21 de septiembre de 1968. El destructor de la armada estadounidense USS McMorris llevaba casi veinte días siguiendo los movimientos de una flotilla de buques soviéticos en aguas del Océano Índico, cerca de Mauricio. El destructor se encontraba en la zona de acuerdo con las indicaciones de la CIA. Según la agencia de inteligencia, el objetivo de los barcos soviéticos era seguir, y quizás recuperar, algún vehículo espacial. Y efectivamente así era: esa noche, a las 19:08 hora de Moscú, la nave Zond 5 regresó a la Tierra tras un viaje de una semana que la había llevado alrededor de la Luna. La Zond 5 debía haber aterrizado en territorio de la URSS, pero los reiterados fallos de los sensores de navegación habían impedido la delicada maniobra necesaria para llevar a cabo una reentrada controlada. En su defecto, la nave realizó un descenso balístico sobre el Océano Índico, motivo que explicaba la misteriosa presencia de la flota soviética. Pese al fallo de los sensores, se trataba de una hazaña histórica: por primera vez una nave espacial había viajado hasta nuestro satélite y regresado con éxito. Aunque la URSS había anunciado que la Zond 5 era una misión científica común, en realidad se trataba de una nave Soyuz modificada que formaba parte del programa secreto L1, cuyo fin era mandar un hombre alrededor de la Luna antes que los EE UU. El amerizaje en el Índico era por tanto una decisión arriesgada, ya que podía exponer a los ojos del enemigo la verdadera naturaleza del programa Zond. De hecho, la Zond 4 había sido destruida en marzo de ese año tras una reentrada balística sobre el Golfo de Guinea para evitar que cayese en manos estadounidenses. Las autoridades del programa espacial soviético consideraron sin embargo que el riesgo merecía la pena: había que hacerse con la cápsula para recuperar valiosa información sobre el funcionamiento de los sistemas de a bordo. Además, sabían que la inteligencia norteamericana ya conocía por otras fuentes la existencia de un programa lunar tripulado soviético. De hecho, un informe de la CIA de abril de 1968 consideraba probable una misión circunlunar «en la última mitad de 1968».
Nave Zond (7K-L1).
Así pues, el buque Borovichi de la Academia de Ciencias de la URSS se dirigió a recuperar el precioso vehículo espacial que había viajado a otro mundo. Pero la tarea no fue fácil: en medio de la oscuridad de la noche la cápsula no era un objetivo fácil, pese a que estaba equipada con un radiofaro. Finalmente, tras diez horas de búsqueda, el Borovichi logró izar la cápsula de 2046 kg. Posteriormente fue encerrada en un contenedor para ponerla a salvo de miradas furtivas y trasladada al buque oceanográfico Vasili Golovnin, el cual la transportó hasta Bombay, donde llegaría el 3 de octubre. Desde allí voló directamente a Moscú a bordo de un Antonov An-12 para ser analizada en detalle. Aparentemente todo había salido según el plan previsto, pero sin embargo había un pequeño detalle que se les escapó a los soviéticos: el USSMcMorris pudo contemplar la operación de rescate de la cápsula.
Rescate de la cápsula Zond-5 en el Océano Índico.
Este hecho tuvo unas consecuencias dramáticas en la carrera espacial. La administración Johnson y la NASA fueron alertadas inmediatamente de la verdadera naturaleza de la Zond 5. Según la nueva información, era obvio que los soviéticos estaban a punto de mandar un vehículo tripulado alrededor de la Luna, algo que hubiera anulado parte de la razón de ser del programa Apolo. Poco importaba que la Zond fuese una «simple» misión de sobrevuelo lunar mientras que Apolo intentaba poner un hombre en la superficie de nuestro satélite. Si la URSS se salía con la suya, los soviéticos habrían sido los primeros en alcanzar la Luna. Punto. Lo demás eran simples detalles técnicos.
El pánico cundió en la NASA. El programa Apolo debía demostrar la supremacía tecnológica de los EE UU tras las humillaciones del Sputnik y Gagarin, pero ahora parecía que la historia se iba a volver a repetir una vez más. Había que hacer algo y rápido. No obstante la NASA sabía que las prisas no eran buenas consejeras: el desastre del Apolo 1 aún estaba muy fresco en la memoria. Por si fuera poco, el segundo vuelo no tripulado del Saturno V (denominado Apolo 6) había experimentado serios problemas durante el lanzamiento el pasado mes de abril. La primera misión tripulada, Apolo 7, debía despegar ese mismo octubre, pero tras los numerosos contratiempos que se habían producido durante el montaje de la nave, pocos eran optimistas acerca del desarrollo de la misión. Peor aún era el estado del módulo lunar (LM) del Apolo 8, el primero que debía haber sido tripulado en órbita baja: el número de defectos y problemas era tan grande que nadie creía que pudiera despegar antes de fin de año. Tras el Apolo 8, la NASA pensaba volver a probar el módulo lunar y el módulo de mando en el Apolo 9, eso sí, alcanzando una órbita más alta para experimentar la reentrada a altas velocidades. Habría que esperar a mayo de 1969 para que el Apolo 10, ensayo general del alunizaje, pusiese un americano en órbita lunar. Para entonces, la URSS ya habría logrado realizar una misión Zond tripulada.
Pero no todo estaba perdido. George Low, uno de los encargados del programa Apolo, se hizo eco de una propuesta radical que podría evitar que los soviéticos ganasen la partida. El plan consistía en lanzar el Apolo 8 sin módulo lunar, lo cual parecía inevitable dado el retraso en la preparación de la nave. No obstante, mandar un módulo de mando alrededor de la Tierra repitiendo la misión del Apolo 7 no tenía mucho sentido, así que, ¿por qué no enviarlo a la Luna?. El plan era atrevido y arriesgado. Atrevido porque se propuso en un momento en el cual todavía había que demostrar que la nave Apolo funcionaba en órbita baja y porque se trataba de la primera misión tripulada del Saturno V. Arriesgada porque el módulo lunar era considerado como un «bote salvavidas» en caso de que algo fallase en el módulo de mando. Viajar a la Luna sin LM suponía un riesgo muy alto, como posteriormente demostró la misión Apolo 13. Cuando Low contactó con James Webb, el entonces administrador de la NASA, para comunicarle su propuesta, éste se negó en rotundo: tras el drama del Apolo 1 opinaba que el programa no sobreviviría una tragedia más, lo cual era probablemente cierto. Sin embargo Low y otros altos cargos insistieron: si los soviéticos llegaban primero a la Luna el programa Apolo estaría igualmente muerto. Al final Webb cedió parcialmente y el Apolo 8 iría a la Luna con una condición: que el Apolo 7 fuese un completo éxito.
(Parte II)
El módulo de mando y servicio (CSM) del Apolo 8 (NASA).
Daniel, alguien tiene que escribir un guión cinamatográfico sobre el pique nasa-cccp. ¿te animas?
Yo compro la entrada de cine ¡ Ya mismo!
Carlos Ruiz
Pues yo me animo…vete llamando a Hollywood (o mejor Bollywood) y hacemos una superproducción con Tom hanks 😉
Parece increible que estos piques pudieran arriesgar vidas humanas por el dichoso prestigio nacional!
De todas formas gracias por tus documentados articulos y felices fiestas.
Gracias Gilbert. Bueno, era la Guerra Fría. No sólo ponían en peligro vidas: también las eliminaban (Vietnam, Afganistán, Centroamérica, etc.). Comparada con los conflictos armados que provocó el enfrentamiento URSS-USA, la carrera espacial era pecata minuta.
¡Felices FIestas!
Estaba al tanto de la zaga del proyecto «Zond», poco conocido por cierto. Sin embargo desconocía los detalles que mencionas al principio. Realmente apacionantes. Pero por otro lado sabemos que definitivamente la carrera hacia la Luna estaba jugada y ganada de antes. En fin, con «el diario del lunes» es más fácil verlo, no?.
Como siempre: tus aportes son realmente excelentes: sobre la producción cinematográfica ADELANTE!.
Una película se quedaría corta, ahora que están tan de moda las series de televisión alguien debería pensarlo, claro que con la crisis…
Ya hay material filmográfico. Están las series «De la tierra a la luna» y «Space Race», esta última documental de la BBC y para mi gusto la mejor.
Sí, estoy de acuerdo. El documental «Space Race» está muy bien, pero es un docudrama, no una peli, y en «De la TIerra a la Luna» sólo aparece el punto de vista americano. Un saludo, Andrés.