior la primera misión de alunizaje, pero los dos hombres decidieron que no volarían más al espacio después de completar sus misiones (McDivitt habría aceptado comandar el Apolo 11, pero su misión Apolo 9 quedó demasiado cerca de esta en el calendario para que esta fuese una opción). Por lo tanto, Slayton, ya sin candidatos favoritos, se vio forzado a usar al resto de astronautas que había introducido en el sistema de rotaciones. Como decíamos, la tripulación de reserva del Apolo 8 sería la principal del Apolo 11. Sin embargo, a mediados de 1968 las tripulaciones principales del Apolo 8 y el Apolo 9 se intercambiaron tras la negativa de Jim McDivitt a comandar una misión sin módulo lunar y, en el proceso, también se intercambiaron las tripulaciones de reserva. Ahora la tripulación de reserva del Apolo 8 sería Neil Armstrong (comandante), Jim Lovell (piloto del módulo de mando) y Buzz Aldrin (piloto del módulo lunar).
No obstante, Mike Collins, que había sido asignado como piloto del módulo de mando del Apolo 8, tuvo que ser sometido a una operación de cirugía para corregir una hernia de disco en la columna y fue sustituido por Jim Lovell. Slayton decidió poner a Aldrin como piloto del módulo de mando suplente y asignó temporalmente a Fred Haise como piloto del módulo lunar para el Apolo 8. Una vez Collins se recuperó de su cirugía, volvió a la rotación como miembro de la tripulación de Armstrong y recuperó su puesto de piloto del módulo de mando. Aldrin volvió a ocupar el puesto de piloto del LM a expensas de Haise, quien carecía de experiencia en vuelos espaciales (además, Slayton no tenía ninguna intención de asignarle a una de las primeras misiones). Efectivamente, como vemos, la tripulación del Apolo 11 pudo haber sido muy diferente, pero solo Armstrong, Collins y Aldrin entrarían en la historia por la puerta grande.
Si hubo un astronauta con más nervios de acero que el resto, sin duda ese era Neil Alden Armstrong. Había nacido el 5 de agosto de 1930 en Wapakoneta, Ohio, y su pasión siempre había sido volar. Tras alistarse en la armada, había participado en la Guerra de Corea como piloto de aviones F9F Panther mientras estuvo embarcado en el USS Essex. Durante la guerra llevó a cabo cerca de 78 misiones de combate, principalmente de ataque a suelo. Posteriormente se retiró de la armada y obtuvo un título de ingeniero aeronáutico por la universidad de Purdue. En 1955 pasó a trabajar para la NACA como piloto de pruebas en la base de Edwards y al año siguiente se casó con Janet Shearon. En Edwards Armstrong pudo pilotar todo tipo de aeronaves con el fin de mejorar su diseño, su auténtica pasión. En 1958 la NACA se fusionó con la recién nacida NASA y poco después Armstrong comenzó a pilotar el avión cohete X-15. En 1960 alcanzó los 63 kilómetros de altura durante una de las siete misiones que llevó a cabo con este legendario avión. En 1962 sería seleccionado como parte del segundo grupo de astronautas de la NASA, los primeros en ser elegidos después de los Siete del Mercury originales (su solicitud llegó fuera de plazo, pero fue admitida debido a la espectacular experiencia de vuelo de Armstrong).
En marzo de 1966 Armstrong había llevado a cabo su primera misión espacial, la Gémini 8, junto con Dave Scott. La misión duró menos de once horas debido a un problema con el sistema de propulsión de la cápsula Gémini que surgió mientras estaba acoplada con la etapa Agena. La situación se volvió crítica y solo la calma y profesionalidad de Armstrong lograron que la tripulación saliese con vida. La impresionante actuación de Armstrong durante Gémini 8 impresionó sobremanera a Slayton y al resto de astronautas de la NASA. El 6 de mayo de 1968 Armstrong se eyectó del vehículo LLRV-1 usado para simular el descenso del LM en la Luna. El LLRV había perdido el control y se estrelló poco después. Afortunadamente, Armstrong salió ileso del incidente, aunque se mordió la lengua. En el momento del Apolo 11, Armstrong tenía dos hijos varones (en 1959 tuvo otra hija, Karen, que falleció con solo tres años de edad).
El piloto del módulo de mando (CMP) Michael Collins había nacido el 31 de octubre de 1930 en Roma debido a que su padre, un oficial del ejército estadounidense, estaba destinado por esa época en Italia. A diferencia de Armstrong y Aldrin, Collins no mostró demasiado interés por el mundo de la aviación. Sus pasiones eran el deporte y la lectura, una combinación que a mucha gente le parecía poco habitual para un militar. Collins se unió a la USAF en 1952 y dos años más tarde se entrenó para pilotar cazas F-86 cargados con armas nucleares. En 1956 se casó con Patricia Finnegan. Estuvo destinado en varias bases europeas y en 1960 pasó a ser piloto de pruebas militar en la base de Edwards. Tras ser rechazado durante la segunda selección de astronautas para la NASA, Collins se presentó sin muchas ganas al tercer proceso de selección y no pasó la evaluación psiquiátrica hasta que Slayton le preguntó personalmente si seguía interesado en ser astronauta. En julio de 1966 viajó al espacio con John Young en la misión Gémini 10, durante la cual realizó dos paseos espaciales.
Al igual que sus dos compañeros, Edwin Eugene Aldrin Jr había nacido en 1930 —en Montclair, New Jersey—, aunque su cumpleaños era el 20 de enero, así que durante la misión Apolo 11 era el mayor de los tres por apenas unos meses. Fue apodado ‘Buzz’ desde pequeño porque, de niña, su hermana menor pronunciaba brother como buzzer. Estudió en la prestigiosa academia de West Point, donde se formaba la élite militar del país, y en 1951 fue destinado a Seúl como piloto de cazas F-86 Sabre. Durante la Guerra de Corea Aldrin llevó a cabo 66 misiones de combate y en 1952 derribó dos cazas MiG de fabricación soviética. En 1954 se casó con Joan Archer y en dos años más tarde fue destinado a Alemania como piloto de cazas F-100. Posteriormente estudió ingeniería aeronáutica en la Universidad de Michigan y en 1963 presentó una tesis doctoral en astronáutica por el MIT. Al igual que Collins, sería rechazado durante el segundo proceso de selección de astronautas de la NASA, aunque en el caso de Aldrin el rechazo se debió a que no era un piloto de pruebas. Durante la tercera selección de 1963 la NASA cambió las normas y pidió que los aspirantes fuesen pilotos de prueba o pilotos a secas, pero con más de mil horas de vuelo. Para entonces, Aldrin tenía más de 2500 horas de vuelo —2200 en aviones a reacción de altas prestaciones— y fue aceptado. Sería el primer astronauta de la NASA con un doctorado. Aldrin fue designado como piloto de reserva de la misión Gémini 9 tras la muerte de la tripulación principal, Elliot See y Charles Bassett, en un accidente aéreo. Eso le permitió convertirse en miembro de la tripulación principal de la Gémini 12 junto a Jim Lovell y en noviembre de 1966 viajó al espacio en la última misión del programa Gémini y realizó tres paseos espaciales. Sería el piloto del módulo lunar (LMP) para el Apolo 11.
Las personalidades de los tres hombres, como casi todas las de los astronauts del Apolo, desafiaban los estereotipos de la época. Los tres eran consumados pilotos militares, sí, pero su imagen estaba muy alejada del típico «macho alfa» bravucón que Hollywood nos ha hecho llegar a través de películas como Top Gun. Armstrong y Aldrin eran muy reservados, aunque Armstrong se llevaba la palma en parquedad de palabras y siempre fue una decepción para los periodistas, deseosos de escuchar mensajes profundos y grandilocuentes del primer hombre que iba a pisar la Luna. Además de ser un piloto de pruebas excepcional, Armstrong tenía la habilidad de convertir un relato espacial épico en una aburrida y aséptica auditoría técnica. Pero no lo habían contratado por sus dotes narrativas. La seguridad y serenidad de Armstrong lo convertían en un líder nato.
Por contra, Aldrin, aunque era amable y asequible, tendía al enfado más fácilmente que sus compañeros y se había ganado la fama de ser alguien ‘difícil’ con el que trabajar. Collins era la nota discordante. Ávido lector y culto, también llamaba la atención de la prensa por sus esporádicas muestras de humor sutil e inteligente que lograban ‘salvar’ más de una entrevista. Mientras que Armstrong y Collins veían en el espacio una extensión del mundo aeronáutico y no eran especialmente fanáticos de la exploración espacial en general, Aldrin era un auténtico ‘espaciotrastornado’ y disfrutaba con todo lo que tenía que ver con el espacio, especialmente a nivel teórico. Para Armstrong y Collins ir a la Luna era un trabajo apasionante porque suponía el reto profesional definitivo para un piloto de pruebas. Para Aldrin, ir a la Luna debía ser solo el preludio de la exploración del sistema solar por parte del ser humano. Probablemente el más patriótico del trío, creía que los EEUU debían hacer todo lo posible para adelantarse a la Unión Soviética en la conquista del espacio. Los tres no eran amigos, pero tampoco se llevaban mal. Como decía Collins, eran más bien unos desconocidos con una relación cordial («amiable strangers»).
La cuenta atrás
El lunes 6 de enero de 1969 Slayton llamó a los tres astronautas a su despacho y les comunicó que ellos serían la tripulación del Apolo 11 («you’re it», fueron sus palabras). Sin embargo, por entonces no estaba claro que Apolo 11 fuese a ser una misión de alunizaje. Las misiones Apolo 9 y 10 tenían que desarrollarse primero sin incidentes; y eso era mucho suponer. Pero así fue. De hecho, Apolo 10 salió mejor de lo planeado, con apenas incidentes dignos de mención. El 26 de mayo el módulo de mando Charlie Brown del Apolo 10 amerizaba en el Pacífico. El camino hacia la Luna estaba despejado. Dos semanas más tarde la NASA anunciaba oficialmente que el Apolo 11 intentaría realizar el primer alunizaje tripulado de la historia. La tripulación de reserva del Apolo 11 estaría formada por Jim Lovell, Bill Anders y Fred Haise, mientras que en la tripulación de apoyo estarían Ken Mattingly, Ron Evans, Jack Swigert y Bill Pogue.
Para entonces la maquinaria que permitiría a Armstrong, Collins y Aldrin llegar a la Luna ya estaba lista. El 8 de enero había llegado al Centro Espacial Kennedy la etapa de ascenso del módulo lunar LM-5, proveniente de las instalaciones de la empresa Grumman, mientras que la etapa de descenso llegó cuatro días más tarde. El 19 de enero le tocó el turno a la tercera etapa S-IVB, fabricada por McDonnell-Douglas. El 29 de enero la empresa North American Rockwell envió el módulo de mando y servicio CSM-107 y el 6 de febrero llegó la segunda etapa S-II, también de North American. La etapa había sido enviada desde California hasta el centro de pruebas del río Misisipi —actualmente el Centro Stennis de la NASA— en barcaza a través del canal de Panamá. Tras comprobar su funcionamiento, viajó a Florida a bordo de un avión Super Guppy, como el resto de elementos, con la excepción de la primera etapa S-IC, que era demasiado grande para viajar por avión. Después de ser ensamblada por Boeing en su planta de Michoud, Louisiana, la S-IC fue enviada al centro de pruebas del Misisipi en barcaza y de allí a Cabo Cañaveral, también por mar, rodeando la península de Florida.
En marzo la tripulación completó las pruebas de altitud en el módulo de mando, durante las cuales se comprobaba el correcto funcionamiento de los sistemas al ser expuestos al vacío y la integración de los trajes de los astronautas con la nave. Los diversos elementos del Saturno V se fueron montando en el gigantesco Edificio de Ensamblaje Vertical (VAB) del Centro Kennedy y el 6 de mayo el conjunto estaría listo con la denominación oficial AS-506 (Apollo Saturn 506). El 20 de mayo el enorme cohete fue trasladado a la rampa de lanzamiento 39A sobre la plataforma MLP (Mobile Launch Platform) usando el transporte oruga. El cohete se hallaba unido a la torre de servicio LUT (Launch Umbilical Tower), usada para el acceso de la tripulación y dotada de brazos con umbilicales eléctricos y de combustible para las tres etapas del Saturno V.
Después del pequeño escándalo en el departamento de relaciones públicas de la NASA que había causado la elección de nombres para las naves de las misiones Apolo 9 y Apolo 10, la agencia espacial presionó a la tripulación para que eligiesen nombres más ‘formales’. No hay que olvidar que estos nombres no eran un simple detalle menor, sino que debían usarse continuamente en las comunicaciones con el control de la misión en Houston como callsigns mientras el CSM y el LM estuviesen separados (durante el resto de la misión solo se usaría ‘Apolo 11’). Se rechazaron parejas de nombres como ‘Cástor y Pólux’ o ‘Romeo y Julieta’. Los nombres debían evocar a los Estados Unidos, pero sin sonar demasiado patrioteros o bélicos. Con la estrecha ayuda de Julian Scheer, el encargado de relaciones públicas de la NASA, la tripulación escogió los nombres de Columbia y Eagle para el CSM y el LM, respectivamente. Columbia fue sugerido por Scheer por las estrechas relaciones de la palabra con los EEUU y, en parte, por ser muy parecido al nombre del cañón que aparecía en la novela de Julio Verne ‘De la Tierra a la Luna’. Eagle hacía referencia al águila calva, uno de los símbolos de Estados Unidos.
A la hora de diseñar el emblema —patch— de la misión se decidió no usar ningún símbolo nacional ni los nombres de los astronautas en un intento de representar a toda la humanidad y no solo al país que había hecho posible esta hazaña. La tripulación diseñó un estilizado emblema con la asistencia de James Cooper, un ilustrador profesional, y optó por dibujar la Luna, la Tierra y un águila posándose como metáfora del alunizaje (Collins usó como inspiración una ilustración de un águila que apareció en National Geographic hecha por Walter A. Weber en 1950). No obstante, a los jefes de la NASA no les pareció apropiado: el águila parecía demasiado agresiva. Para suavizar la escena se añadió al águila una rama de olivo en el pico, pero esto tampoco convenció a sus superiores. Finalmente, se cambió la rama del pico a las garras para suavizar la composición.
El 17 de junio la tripulación se trasladó al MSOB (Manned Spacecraft Operations Building) del Centro Espacial Kennedy para vivir y trabajar en la misma zona hasta el día del lanzamiento. Este edificio era el usado para, entre otras cosas, poner a punto el CSM y el LM. En el tercer piso del edificio existía una pequeña área residencial con tres apartamentos bastante espartanos destinados a las tripulaciones. Durante el escaso tiempo libre que tenían podían relajarse en una pequeña y acogedora casita cerca de la playa en Merritt Island. Para los astronautas era simplemente ‘la casa de la playa’, aunque para la NASA, en su casi enfermizo empeño por designar cualquier cosa con un acrónimo, era el ATRB (Astronaut Training and Rehabilitation Building). El 18 de junio se llevó a cabo la carga de propergoles hipergólicos de los sistemas de propulsión del CSM y el LM (que funcionaban mediante Aerozine 50, un derivado de la hidrazina, y tetraóxido de dinitrógeno). La carga de propergoles se realizó usando la plataforma móvil MSS (Mobile Service Structure), una enorme torre de servicio que permitía a los técnicos inspeccionar las distintas partes del Saturno V, especialmente el CSM y el LM.
El 2 de julio se llevó a cabo el TCDT (Terminal Countdown Demonstration Test), una prueba en la que se simulaba la cuenta atrás del lanzamiento hasta el despegue, incluyendo la carga de propergoles en el Saturno V. Por motivos de seguridad, los astronautas no estaban presentes en esta fase y al día siguiente se repitió el TCDT ‘seco’ con la tripulación. Los tres astronautas se pusieron sus escafandras y se metieron en la cápsula para simular todos los pasos del despegue (algunas de las imágenes del día del lanzamiento del Apolo 11 corresponden en realidad a esta prueba).
El 5 de julio se produjo un incidente que sería decisivo. Ese día Dave Scott y Jim Irwin, la tripulación de reserva del Apolo 12, estaban en el simulador del módulo lunar. Durante un ensayo del alunizaje, saltó una alarma de tipo 1201 en el ordenador del LM. El controlador de la consola Guidance (‘guiado’) encargado del ordenador LGC del LM, Steve Bales, consultó el problema con Jack Garman y otros expertos situados en otra sala a través de su circuito cerrado de comunicaciones. Sabían que la alarma se había producido por una sobrecarga de trabajo del ordenador, pero no estaban seguros de que no fuese a afectar al descenso del módulo lunar. Bales recomendó abortar el alunizaje. Tras la simulación se comprobó que el módulo lunar podía haber aterrizado de forma segura pese a la alarma. Como resultado, Bales y su equipo del MIT redactaron una lista exhaustiva de cada tipo de alarma del ordenador LGC y si su aparición hacía necesario un aborto o no. No lo sabían, pero esta lista salvaría la misión apenas dos semanas más tarde.
El lanzamiento
La cuenta atrás para el lanzamiento del Apolo 11 comenzó oficialmente el 14 de julio a las 21:00 UTC. El reloj empezó a funcionar a las T-28 horas (como suele ser habitual, la cuenta atrás incluía dos paradas para solucionar posibles problemas). En el Centro de Control de Lanzamiento del Centro Espacial Kennedy, situado junto al VAB, 463 técnicos supervisaban todos los sistemas del gigantesco cohete bajo la supervisión de Rocco Petrone, el director de Operaciones de Lanzamiento del KSC. Mientras, en la sala MOCR del Centro de Naves Tripuladas de Houston, Texas, los controladores del Centro de Control de la Misión (MCC) esperaban diligentemente hacerse cargo del Apolo 11 una vez el reloj llegase a cero. Los Directores de Vuelo para el Apolo 11 serían Cliff Charlesworth, Gene Kranz, Glynn Lunney y Gerald Griffin. Pero hasta que el Saturno V despegase, los chicos de Petrone tenían la última palabra.
Los astronautas habían pasado los días anteriores repasando detalles de última hora y relajándose en la casa de la playa. El 15 de julio llevaron a cabo su última sesión en el simulador. Armstrong pensaba que todavía les quedaba como cosa de un mes para estar verdaderamente listos, pero siendo realistas no podían estar mejor preparados. En un intento de reducir su ansiedad, el propio administrador de la NASA Thomas Paine les había asegurado que serían asignados a la siguiente misión si no conseguían alunizar, saltándose, una vez más, el sistema de rotaciones de Slayton. Sabiendo que poco más podían hacer, los tres astronautas se fueron a dormir el 15 de julio a las 22:00 horas (hora local).
Slayton les despertaría a las 4:15 tocando en la puerta de sus dormitorios del edificio MSOB. «Es una bonita mañana» les dijo, aunque, obviamente, todavía era de noche. Mientras, el Saturno V se erguía imponente en la rampa iluminado por los potentes focos y miles de personas fuera del centro espacial pasaban la noche en todo tipo de vehículos y tiendas de campaña para asegurarse un buen lugar de observación. La enfermera asignada a la tripulación, Dee O’Hara, se encargó de recabar los últimos datos médicos de los astronautas. Después de ducharse, a las 5:00 procedieron a comer el tradicional desayuno ‘bajo en residuos’ consistente en bistec con huevos revueltos, tostadas y zumo de naranja. Junto a ellos estaba Slayton.
Una vez finalizado el desayuno, a las 5:30 se dirigieron por el pasillo del tercer piso a la habitación donde se pondrían sus escafandras de presión A7L. Un equipo de cuatro personas dirigido por Joe Schmidt sería el encargado de ayudar a los astronautas a colocarse los trajes (Schmidt había vestido a los astronautas de la NASA desde el vuelo de Al Shepard en 1961). Los tres trajes A7L, hechos a medida para cada astronauta, habían sido desmontados cuidadosamente tras el TCDT de principios de julio para ser revisados y limpiados por última vez. Los astronautas primero se colocaron el pañal y el dispositivo para la recolección de la orina —similar a un preservativo— que llevaba asociado una bolsa de orina que iba en la cintura. Luego se pusieron los sensores biométricos, la ropa interior —un mono denominado CWG (Constant Wear Garment) con conexiones eléctricas— y la escafandra propiamente dicha, que se cerraba por la espalda con una cremallera.
A continuación se colocaron el ‘gorro Snoopy’, con los auriculares y micrófonos, y unos guantes de tela. Por último se pusieron los guantes intravehiculares y los cascos en forma de burbuja. Tras una prueba de presurización para comprobar la integridad de la escafandra, los tres comenzaron a respirar oxígeno puro para purgar el nitrógeno de su sangre. Los tres llevaban tres relojes Omega en el exterior de los trajes y, como detalle curioso, serían los primeros astronautas del Apolo en llevar trajes de vuelo con el anillo metálico del cuello de color rojo en vez de azul (el cambio de color fue debido a la necesidad de evitar confusión por culpa de la introducción de diseño ligeramente diferente en los cascos).
Las naves Apolo usaban una atmósfera de oxígeno puro a baja presión (aproximadamente un tercio de la presión a nivel del mar, ligeramente por encima de la presión parcial del oxígeno a esa altura) para facilitar los paseos espaciales, ya que de esta forma no era necesario llevar a cabo ningún procedimiento de descompresión. A cambio, los astronautas debían respirar oxígeno puro desde antes del despegue para eliminar el nitrógeno y evitar el riesgo de una embolia. Además, tras el accidente del Apolo 1 se decidió que durante el lanzamiento el módulo de mando tendría una atmósfera de un 40% de nitrógeno y un 60% de oxígeno para reducir el riesgo de incendio. Esta atmósfera sería expulsada al espacio durante el despegue hasta alcanzar la presión final de oxígeno puro. Armstrong y Aldrin llevaban los trajes A7L diseñados para actividades extravehiculares (EVAs), de 25 kg, mientras que el traje intravehicular de Collins era más ligero, 16 kg, puesto que no iba a abandonar la nave y la escafandra solo debía servir como protección en caso de despresurización. Los trajes se diferenciaban claramente, además de por el peso, porque el traje A7L intravehicular de Collins carecía de las conexiones extras frontales de los umbilicales para la mochila OPS de suministro de oxígeno de emergencia que solo se usarían durante el paseo espacial en la superficie lunar.
Una vez enfundados en sus escafandras, a las 6:20 los tres astronautas se pusieron unas cubiertas protectoras de plástico de vivo color amarillo en las suelas y conectaron los umbilicales de los trajes a un equipo portátil con un suministro de oxígeno que también servía para regular la temperatura de las escafandras. Salieron de la habitación y cogieron el ascensor hasta la planta baja del MSOB. Les acompañaban Slayton, Schmidt, un bombero con un extintor —poca broma con el oxígeno puro de los trajes— y el técnico Ed Woods, que llevaba un equipo portátil de suministro de oxígeno adicional por si fallaba alguno de los tres que portaban los astronautas. La tripulación salió al exterior por la puerta situada en el pasillo que formaban dos de los edificios del complejo MSOB, donde les esperaba la furgoneta —había una segunda Astrovan de reserva— para ir a la rampa, situada a 12 kilómetros. Decenas de periodistas se agolpaban cerca de la salida para fotografiar el histórico evento. El convoy partió a las 6:27 bajo la supervisión del jefe de seguridad Charles Buckley. Apenas quedaban tres horas para el despegue.
Un cuarto de hora más tarde la Astrovan llegó a la rampa 39A y los astronautas subieron en ascensor hasta el nivel 320 —los ‘pisos’ de la torre LUT se designaban por su altura en pies sobre el suelo—, donde estaba situado el Brazo Número 9 que les llevaría hasta la Sala Blanca (White Room), donde los astronautas se introducirían dentro del módulo de mando. La Sala Blanca era demasiado pequeña para que los tres astronautas con sus voluminosas escafandras y el personal de apoyo estuviesen dentro al mismo tiempo, así que mientras Armstrong y Collins caminaban por el brazo hasta la nave, Aldrin esperó su turno en la torre. Armstrong ocuparía el asiento izquierdo, destinado al comandante. Collins, piloto del módulo de mando, debería haber ocupado el asiento central, pero antes del lanzamiento se había decidido que, de forma excepcional, esta posición la ocuparía Aldrin, quien se había entrenado como piloto del módulo de mando mientras Collins estuvo de baja médica.
Los astronautas se introducen en la nave con ayuda del equipo dirigido por el alemán Günter Wendt, no sin antes intercambiar una serie de bromas y regalos que se habían convertido en una tradición ineludible. Durante el programa Gémini las bromas entre los astronautas y Wendt se habían salido un poco de madre y llegaron a ser muy disparatadas. En el Apolo la NASA había puesto ciertos límites, pero no las pudo eliminar del todo. Collins le regaló a Wendt una trucha minúscula presentada en una tabla de madera como si fuera un trofeo de pesca. La broma hacía referencia a que Wendt, como todo buen amante de la pesca, solía exagerar sobre el gran tamaño que tenían sus capturas. Collins había llevado el trofeo de broma desde el edificio MSOB hasta la rampa en una bolsa de papel marrón con miedo a que se le cayese delante de los ojos de todo el mundo.
Por su parte, Wendt les dio a los astronautas una llave de pega denominada ‘la llave de la Luna’. Previamente, había puesto letreros por la torre de servicio indicando que «la llave a la Luna estaba en la sala blanca». Tras intercambiar otros regalos menos llamativos, Armstrong entró en la nave a las 6:35 y luego le tocaría a Collins. Además de por los técnicos de Wendt, son ayudados por Fred Haise, el piloto del módulo lunar de reserva, quien ha estado a bordo de la cápsula configurándola para el despegue antes de que los astronautas llegasen. Tras un último adiós, Wendt y su equipo cierran las dos escotillas del Columbia —la de la cápsula y la exterior de la cubierta del sistema de escape de emergencia (LES)— y abandonan la rampa a las 7:52. Unas 3 horas y 20 minutos antes del lanzamiento se detecta una fuga de hidrógeno en la válvula encargada de llenar de hidrógeno la tercera etapa S-IVB. Varios técnicos son enviados al nivel 200 del LUT para solucionar el problema mientras los astronautas se introducen en la nave. Cuando se reanudan las operaciones de carga de combustible dos horas antes del lanzamiento se comprueba que la fuga ha desaparecido.
El brazo Número 9 con la Sala Blanca se separa de la nave, pero no se aleja del todo para permitir que la tripulación pueda abandonar la rampa rápidamente en caso de emergencia. Si hay algún problema, la rampa cuenta con una cabina montada en una tirolina capaz de alejar a la tripulación hasta un búnker subterráneo conocido como ‘la habitación de goma’. Si el enorme Saturno V explota en la rampa, la tripulación podría sobrevivir en un búnker esférico al que se accede por tobogán que da a una habitación recubierta de goma. Dentro del búnker hay víveres para varios días. Mientras tanto, la multitud de personas que van a ver el lanzamiento cada vez está más impaciente. Entre los invitados VIP se encuentran el vicepresidente Spiro Agnew, el ex presidente Lyndon Johnson, el anterior administrador de la NASA, James Webb, y decenas de senadores, congresistas y políticos de todo pelaje. Entre el público también están pioneros de la astronáutica como Hermann Oberth o de la aviación como Charles Lindbergh. Pero la ausencia más llamativa es la del presidente Richard Nixon.
En T-3 minutos y 30 segundos el ingeniero de Boeing a cargo del panel del encendido de la primera etapa aprieta el botón Orden de Encendido (Firing Command) en el centro de lanzamiento. A T-2 minutos empieza la presurización de los tanques de combustible y oxígeno líquido del Saturno V. Veinte segundos antes del lanzamiento comienza la secuencia de lanzamiento automática. El Saturno V no despegaba apretando un botón en el momento justo como en las películas, sino que era controlado automáticamente por el TCS (Terminal Countdown Sequencer), situado en la plataforma MLP. Aunque el TCS no era un ordenador, era el encargado de dar las órdenes finales para el despegue sin intervención humana. Cincuenta segundos antes del lanzamiento el TCS autoriza la secuencia para que las distintas etapas sean independientes eléctricamente («power transfer is complete»). A T-17 segundos se activa el sistema de guiado y navegación del lanzador, situado en el anillo IU de la tercera etapa, y controlado por el ordenador LVDC de IBM.
El Saturno V ya es totalmente independiente de los sistemas de tierra y solo está esperando el momento de levantar el vuelo. La noticia se anuncia con el aviso «guidance is internal». La retransmisión de la NASA comienza a contar los segundos para el lanzamiento. A T-9 segundos se inicia la secuencia de ignición de los cinco motores F-1 de la primera etapa, los más potentes jamás construidos por el ser humano. El sistema de atenuación de ondas de choque comienza a descargar toneladas de agua bajo los motores para evitar que el cohete sea despedazado por su propio sonido. A T-0 la bestia cobra vida. El sonido alcanza los 190 decibelios, muy cerca del valor requerido para matar a un ser humano solamente por efecto de las ondas de choque. El calor es tan intenso que podría destruir el exterior de los motores F-1, de ahí que se hayan cubierto con varias capas de material aislante.
El despegue del Apolo 11 tiene lugar el 16 de julio a las 13:32 UTC, 8:32 hora loca (la ventana de lanzamiento estaba abierta ese día hasta las 17:54 UTC). Tras retirarse los cuatro brazos que sujetaban el cohete a la plataforma MLP, el Saturno V se eleva lentamente consumiendo quince toneladas de combustible por segundo. Armstrong, Aldrin y Collins apenas pueden escuchar las indicaciones de Houston a través del sonido y las vibraciones de los motores. Slayton no se había equivocado: era una mañana perfecta. Casi no había nubes en el cielo de Cabo Cañaveral. Pese a la intensidad de la luz del sol, una nueva estrella deslumbrante se eleva cerca de la costa. Los miles de espectadores contemplan primero el despegue como una película muda hasta que el sonido les alcanza y entonces quedan estupefactos por su intensidad.
El cohete se eleva lentamente mientras se desvía un poco hacia a un lado para evitar que pueda chocar con la torre LUT. La torre queda atrás en diez segundos. Luego, entre T+13,2 segundos y T+31,1 segundos el lanzador comienza a girar alrededor de su eje longitudinal al modificar la orientación de las toberas de los motores F-1. De esta forma el cohete cambia el azimut de lanzamiento de los 90º originales —o sea, en dirección este— hasta los 72,1º. Esta no es la dirección óptima para aprovechar la rotación de la Tierra, pero la NASA acepta la pérdida de prestaciones que conlleva con el fin de alcanzar una órbita que sobrevuele las estaciones terrestres de Canarias y Madagascar. Pasados los 80 segundos el cohete entra en la zona de máxima presión dinámica (MAX-Q), donde la densidad del aire y la velocidad del vehículo se combinan para generar las mayores tensiones sobre el lanzador. Nubes de condensación rodean al cohete mientras atraviesa esta zona.
A pesar de ser astronautas veteranos, para Armstrong, Collins y Aldrin esta es su primera vez en un Saturno V. Los tres están sorprendidos por las fuertes vibraciones del cohete, aunque ya habían sido prevenidos por otros astronautas. Armstrong vigila los instrumentos mientras mantiene su mano cerca de la palanca de aborto que debe activar la torre de escape si surge algún problema grave. En caso de que el ordenador LVDC del Saturno V falle, el AGC del módulo de mando podrá tomar el control del cohete. Si este también falla, Armstrong se ha entrenado para pilotar a mano la enorme bestia hasta la órbita (el control manual se logra introduciendo la orden ‘verbo 46’ en el ordenador AGC). El motor central de la primera etapa se apaga para reducir la aceleración y 161,63 segundos después del despegue la etapa S-IC se separa mediante la acción de mecanismos pirotécnicos, seguida poco después del segmento que conecta la primera y segunda etapas. Como en las misiones anteriores, la separación es brutal y los astronautas se ven proyectados hacia el panel de instrumentos cuando la aceleración pasa de golpe de 4 g a cero. La etapa S-IC se aleja ayudada por motores de combustible sólido mientras otros motores se encienden en la segunda etapa S-II para permitir que el combustible se quede en la base de los tanques y los cinco motores criogénicos J-2 puedan funcionar correctamente.
La secuencia de la separación de la primera etapa había sido filmada en anteriores misiones Apolo usando cápsulas eyectables con película fotográfica en su interior que luego amerizaban a unos mil kilómetros de Florida mediante paracaídas. Pero el Apolo 11 no llevaba ninguna de estas cámaras (la última misión que las llevó fue el Apolo 8, aunque ninguna de ellas funcionó) debido a las limitaciones de peso del módulo lunar. Todas las imágenes de la separación de las etapas del Apolo 11 que se suelen poner corresponden en realidad a lanzamientos anteriores. En cualquier caso, la etapa S-II es mucho más tranquila y silenciosa que su predecesora, algo que agradecen los astronautas. La torre de escape se separa poco después, liberando las cuatro ventanillas de la cápsula que hasta ese momento habían estado tapadas (durante el lanzamiento los astronautas solo podían ver el exterior por la ventana central, situada tras el asiento de Aldrin).
El motor J-2 central de la segunda etapa también se apaga para limitar la aceleración y reducir los efectos de las vibraciones longitudinales. La etapa cambia además a una mezcla baja en combustible para reducir el empuje aún más antes del apagado, que tiene lugar en T+548,22 segundos. Las dos primeras etapas describen una trayectoria balística y caen en el océano Atlántico a unos 660 y 4300 kilómetros de Florida, respectivamente. La tercera etapa S-IVB enciende su único motor J-2 cuando se cumplen 552,2 segundos tras el despegue y, finalmente, se apaga en T+709,3 segundos. El Apolo 11 ya está en órbita baja. La órbita de aparcamiento inicial es de 183,2 x 186 kilómetros, con una inclinación de 32,52º. Durante el ascenso las comunicaciones con Houston se han llevado a cabo por el buque USNS Vanguard y, posteriormente, gracias a la estación de Maspalomas, en la isla de Gran Canaria. El Capcom Bruce McCandless se dirige a los astronautas una vez en órbita: «Apolo 11, aquí Houston a través de [la estación de Gran] Canaria».
La órbita de aparcamiento
El objetivo de la órbita de aparcamiento es comprobar que los sistemas de la nave están listos y dar tiempo a Houston para que calcule la trayectoria precisa de cara al encendido translunar o TLI (TransLunar Injection), eliminando así cualquier error cometido en el despegue. Los tres hombres ya se encuentran en ingravidez y en una atmósfera de oxígeno puro. Collins nota un dolor molesto en la rodilla izquierda por culpa de la bajada de presión, una molestia que ya sintió en su primera misión Gémini. El conjunto formado por el Columbia, el Eagle y la tercera etapa se interna en la noche al cruzar el terminador sobre el océano Índico después de comunicarse con la estación de Madagascar. Collins deja su asiento y se dirige a la parte trasera de la cápsula para efectuar las tareas de navegación usando el sextante de la nave y el programa P52 del AGC, una maniobra que servirá para calibrar la unidad inercial del sistema de guiado frente a los datos de radar y la telemetría recibidos por las estaciones terrestres. Durante su estancia en la órbita de aparcamiento, el hidrógeno y oxígeno líquidos de la tercera etapa se evaporan constantemente, aumentando la presión de los tanques. Los gases son expulsados al exterior de la etapa de forma controlada generando un empuje constante de tal forma que los propergoles se mantienen en el fondo de los tanques. Poco después la tripulación se deleita con los colores de su primer amanecer desde la órbita en esta misión.
El lugar y momento del encendido TLI no es casualidad. La tercera etapa debe situar al conjunto en una órbita de transferencia de Hohmann hacia la Luna. Esto es posible cuando el plano de la órbita del Apolo coincide con el plano de la órbita lunar, algo que ocurre entre las latitudes +28,5º y -28,5º. El punto donde esto ocurre se denomina ‘punto antipodal’ porque está en las antípodas de la Luna. Además hay que tener en cuenta que la trayectoria final no debe llevar a la Luna directamente, sino que tiene que apuntar a unos 20º por delante para permitir que la gravedad lunar desvíe la nave y facilite la inserción orbital. Para un azimut de lanzamiento de 72º y una órbita de aparcamiento de unos 32º, que era lo normal en el Apolo, el punto de inyección estaba situado en el océano Índico o en medio del Pacífico. Se prefería la segunda opción porque permitía poner rumbo a la Luna en una trayectoria que pasaba por encima del plano lunar. Esto garantiza poder acceder a regiones de la superficie lunar situadas al norte del ecuador de nuestro satélite. Por supuesto, la ventana de lanzamiento también tenía en cuenta la iluminación en la zona de alunizaje, ya que el ángulo de la superficie con el Sol únicamente podía estar comprendido entre 7º y 20º.
Después de una órbita y media, Houston comprueba que todos los sistemas están en orden y autoriza el encendido TLI. «You’re go for TLI», informa el Capcom Bruce McCandless. La ignición tiene lugar 2 horas y 44 minutos tras el despegue y dura 346,83 segundos, aumentando la velocidad de la nave en 3,05 km/s. Los astronautas sienten una aceleración de 1,2 g, que es poco comparado con lo sufrido durante el lanzamiento, pero les parece muy intensa después de haber experimentado la ingravidez. La etapa se comporta bien, pero al final del encendido aparecen unas fuertes vibraciones que alarman a la tripulación, a pesar de que no alcanzan la intensidad experimentada durante el Apolo 8 o el Apolo 10. Para controlar la posición de la tercera etapa durante el encendido se emplea el complejo sistema de propulsión hipergólico APS (Auxiliary Propulsion System), situado en la base de la S-IVB. El encendido TLI del Apolo 11, al igual que el del Apolo 10, ha sido calculado para situar la nave en una trayectoria que pasará a 1300 kilómetros de la cara oculta de la Luna.
La maniobra tiene lugar sobre el Pacífico entre Australia y Hawái, por lo que es monitorizada mediante varios aviones militares KC-135 modificados específicamente para el programa Apolo. Al final de la maniobra el Apolo 11 casi ha alcanzado la velocidad de escape de la Tierra, aunque realmente no sigue una trayectoria hiperbólica, sino una órbita elíptica muy excéntrica. La trayectoria de la nave era tal que rodearía la Luna y volvería a la Tierra incluso sin intervención del motor principal del CSM, una medida de seguridad conocida como trayectoria de retorno libre. La velocidad alcanzada tras el encendido —unos 10,9 km/s— es un compromiso entre una trayectoria de mínima energía —que tarda unos cinco días en llegar a la Luna— y otra más rápida para reducir la duración de la misión.
Los astronautas pueden ver como la Tierra se hace más y más pequeña. 3 horas y 24 minutos después del lanzamiento, Collins desengancha el CSM Columbia de la tercera etapa al activar 28 mecanismos pirotécnicos dispuestos en un cable circular que cortan las uniones de la nave con los cuatro pétalos SLA (Spacecraft-Lunar Module Adapter). Los pétalos, hechos de aluminio y cubiertos con corcho como aislante —el corcho se usaba en varias partes del Saturno V, como el exterior de la etapa S-II— se alejan del conjunto girando tras la acción de unos pistones. Collins, sentado ahora en el asiento izquierdo del módulo de mando, usa los propulsores RCS traseros para alejar al Columbia antes de girar 180º. Ahora pueden contemplar al módulo lunar Eagle, que hasta ese momento ha estado oculto dentro de la S-IVB unido a la tercera etapa por cuatro sujeciones situadas en la parte superior de las patas del tren de aterrizaje.
Collins usa nuevamente los RCS para acercarse hasta la escotilla del Eagle usando como referencia una marca visual en forma de ‘T’ montada en el exterior del módulo lunar. Collins mira por la ventana de acoplamiento izquierda con el catalejo COAS como ayuda. Pese a toda la sofisticación y automatización del programa Apolo, la maniobra de transposición es totalmente manual. La sonda del sistema de acoplamiento en el extremo del Columbia se introduce en el cono del Eagle y se cierran tres pestillos que aseguran la unión. Luego la sonda se retrae, uniendo en el proceso a las dos naves hasta que los anillos exteriores entran en contacto y se cierran doce pestillos, asegurando el acoplamiento. Este sistema «macho-hembra» daría bastantes dolores de cabeza en algunas de las misiones Apolo posteriores, pero en el Apolo 11 funcionó como un reloj suizo. El túnel de acoplamiento y el módulo lunar serían presurizados poco después con oxígeno procedente del CSM.
Finalmente, Collins usa los RCS frontales del módulo de servicio para alejar el conjunto de la tercera etapa. Por su parte, la etapa S-IVB expulsará los gases restantes generando un empuje que la alejará del Apolo 11 de tal forma que sobrevolará la Luna a una distancia de 3379 kilómetros 78,7 horas después del lanzamiento. Por efecto de la gravedad lunar, la tercera etapa quedará situada en una órbita solar, donde sigue a día de hoy. La primera parte del viaje a la Luna ha sido un éxito. Ahora queda la parte más complicada: aterrizar en su superficie.
Resto de entradas sobre el 50º Aniversario del Apolo 11:
Estas series de 4 entradas han sido ALUCINANTES!
Muchísimas gracias por tanto Daniel.
Saludos!
Juan
Después de casi diez años, sigue siendo un placer y honor leerte. Muchas gracias por tu trabajo.
Daniel, aplaudirte de pie es poco.
Imposible dejar de leer y al llegar al final, te quedan ganas de más.
ABRAZO
EXCELENTE…es excelente y eso que aun no termino de leer…
estos artículos en español.. y el reciente documental son la joya de la corona.
pd: algo asi pero del Apollo 15…si no es mucho pedir 🙂
(en otro tono de vos)
SI, apoyo la moción de Daniel E
Cómo dijeron durante el encendido de una misión Apolo para entrar en órbita lunar: beatiful beatiful!!!!
Que pasó con la casita en la playa de Cabo Canaveral? Sigue ahí? Sigue en funcionamiento?
Creo que los SLA era los extraños objetos que los astronautas vieron y que les parecían maletas abiertas, las cuales, los fanáticos de platillos voladores decían que eran ovnis escoltando al Apolo 11 a la Luna
Si, sigue ahi, fue remodelada y después del huracán Irma, fue reparada.
Gran articulo, para coleccionar.
Una curiosidad: Günter Wendt, el «lider de plataforma», fue interpretado a lo largo de la serie «De la Tierra a la Luna» por Max Wright, que a primera vista era muy parecido al original. Para mas señas, Max Wright es el dueño de casa en la serie Alf.
El «Padführer Wendt»!! Mítico!!
Y relacionado con tu comentario siguiente, es una buena muestra de por qué el programa Apollo tuvo tan pocos incidentes. El señor que «les abria la puerta» a los astronautas, había sido ingeniero de vuelo y piloto de pruebas de los primeros cazas a reacción de la Luftwaffe… casi nada.
Un apunte sobre Wendt, muchos creen que fue parte de los ingenieros alemanes que entraron a EEUU como parte de la Operación Paperclip y que era parte del equipo de Von Braun… nada más lejano de la realidad.
Su padre vivía en St. Louis Misouri y en 1949 emigra a EEUU. Casualmente en St. Louis estaba la Mc Donnel Aircraft, que aunque lo entrevistó, no lo pudo contratar por ser alemán, así que el único empleo que pudo conseguir en América fue de mecánico de tractocamiones, aunque él nunca había trabajado en vehículos terrestres. En 1955 consigue la nacionalidad norteamericana y en ese momento ya pudo ser contratado por Mc Donnell, que sería el contratista principal de las cápsulas Mercury y Gemini. Fue tanta la simpatía y seguridad que su trabajo generó en los primeros atronautas que para el programa Apolo, cuyo contratista principal era North American Aviation, rival de McDonnell, presionaron para que esta compañía contratara a Güenter y que éste siguiera siendo el «pad leader»…
Lo que mas me asombro siempre del programa Apolo no fue la llegada a la Luna sino la fiabilidad de todos los componentes del proyecto, tecnicos y humanos, a pesar de su escala y su vertiginosa velocidad de desarrollo. Casi no tuvo incidentes, salvo por el Apolo 13 e incluso ese fue un fracaso glorioso.
Hombre, se te olvida el accidente de la Apolo 1 en febrero de 1967 durante una prueba que ocasionó la muerte de los tres tripulantes: el comandante piloto Virgil I. «Gus» Grissom, el piloto del módulo de comando Edward H. White II y el piloto Roger B. Chaffee.
Cierto.
A partir de alli, el proyecto, que parecia venir medio chapucero, adquirio una calidad extrema y asi continuo, pasando por Skylab y hasta los encuentros Apolo-Soyuz inclusive.
Impresionante!
Otra entrada histórica. ¡Sensacional!
Bueno, Daniel, ¿Cuándo sale el libro de las misiones Apolo? Nos tienes en ascuas…
Sí, por favor.
A mí me encantaría poder releer de cuando en cuando todas estas historias del Apollo y de los rusos, en papel. Daniel tiene material de sobra. sigh. A ver si llega.
Impresionante y todavía queda la última y mejor parte.
Gracias por el excelente artículo.
Grande! Esa anécdota de la trucha no la había leído nunca. Gran artículo.
Amén.
Así como nos cuenta Daniel fue como se decidió quien pisaba primero la Luna, no como se dice en muchos sitios: que la NASA quería que fuese un astronauta civil.
De haber sobrevivido, Grissom hubiera sido el primero en pisar la Luna. Además de pertener Grissom y Slayton al grupo 1 de la NASA, ambos eran muy buenos amigos y compartían muchas jornadas de pesca y caza juntos. Y muchas veces cogían un avión y se iban a hacer horas de vuelo juntos, compartiendo mandos de vuelo.
Saludos
Carlos
Brutal hermano!; he amanecido con la emoción del Apolo 11, aún 50 años después, gracias a tu detallada entrada del blog!
Mi respeto y gratitud por hacernos estar allí, rumbo a la Luna!
Encantadora entrada!! Y esta frase:
«La maquinaria estaba lista y engrasada como un deportista en la cúspide de su entrenamiento»
ilustra perfectamente la carrera espacial.
Este mes se cumplen 9 años de la supuesta victoria de España en el mundial de Sudáfrica. Pero, ¿realmente ganó España este mundial o fue todo un montaje organizado por el gobierno y los medios de comunicación?
Primero pongámonos en contexto, en el año 2010 España atravesaba lo peor de la crisis económica y el fútbol era un deporte de masas capaz de hacer cambiar la opinión pública fácilmente, así que una supuesta victoria en el acontecimiento futbolístico más importante del mundo, era sin duda una gran oportunidad para apaciguar a las masas y que la grave crisis económica no desembocara en conflictos sociales o en grades protestas ciudadanas como el 15M.
Ahora veamos el lugar de celebración del mundial. No se disputó en ningún país con tradición futbolística, ni si quiera en un país que sin ser muy futbolero pudiera desembolsar el dinero necesario para dicho acontecimiento, como Japón o Catar. El lugar elegido fue Sudáfrica un país pobre, alejado de la civilización y que sólo es conocido por Nelson Mandela. El lugar perfecto para hacer imposible al ciudadano de a pie verificar si realmente se estaba disputando un mundial allí o no.
Las pruebas. Hay numerosas pruebas que demuestran que el mundial fue falso, pero veamos algunas de ellas:
-Los banderines: en varios momentos se puede apreciar como mientras un banderín de corner permanece completamente quieto, hay otro que ondea con el viento. Esto sería imposible, ya que el viento o la ausencia de él afectaría a ambos banderines por igual.
-El césped: cabría esperar que 22 hombres corriendo durante 90 minutos por un campo de césped dejaran alguna huella o lo degradaran, pues nada de esto se aprecian en ningún partido. El cesped está prácticamente igual al principio y al final de los encuentros.
-Las sombras imposibles : en un estadio iluminado por focos debería haber sombras que se cruzan por todos lados, pero hay muchas fotografías en las que las sombras de los futbolistas están perfectamente paralelas.
-La patada fantasma: es muy famosa una escena de la final en la que Xabi Alonso recibe un brutal patada en el pecho por parte de un jugador holandés que venía corriendo en dirección contraria. Cualquier persona que reciba una patada en el pecho de esas característica moriría casi al instante, pero a Xabi Alonso no se pasó nada. Incluso se han visto imágenes posteriores del jugador sin camiseta en las que ni siquiera tiene una marca.
-El adivino Iniesta: Cuando Andrés Iniesta marca el gol de la victoria, deja ver una camiseta interior con un mensaje en recuerdo de Dani Jarque, que había fallecido el año enterior. Pero, ¿cómo sabía Iniesta que iba a marcar gol para hacer ese homenaje?, si el ni siquiera es delantero.
-Saltos imposibles: Aquí hay poco que comentar, los espectaculares saltos que da Sergio Ramos son simplemente imposibles con la gravedad que hay en Sudáfrica (la misma que en España).
-Trayectorias de película: hay muchos momentos que el balón hace movimientos que desafían las leyes de la física, sólo posibles si se recrean con efectos especiales.
-Teletransporte a la celebración: Sólo unas horas después de ganar la final, los jugadores ya estaban en Madrid celebrando el título, esto no sólo es imposible por la gran distancia que nos separa de Sudáfrica, también es imposible organizar toda esa celebración en pleno centro de Madrid (cortes de tráfico, desviar transporte público, seguridad etc.) en unas pocas horas.
-El clima: Por último un tema que se le ha escapado a mucha gente. Sudáfrica está en el hemisferio sur, por lo tanto durante el mundial se encontraba en pleno invierno. A pesar de esto, no se ve ni rastro de nieve ni de adornos navideños; es más, muchos jugadores incluso jugaban en manga corta.
Algo más fácil de explicar si todo fue rodado en un decorado de Almería.
Hay muchos más detalles que comentar (se podría escribir un libro) como los problemas con hacienda de Shakira, el beso de Iker Casillas y Sara Carbonero, las bubucelas, el bigote de Del Bosque… Pero fuera de todos estos datos técnicos, lo más sorprendente es que sólo cuatro años después de ganar un mundial y con práticamente los mismo jugadores, España no consiguió pasar de la fase de grupos en el mundial de Brasil. La gente se puede creer las fuentes oficiales, pero los datos están ahí. Cada uno es libre de pensar lo que quiera.
Relato inspirado en un comentario en Twitter de Iker Casillas.
Buenísimo… para hacer que se lo aprenda de memoria.
¡Jajjaaaaaaa!!!! Buenísimo, Fran!!!
Me uno, muy bueno y además muy divertido.
Francamente, a estas alturas yo también pienso así, jajaja
Porque a ver, ¿por qué, habiendo ganado España un mundial de futbol, ya no ha vuelto a ganarlo más? eh?
El analisis no tiene en cuenta la Eurocopa que gano España en 2012 en lo peor de la crisis, cuando la prima de riesgo estaba disparada, se acababa de anunciar el rescate a la banca e incluso parecia que el rescate seria a toda la economia y que el euro caeria al estar tambien Italia en la cuerda floja. Ni que, con lo chocante que sea, en el Hemisferio S la Navidad la celebran cuando es verano para ellos, en diciembre.
Pero muy, muy,1 bueno en cualquier caso.
¿La navidad en verano? Veo que la FIFA os tiene bien lavado el cerebro 😉
¡¡¡BRILLANTE!!! con mayúsculas, igual que el artículo
Muy astuto. Me ha gustado.
«- Trayectorias de película: hay muchos momentos que el balón hace movimientos que desafían las leyes de la física…»
A la luz de tus impactantes revelaciones, resulta evidente que hicieron un grosero «cortar y pegar» con el «Disparo del Tigre» de Mark Lenders (Steve Hyuga en la traducción del vídeo).
Esta es la verdad que se esconde detrás de los goles de España en Sudáfrica (suponiendo que esa mítica «Sudáfrica-esto-no-es-Kansas» exista realmente):
https://youtu.be/9_bleabDXdw
Nota didáctica: en el vídeo se demuestra que la Tierra es redonda (por si Iker lo duda): mirad como la portería y los jugadores contrarios emergen del horizonte cuando la cámara avanza.
🙂
Eso es completamente absurdo. Ni Alemania, ni Brasil ni Italia ni ninguna de las demás potencias futbolísticas denunciaron el fraude y ellas serían las primeras interesadas en destaparlo 😉
Todos esos países son aliados de España y no les convenían disturbios en el país, está claro que apoyaron la farsa de ese mundial, hubiesen puesto en juego demasiado dinero si colaboraban.
Sublime. Simple y llanamente sublime. Le doy un 10 a tu comentario.
PD: El artículo no puede ni puntuarse. Se sale de los baremos.
Gracias por estas entradas sobre el Apolo. Es un trabajo tan descomunal, que yo no he podido leerme entera ninguna. Me alegra haber ojeado que sí que habían mujeres visibles en la nasa como por ejemplo esta enfermera Dee (hace poco supe que habían negras también, pero que las tenían escondidas). De verdad: yo crecí pensando en que sólo los hombres, blancos y cristianos podían entrar a trabajar en la NASA.
Hay que ver cómo ha cambiado el mundo en 50 años. Ahora Trump está empeñado en volver a la Luna con la misión Artemisa (que era la mitológica hermana de Apolo) nada más y nada menos que para poner a una mujer en la Luna. Espero que las feministas de los USA sepan valorar lo que está haciendo su presidente por ellas.
Offtopic:
https://www.gsc-europa.eu/system-status/Constellation-Information
PERO QUE ESTÁ PACHANDO!!!!!????
Parece ser que ha habido un problema, avería o lo que sea en una de las instalaciones de tierra y de resultas los datos de posición eran incorrectos. Por fortuna no ha afectado a los satélites (al menos eso parece). Supongo que en uno días estará el sistema activo de nuevo.
Llevan así desde el día 11… menuda caída.
Excelente articulo, como siempre, un placer leerte
Maravilloso, Dani
Mil gracias