Hace trece años, una pequeña roca de origen marciano obligó al mismísimo presidente Bill Clinton a convocar una conferencia en la Casa Blanca para anunciar al mundo que lo inimaginable había tenido lugar: ¡la NASA había descubierto vida en Marte! O mejor dicho, había descubierto claras evidencias de que en el pasado había existido vida sobe el planeta rojo. El protagonista del revuelo era el meteorito ALH84001, descubierto en la Antártida y que albergaba en su interior lo que parecían ser fósiles de microorganismos marcianos. Durante unos días, la proto-Internet de la época fue un hervidero de rumores. Las informaciones iban y venían, y, aunque nadie sabía cómo valorar el descubrimiento, la excitación en la opinión pública era evidente. Al fin y al cabo, ¿quién no recuerda esta foto de una supuesta «bacteria» marciana?:
Sin embargo, lo que parecía el descubrimiento del milenio se fue desinflando poco después de manera lenta, pero inexorable. El escepticismo inicial de la comunidad científica se tornó en una avalancha de críticas. Para cuando la Mars Pathfinder aterrizó en Marte casi un año después, el consenso general era que estábamos ante un hallazgo muy interesante, sí, pero no quedaba nada claro que la roca contuviese evidencias reales de formas de vida marciana. Los años fueron pasando y ALH84001 cayó parcialmente en el olvido, atrapado en una especie de limbo científico. La gran beneficiada de esta renovada fiebre marciana fue la NASA y su programa de exploración del planeta rojo. Y es que nadie duda de que el aumento del presupuesto de este programa a finales de los noventa fue debido en parte al polémico ALH84001.
Después de esta historia, uno pensaría que la NASA sería más prudente la próxima vez. Pero parece que no ha sido así. Dicen que es normal tropezar dos veces en la misma piedra y precisamente eso es lo que ha vuelto a hacer la NASA -en esta ocasión, literalmente-. Efectivamente, hace unos días la NASA volvía a sacar a ALH84001 a la palestra. Según un nuevo estudio, éste y otros meteoritos marcianos quizás contengan después de todo pruebas de la existencia de vida en Marte. Así que, una vez más, hemos podido leer las palabras mágicas «Marte» y «vida» en el mismo titular. No obstante, a diferencia de la primera vez, el entusiasmo ha decrecido muy rápidamente, en buena parte debido una vez más a las objeciones de la comunidad científica. Y eso que los artículos no son en absoluto ambiguos a este respecto, como bien podemos leer en la descripción de algunos «biomorfos» (bello palabro, por cierto): «We interpret this biomorph as the remains of a Martian microbe».
Un marciano visto al microscopio electrónico (NASA).
Sí, han leído bien. Un microbio marciano. Sin embargo, no parece que Obama vaya a dar una rueda de prensa al respecto en los próximos días. Y no es que la noticia no sea espectacular, que lo es. Como mínimo, demuestra que la mayor parte de objeciones originales al análisis de meteoritos marcianos no tenían fundamento. Y hasta puede que tengamos ante nuestros ojos la prueba definitiva de que en Marte hubo vida, lo que no dejaría de ser una tremenda paradoja: después de todas las sondas que hemos mandado al planeta rojo, resulta que descubrimos vida marciana…¡en la Tierra! Pero lo cierto es que la mayor parte de expertos siguen pensando que aún hay muchas dudas por resolver. El futuro dirá si estamos realmente ante un descubrimiento histórico o no, porque aún es muy pronto para sacar conclusiones definitivas.
En cualquier caso, creo que la NASA debería revisar su sistema para anunciar ciertas noticias. Soy consciente de la tremenda importancia que tiene para la agencia estadounidense la divulgación de sus éxitos. Soy también consciente de que la NASA no es una organización monolítica y que distintos centros, equipos, personas y programas compiten por una parte del menguante pastel económico. Pero precisamente por todo esto debería tener aún más cuidado y no seguir alimentando esta espiral mediática en la búsqueda constante de la noticia más sorprendente e impactante. Porque el resultado es una inflación de la sorpresa y, como consecuencia, prácticamente ninguna noticia o descubrimiento nos llama la atención al cabo de pocas horas o días. Cierto es que la sociedad actual, en la que vivimos al segundo pendientes del último twiteo, no ayuda precisamente a reposar la avalancha de información a la que nos vemos sometidos a diario, pero está claro que un organismo como la NASA no se puede permitir caer en esta trampa.
Y sin embargo, los biomorfos siguen ahí fuera…
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