40 años del Apolo 17: los últimos humanos en pisar otro mundo

Por Daniel Marín, el 9 diciembre, 2012. Categoría(s): Apolo • Astronáutica • Luna • NASA • sondasesp ✎ 80

¿Cómo sería vivir en la Luna? A lo largo de la historia, solamente doce seres humanos han sido capaces de contestar a esta pregunta, pero únicamente ocho siguen vivos para contarlo. Eugene Cernan y Harrison Schmitt son dos de los afortunados. Ellos fueron los últimos humanos en vivir en otro mundo. Literalmente. Durante tres días los dos astronautas recorrieron el valle de Taurus-Littrow, recogiendo rocas e instalando instrumentos científicos. ¡Tres días viviendo en la Luna! Parece un relato de ciencia ficción, pero por sorprendente que parezca ocurrió realmente. Hace cuarenta años, el Apolo 17 puso rumbo a la Luna.

Eugene Cernan en la superficie lunar con la Tierra sobre su cabeza (NASA).

La tripulación de la última misión Apolo estaba formada por Eugene A. Cernan (comandante), Ronald E. Evans (piloto del módulo de mando) y Harrison H. Schmitt (piloto del módulo lunar). De los tres solamente Cernan tenía experiencia previa en vuelos espaciales. Y vaya si la tenía. Cernan cumplía a rajatabla con todos los requisitos para ser uno de los mejores astronautas de la NASA. Inteligente, metódico, frío como el acero y trabajador incansable, ya había alcanzado el espacio durante la Gémini 9 y el Apolo 10. En esta última misión abandonó la Tierra para orbitar la Luna, allanando el camino para el histórico vuelo del Apolo 11. No fue una misión fácil. Durante unos segundos estuvo a punto de perder el control del módulo lunar Snoopy mientras sobrevolaba la Luna en compañía de Thomas Stafford. Ahora volvería a la Luna tres años más tarde, esta vez comandando su propia misión, la mayor aspiración de cualquier astronauta.

Harrison Schmitt (izquierda), Ronald Evans (derecha) y Eugene Cernan (abajo), la tripulación del Apolo 17 (NASA).

Pero si Cernan pensaba que era afortunado por estar al mando de la última misión Apolo, Harrison Schmitt se sentía como si le hubiese tocado la lotería. Y es que Schmitt, de profesión geólogo, sería el primer y último científico sobre la Luna. Como en el caso de la mayor parte de astronautas, Schmitt había ocupado una plaza no tanto por su currículo -que por supuesto era impresionante- como por estar en el momento y lugar adecuados. En realidad, Schmitt no debería haber formado parte de la tripulación del Apolo 17. El puesto del piloto del módulo lunar estaba reservado para Joe Engle, otro astronauta de formación militar de la NASA que además contaba con experiencia de vuelo con el avión cohete X-15. Cernan, Engle y Evans habían sido la tripulación de reserva del Apolo 14 y, siguiendo el esquema de rotaciones introducido por Deke Slayton -el encargado de la selección de las tripulaciones del Apolo-, ahora les tocaría el turno de pilotar el Apolo 17. Con suerte, Schmitt podría volar en el Apolo 18. Pero en septiembre de 1970 el destino intervino a favor de Schmitt. El Apolo 18 fue cancelado y el Apolo 17 se convirtió de repente en la última misión del programa lunar Apolo. A continuación, la comunidad científica estadounidense presionó a la NASA para introducir un científico en la última misión lunar. Dicho y hecho. Engle se quedó fuera y Schmitt pasó a formar parte de la tripulación de Cernan.

Cernan durante el entrenamiento vigilado por su esposa y su hija (NASA).
Cernan se prueba un traje de presión A7LB sin la cubierta exterior (NASA).

Schmitt no lo tuvo nada fácil. Rodeado de astronautas que habían recibido formación como militares y pilotos, era la oveja negra del grupo. Aunque tuvo que aprender a volar y se entrenó de forma compulsiva para su misión, el resto de astronautas lo seguía viendo como un elemento extraño. Definitivamente, no era ‘uno de los suyos’. Incluso se llegó a cuestionar su participación por motivos de seguridad. Si Cernan sufría algún tipo de indisposición durante algunas de las fases críticas del descenso hasta la superficie lunar, Schmitt debería pilotar el LM. ¿Un científico civil a cargo de una nave espacial? ¡Herejía! El cuartel general de la NASA tuvo que dejar muy claro al cuerpo de astronautas que la presencia de Schmitt no era negociable. El carácter de Schmitt tampoco facilitó las cosas: arrogante y con cierta tendencia a cuestionar las órdenes, el  primer científico astronauta no era una persona especialmente simpática.

El Saturno V AS-512 del Apolo 17 rumbo a la rampa 39A del Centro Espacial Kennedy (NASA).

El Apolo 17 fue el primer y último lanzamiento nocturno de un cohete Saturno V. Tras cuatro años de misiones lunares, la NASA se sentía confiada y se atrevió a lanzar una misión Apolo en medio de la oscuridad de la noche. Un pequeño problema inesperado retrasó el despegue 2 horas y 40 minutos, aunque Evans no parecía muy preocupado. Los ronquidos del piloto del módulo de mando podían escucharse por el sistema de comunicaciones mientras la tripulación esperaba la decisión del centro de control. Finalmente, habría lanzamiento. Desde el interior de la cabina del módulo de mando América, el brillo de la ignición de los cinco motores F-1 fue claramente visible a través de la ventana antes incluso del despegue. Eran las 5:33 UTC del 7 de diciembre de 1972 cuando el Saturno V AS-512 despegó majestuosamente desde la rampa 39A del Centro Espacial Kennedy de Florida. Cientos de miles de personas se reunieron en la costa de Florida para ver despegar el mayor cohete jamás construido por el hombre. Durante unos segundos, el resplandor del cohete volvió la noche en día. Literalmente. El brillo cegador de los motores era un sol en miniatura, provocando que el cielo pasase de negro a verde azulado. Pocos podían imaginar que probablemente estaban contemplando la última misión tripulada a otro mundo que tendría lugar en el transcurso de sus vidas. Los medios de comunicación  tampoco parecían conscientes de este hecho, porque el lanzamiento del Apolo 17 apenas mereció unos pocos minutos en la mayoría de cadenas de televisión. Viajar a la Luna se había convertido en rutina. Una rutina que estaba a punto de terminar bruscamente.

Cernan se rasca la nariz con la válvula de presión de su casco mientras un técnico comprueba que el traje A7LB funciona correctamente. La tripulación debía respirar oxígeno puro horas antes del lanzamiento para purgar el nitrógeno de su sangre (NASA).
Lanzamiento nocturno del Apolo 17 (NASA).

Los tres astronautas sintieron como su peso aumentaba progresivamente a medida que el enorme lanzador adquiría velocidad. Las vibraciones hacían difícil poder ver los indicadores en el panel de instrumentos. Cuando se separó la primera etapa S-IC, los tres astronautas se sintieron lanzados hacia adelante en sus asientos al mismo tiempo que un resplandor cegador se veía por la única ventana de la cabina. Parecía como si el cohete hubiese explotado y estuviese rodeado por una bola de fuego. Y con razón, porque la separación de la primera etapa del Saturno V era casi como partir el cohete en dos. Los ocho retrocohetes de combustible sólido de la S-IC que facilitaban la separación de esta masiva etapa ayudaron a hacer más llamativo el espectáculo luminoso. Durante el encendido de la segunda etapa S-II, la tripulación intentó infructuosamente observar alguna estrella que pudiera servir de referencia en caso de aborto. Aunque las luces de la cabina se atenuaron, ninguno de los tres pudo descubrir alguna. La separación de la torre de escape y de la segunda etapa S-II también estuvieron acompañados de destellos deslumbrantes ocasionados por los cuatro retrochetes de la S-II y dos cohetes de combustible sólido en la tercera etapa S-IVB. La torre de escape al separarse se llevó consigo la cubierta protectora (BPC, Boost Protective Cover) que cubría el módulo de mando, dejando al descubierto las cinco ventanas de la cápsula.

Plegando el rover LRV-3 para el Apolo 17 (NASA).

Tras un lanzamiento perfecto, el único motor J-2 de la tercera etapa S-IVB se apagó cuatro segundos antes de lo previsto, un suceso que no tuvo ningún impacto en la misión. Inmediatamente, los astronautas pudieron sentir la ingravidez. Ya estaban en órbita alrededor de la Tierra. Pero a diferencia de otras misiones Apolo previas, no había nada que observar por las ventanillas. La oscuridad reinaba sobre el Océano Atlántico cuando el Apolo 17 alcanzó la órbita. Pocos minutos después, un espectacular amanecer los sorprendió mientras se acercaban a las Islas Canarias. Durante el tiempo de estancia en la órbita baja -u ‘órbita de aparcamiento’ en la jerga de la NASA-, la tripulación comprobó el buen funcionamiento de los sistemas del CSM América mientras se apresuraban a fotografiar la Tierra. Con todo en orden, tres horas más tarde el motor J-2 de la tercera etapa S-IVB se encendió por segunda vez durante casi seis minutos para acelerar la nave hasta la velocidad de escape, de 8 a 11 km/s, mientras sobrevolaba el Océano Atlántico (las anteriores misiones habían realizado esta maniobra sobre el Pacífico). Los astronautas pudieron sentir claramente el ruido de baja frecuencia del motor a base de hidrógeno y oxígeno líquidos. Tras un par de horas en microgravedad, la aceleración que experimentaron los tripulantes era, según sus propias palabras, como la generada por ‘un avión a plena postcombustión’. Tras el apagado de la S-IVB, el Apolo 17 había puesto rumbo a la Luna. Los tres astronautas ya casi no estaban ligados al campo gravitatorio terrestre. Numerosos objetos de color blanco se desprendieron de la tercera etapa y pudieron ser contemplados por la tripulación a través de la ventanilla, seguramente trozos de hielo.

Cohete Saturno V (NASA).

Dos horas después del encendido translunar, Evans procedió a activar el interruptor correspondiente y el CSM América se separó de la etapa S-IVB con un golpe sordo. Las vibraciones duraron poco, pero los astronautas vieron varias partículas de hielo que se alejaban del vehículo como resultado de la sacudida. Los cortos impulsos de los motores de maniobra se escuchaban claramente en el interior de la nave mientras Evans maniobraba el América para darle la vuelta y dirigirse otra vez hacia la S-IVB, en cuyo interior se agazapaba el módulo lunar Challenger. El acoplamiento entre el CSM-114 y el LM-12 -los nombres oficiales del América y el Challenger- fue como la seda y sólo el fuerte sonido de los pestillos asegurando el agarre entre las dos naves rompió la concentración de la tripulación. Sin embargo, el indicador del panel de instrumentos mostraba que el acoplamiento en firme no se había efectuado. Una inspección visual de las marcas de acoplamiento externas demostró que las naves se habían acoplado con 1º de desviación, por lo que tres de los diez pestillos no se habían cerrado correctamente. La situación entraba dentro de lo normal y los astronautas abrieron la escotilla del CM y retiraron la sonda de acoplamiento para activar los díscolos pestillos de forma manual hasta que los indicadores del panel mostraron un acoplamiento firme. Los motores manobra del América se encendieron una vez más para sacar al Challenger de su nido. El Apolo 17, formado ahora por el CSM América y el LM Challenger, se dirigía a la Luna. La etapa S-IVB terminaría chocando con nuestro satélite 87 horas después del lanzamiento con el objetivo de estudiar el interior lunar gracias a las ondas sísmicas generadas por la colisión. El mismo día del lanzamiento, la tripulación tomó una de las fotos más famosas de la historia de la conquista del espacio. Curiosamente, no era una foto de la Luna, sino de la Tierra. La imagen, que sería conocida posteriormente como la ‘canica azul’, reflejaba la belleza de nuestro frágil planeta de forma tan espectacular que se ha convertido en un verdadero icono de nuestra civilización.

La Tierra como canica azul, una de las imágenes más famosas del programa Apolo (NASA).
La tercera etapa S-IVB se aleja del Apolo 17. Impactaría contra la Luna tres días después (NASA).

Ahora la tripulación pudo respirar tranquila y se quitó los molestos trajes de presión A7LB. Siete horas después del despegue, la tripulación procedió a llevar a cabo su primera comida mientras dejaban su planeta natal detrás. El viaje a la Luna transcurrió con normalidad. Al menos, todo lo ‘normal’ que puede ser un viaje tripulado a otro mundo. Ninguno de los tres astronautas sufrió el temido ‘mareo espacial’ ni experimentó nauseas o vómitos, aunque uno de ellos tuvo algunos episodios de flatulencias (sí, en serio). Por primera vez en el Apolo, los astronautas pudieron beber té y limonada, además de degustar tarta de frutas y pan con mantequilla. La única molestia que sufrió la tripulación tuvo que ver con las ampollas de cloro usadas para esterilizar el agua. La tripulación insertaba estas ampollas de cloro (en realidad, hipoclorito de sodio diluido a 1860 mg/L) en el sistema de agua potable para eliminar cualquier fuente de infección (para neutralizar el pH, a continuación se insertaba otra ampolla con otras sustancias químicas). Durante el Apolo 17, entre el 50% y el 70% de las ampollas sufrieron pérdidas al usarse y, aunque no afectó a la salud de los astronautas, sí que supuso un cabreo considerable por parte de los tres tripulantes.

El tercer día de la misión los astronautas dieron un susto al control de la misión en Houston al no responder a la llamada para despertarles. Schmitt había apagado sin querer el altavoz de la cápsula, por lo que la tripulación se despertó una hora más tarde de lo previsto. Durante la travesía lunar, el potente motor SPS del módulo de servicio del América se encendió durante dos minutos para situar a la nave en su trayectoria correcta. De paso, se pudo comprobar el funcionamiento de este delicado motor, encargado de poner la nave Apolo en órbita lunar y salir de ella. Uno de los paneles laterales del módulo de servicio se separó de la nave con un sonoro golpe cuatro horas y media antes de la inserción orbital, dejando al descubierto un conjunto de instrumentos científicos que escudriñarían la Luna desde la órbita.

Fases de la misión Apolo 17 (NASA).

El módulo de mando y servicio (CSM, arriba) y el módulo lunar (LM, abajo) del Apolo (NASA).
Instrumentos del CSM América (NASA).

A diferencia de las anteriores misiones lunares, el Apolo 17 no pasó por la sombra de la Luna antes de la inserción orbital. Unas horas antes de situarse en órbita, la tripulación pudo contemplar la Luna como un fino creciente. El motor del América se encendió sobre la cara oculta y el Apolo 17 entró en órbita lunar. Ahora tocaba activar el módulo lunar Challenger. Schmitt y Cernan abrieron la escotilla y activaron los sistemas de la nave. Unas 17 horas después de haber alcanzado la órbita, el Challenger y el América se separaron suavemente e iniciaron una especie de ballet espacial mientras una nave inspeccionaba a la otra. Evans se aseguró de que las cuatro patas del Challenger se hubiesen desplegado correctamente y de que la tobera del motor de la etapa de descenso estuviese intacta. Por su parte, Schmitt y Cernan hicieron lo propio con el América, inspeccionando la tobera del crítico motor SPS del módulo de servicio. El Challenger se alejó mientras ambas naves sobrevolaban el lugar de alunizaje una órbita antes del descenso. Cernan y Schmitt se prepararon para el momento más crítico de la misión: el descenso hasta la superficie. Los astronautas conectaron sus trajes al arnés de cables que los mantendría en posición vertical durante la maniobra. En el Apolo, uno viajaba hasta la superficie de la Luna de pie. Poco antes del encendido del motor principal, los dos astronautas pudieron sentir como sus botas tocaban el suelo cuando los motores de maniobra hicieron ignición para garantizar que el combustible de los tanques del Challenger estuviese en el fondo de los mismos. Segundos después, el motor principal cobró vida. Suavemente al principio, pero incrementando su empuje poco a poco, frenando su velocidad orbital de 3 km/s. Instantes después, el módulo lunar giró sobre su eje y el radar detectó la superficie lunar. Buenas noticias, porque sin radar la misión debía ser abortada inmediatamente.

El lugar elegido para el alunizaje del Apolo 17 era el valle de Taurus-Littrow, en el sureste del Mare Serenitatis. La selección había tenido lugar antes del lanzamiento del Apolo 16 y, como en el resto de misiones, no había sido un debate sencillo. Algunos científicos, incluyendo Harrison Schmitt, preferían un lugar más espectacular para la última misión Apolo, como por ejemplo el famoso cráter Tycho o el imponente cráter Tsiolkovsky en la cara oculta de la Luna. Pero aterrizar en estas regiones hubiese introducido demasiadas complicaciones en una misión de por sí bastante compleja. Las Colinas de Marius o la Davy Rille habían sido considerados lugares de interés para las primeras misiones Apolo, pero la comunidad científica pensaba ahora que no eran dignos para una misión de Tipo J como el Apolo 17 (las primeras misiones Apolo eran de Tipo H, con objetivos científicos más modestos). Finalmente, los candidatos serían el valle de Taurus-Littrow y los cráteres Gassendi y Alphonsus. Durante algún tiempo Alphonsus parecía ser el ganador, pero finalmente en febrero de 1972 la NASA anunció su intención de enviar el Apolo 17 a Taurus-Littrow. La posibilidad de encontrar evidencias de vulcanismo reciente en la Luna inclinaron la balanza del comité encargado de la selección.

El valle de Taurus-Littrow visto desde el Challenger en órbita lunar. El América se puede ver justo en medio del valle (NASA).
El valle de Taurus-Littrow y el recorrido de los astronautas en las tres salidas (EVAs) (NASA).

El descenso fue perfecto, aunque el Challenger había comenzado la ignición de frenado un poco más alto de lo planeado. Al igual que en otras misiones Apolo, Cernan y Schmitt descendieron a ciegas, con las ventanillas del módulo lunar apuntando hacia el espacio. Cuando el Challenger estaba a cuatro kilómetros de altura, los dos astronautas pudieron ver las montañas más altas del valle en la parte inferior de sus ventanas. A 2,13 kilómetros de altura el LM se inclinó bruscamente hacia adelante para permitir que el comandante viese el lugar de aterrizaje. Cernan reconoció inmediatamente el valle de Taurus-Littrow y a cien metros de altura tomó el control manual (en realidad, ‘semimanual’) del Challenger, pilotando la nave hasta la zona más llana que pudo encontrar. Durante esta fase final estuvo ayudado por Schmitt, cuya tarea era ‘cantar’ los números de altitud y velocidad proporcionados por el radar, así como la cantidad de combustible restante. Y es que en el Apolo, el ‘piloto del módulo lunar’ no pilotaba realmente el módulo lunar, una tarea reservada para el comandante. A 25 metros de altura, y como estaba previsto, el escape del motor de la etapa de descenso del Challenger comenzó a levantar gran cantidad de regolito lunar, dificultando la visibilidad. Cuando una de las sondas de aterrizaje que se extendían bajo tres de las cuatro patas del LM tocó la superficie, se encendió la luz azul de contacto en la cabina y Cernan apagó el motor de la etapa de descenso. De no hacerlo, se arriesgaba a que las ondas de choque del motor pudiesen rebotar en la superficie y dañar el LM. El Challenger cayó en la débil gravedad lunar desde un metro de altura sin apenas velocidad lateral. Todavía quedaba suficiente combustible para permitirle dos minutos más de vuelo. El lugar de aterrizaje final estaba a 230 metros al este y 60 metros al norte del objetivo inicial. ‘Okay, Houston, the Challenger has landed’ fueron las escuetas primeras palabras de Cernan sobre la Luna. Eran las 19:55 UTC del 11 de diciembre de 1972.

El CSM América en órbita lunar visto desde el LM Challenger (NASA).
El Challenger en el valle de Taurus-Littrow con el LRV-3 delante (NASA).

La tripulación procedió a prepararse para la primera de las tres salidas de la misión. Se pusieron las mochilas de soporte vital (PLSS) y se colocaron las cubiertas de los cascos y las botas lunares sobre los trajes de presión. Despresurizaron la cabina del módulo una hora más tarde de lo previsto y Cernan comenzó a bajar por la escalerilla tras agacharse y abrir la escotilla del Challenger. Salir del LM del Apolo se asemejaba más a un parto que a un paseo espacial. ‘Al pisar la superficie de Taurus-Littrow, me gustaría dedicar el primer paso del Apolo 17 a todos aquellos que lo han hecho posible’, dijo Cernan al poner sus botas sobre la Luna por primera vez. Schmitt se le unió poco después y una de las primeras tareas que llevaron a cabo fue desplegar el rover lunar LRV-3 (Lunar Roving Vehicle), una maniobra que apenas les llevó quince minutos. Cernan condujo el pequeño coche unos metros y se aseguró de que las cuatro ruedas maniobraban correctamente. Posteriormente, colocaron la bandera estadounidense. Una enorme Tierra azul destacaba en el cielo lunar a baja altura sobre el horizonte. Las anteriores misiones Apolo habían alunizado más cerca del disco lunar, por lo que la Tierra aparecía mucho más alta en el cielo. Mientras se movía en las cercanías del LM, Cernan golpeó sin querer el guardabarros de la rueda trasera derecha del rover, un incidente que ya le había ocurrido a John Young durante el Apolo 16. Cernan realizó una reparación improvisada con cinta de celo y los dos astronautas se dedicaron a desplegar los distintos instrumentos del ALSEP (Apollo Lunar Science Experiment Package). El conjunto de instrumentos, alimentados por un generador de radiosótopos SNAP-27 con plutonio-239, sería instalado a unos 185 metros del LM. Los dos astronautas taladraron varios agujeros en el regolito lunar para extraer muestras del suelo y para instalar el instrumento de flujo de calor, uno de los más problemáticos en anteriores misiones. Lamentablemente, el guardabarros dañado provocó un verdadero baño de regolito para los dos hombres. Tras 7 horas y 12 minutos y después de haber recorrido 3,5 kilómetros con el rover, los astronautas volvieron al interior del Challenger.

El Challenger en Taurus-Littrow (NASA).
La Tierra en el cielo sobre Taurus-Littrow (NASA).
Traje de presión A7LB (NASA).
Cernan y Schmitt en el interior del Challenger cubiertos de negro polvo lunar (NASA).
Los trajes cubiertos de regolito (NASA).
Experimento de flujo de calor (NASA).
Cómo desplegar el rover (NASA).
Disposición de instrumentos del ALSEP (NASA).
Instrumentos científicos del Apolo 17 y del resto de misiones Apolo (NASA).

Moverse en el apretado interior del LM era toda una odisea, incluso después de presurizar la cabina y quitarse los trajes. De acuerdo con la experiencia de anteriores misiones Apolo, los dos astronautas se movieron lentamente dentro de la nave, intentando no tropezar con los equipos del módulo. A pesar de haberse cepillado los trajes mutuamente antes de entrar, las escafandras estaban tiznadas por culpa del regolito lunar y un fuerte olor a pólvora impregnaba la cabina. Los trajes estaban bañados en sudor, así que los colgaron de las paredes del módulo e hicieron circular aire frío dentro de los mismos usando los umbilicales. Como resultado, el interior del LM parecía estar ocupado por cuatro tripulantes en vez de dos. Tras conversar con Houston y comer un poco, pusieron las cubiertas en las ventanas del Challenger  y se dispusieron a dormir. Para ellos era de ‘noche’, pero en la Luna el día dura un mes y la superficie de Taurus-Littrow estaba tan iluminada como cuando aterrizaron. Dormir en la Luna era una pequeña odisea. Los astronautas colocaron dos hamacas dentro del reducido espacio del módulo, situadas de forma perpendicular una con respecto a la otra, e intentaron descansar. Al menos no tenían que hacerlo llevando los incómodos trajes de presión como en las primeras misiones Apolo. Lo más extraño era el absoluto silencio que reinaba en el exterior, cortesía de un mundo sin atmósfera.

El astronauta Gordon Fullerton despertó a la tripulación con la Cabalgata de las Valquirias de Wagner. Una manera como cualquier otra de despertarse en la Luna. Los dos hombres volvieron a repetir los procedimientos para salir del LM otra vez. En esta ocasión permanecerían 7 horas y 37 minutos fuera, pero recorrerían una distancia mucho mayor: 20,4 kilómetros. ‘No hay ni una nube en el cielo. ¡Excepto en la Tierra!’, bromeó Schmitt al pisar la superficie lunar por segunda vez. Durante un segundo, el geólogo se quedó mirando nuestro planeta extrañado. Algo no encajaba. Al final se dio cuenta de lo que pasaba: la Tierra había girado desde la salida del día anterior y no tenía el mismo aspecto. En el inmutable paisaje lunar, nuestro planeta era la única cosa que cambiaba constantemente. Los dos astronautas repararon una vez más el guardabarros del rover, pero en esta ocasión usaron un conjunto de cuatro mapas lunares como sustituto. La sorpresa de la salida fue el encontrar unos misteriosos depósitos de color naranja cerca del cráter Shorty. Los dos hombres se alejaron hasta una distancia máxima de 7370 metros del Challenger, todo un récord en el Apolo. Teóricamente, el rover podría llevarles a una mayor distancia, pero las medidas de seguridad lo prohibían. Si el vehículo se estropeaba, los astronautas tendrían que regresar al LM andando.

Hamacas para dormir en el interior del módulo lunar (NASA).
La reparación del guardabarros trasero del rover usando mapas (NASA).
Cernan en el exterior del LM (NASA).

La tercera y última actividad extravehicular tuvo una duración de 7 horas y 15 minutos, durante las cuales Cernan y Schmitt recorrieron 12,1 kilómetros en el rover. Al final de la caminata, los dos astronautas dedicaron unos minutos antes de subir al Challenger para descubrir una placa conmemorativa situada en la pata delantera del LM. En la placa -que perdurará milenios en el medioambiente lunar carente de erosión- puede leerse: ‘aquí el hombre completó sus primeras exploraciones de la Luna. Que el espíritu de paz con el que hemos venido se refleje en las vidas de toda la Humanidad’. Al finalizar la ceremonia, Schmitt subió por la escalerilla y poco después le siguió Cernan, que se convirtió así en el último hombre en pisar la Luna. Cernan, consciente de la importancia del momento, dedicó unas palabras de despedida. Ni Cernan ni Schmitt imaginaban que cuarenta años después seguirían siendo los últimos seres humanos sobre la Luna.

Placa conmemorativa depositada por Cernan y Schmitt en la Luna (NASA).
El LM Challenger en la lejanía. Ese pequeño punto era el único hogar de los astronautas en toda la Luna (NASA).
El misterioso terreno naranja encontrado por los astronautas (NASA).
La Luna y la Tierra vistas por el Apolo 17 (NASA).

Tras realizar varias tareas mundanas, como echar por la escotilla las mochilas PLSS o las bolsas con orina (que aún siguen allí intactas), continuaron con las preparaciones para el lanzamiento desde la superficie lunar. El despegue de la etapa superior del Challenger fue filmado gracias a la cámara de televisión del rover, aparcado a una distancia adecuada del LM. Desde Houston, Ed Fendell sería el encargado de controlar la cámara para seguir el ascenso del Challenger, una maniobra que debía ser realizada en el momento exacto para compensar el retraso en las comunicaciones por culpa de la distancia de la Luna. Una vez en órbita lunar el fino regolito lunar comenzó a flotar por la cabina del Challenger, y eso que los astronautas habían puesto cuidado en tapar todos los orificios de suelo donde se pudo acumular. El uso de la aspiradora mitigó el problema y para cuando se acoplaron con el América la mayor parte del polvo en suspensión había desaparecido. La tripulación se dedicó a trasladar los más de cien kilogramos de muestras lunares desde el Challenger al América (almacenadas en un maletín de aluminio de 48 x 30 x 20 centímetros). Cuatro horas después de haberse acoplado, separaron la fase de ascenso del Challenger, que terminaría por impactar contra la Luna. La tripulación permaneció un día más en órbita lunar realizando observaciones científicas. Finalmente, el motor del América se encendió y los tres astronautas abandonaron la órbita lunar para siempre. El regreso a casa fue una especie de anticlímax. Lo único que rompió la monotonía fue la actividad extravehicular de Ronald Evans, quien pasó 1 hora y 6 minutos fuera de la nave recogiendo carretes fotográficos y resultados de los distintos experimentos científicos situados en el lateral del módulo de servicio. Un espectacular paseo espacial entre la Tierra y la Luna, con la negrura del espacio como único telón de fondo.

La etapa de ascenso del LM Challenger poco antes del acoplamiento con el CSM América. Cernan puede verse en la ventanilla derecha (NASA).
Misión cumplida: Cernan y Schmitt en el interior del América (NASA).

Quince minutos antes de la reentrada en la atmósfera terrestre, la cápsula se separó del módulo se servicio. Un cielo azul radiante saludó a los astronautas mientras descendían hacia el Océano Pacífico el 19 de diciembre de 1972. La cápsula América rompió la superficie del mar a las 19:25 UTC, dando por finalizada la misión Apolo 17. Serían recogidos por los helicópteros del USS Ticonderoga minutos después. Los tres tripulantes estaban en excelentes condiciones, salvo por leves irritaciones en la piel causadas por los biosensores y una vejiga que le salió a Cernan en el labio superior. Cernan y Schmitt habían pasado tres días en la Luna (75 horas), incluyendo 22 horas y 5 minutos sobre la superficie lunar, recorriendo 36 kilómetros con el rover. Los dos astronautas tomaron 2237 fotografías y recogieron 110,4 kg de rocas lunares. Un magnífico broche final para un programa histórico.

La cápsula América del Apolo 17 segundos antes de chocar con la superficie del Océano Pacífico (NASA).
Los héroes llegan al USS Ticonderoga (NASA).

Contemplando las imágenes del Apolo 17 se hace difícil creer que haya pasado tanto tiempo. Las fotografías del programa Apolo podrían pasar por actuales sin ningún problema. Y sin embargo, hace cuarenta años de todo aquello. No es de extrañar que haya gente que crea que jamás pisamos la Luna. La hazaña de las misiones Apolo parece un sueño medio olvidado. Una oscura leyenda de héroes que se atrevieron a viajar más allá del reino de lo humano en una época en la que todo parecía posible. El programa Apolo fue fruto de la Guerra Fría, sí, pero al mismo tiempo nos mostró de lo que somos capaces como especie. Hace cuatro décadas la tripulación del Apolo 17 vivió durante tres días en la superficie de la Luna. ¿Cuándo nos atreveremos a continuar los pasos de Cernan y Schmitt? Y lo más importante, ¿quién lo hará?

Cuarenta años después, la etapa de descenso del Challenger, el rover y las huellas de astronautas siguen intactos en la superficie lunar, como podemos ver en esta imagen de la sonda LRO (NASA).


80 Comentarios

  1. Gran relato. Lo que me indigna de estos días es que hay gente que dice que estas cosas fueron mentiras por el simple hecho de que no se han vuelto a hacer. El costo elevado, el deseo de tomar el riesgo, ganarle a los rusos y sobre todo la falta de cinismo que hoy impera en nuestra sociedad. Yo estoy convenido que a menos que los chinos salgan con su propia copia del Apollo, no veremos nuevas misiones mas allá de la órbita casi rasante de la Tierra en nuestras vidas.

  2. Excelente entrada, realmente da gusto leer este blog.
    Saludos desde Uruguay.
    Pd. Cual es la razón x la cual en la primer foto se ve tan chica la tierra,? No deberia verse mas grande? O es idea mia?

    1. La distancia de la Tierra a la Luna es de unos 400 mil kilómetros. El diámetro de la Tierra es de unos 12 mil kilómetros. Con estos datos me sale que la amplitus de la Tierra vista desde la Luna es de aproximadamente 2 grados de arco que concuerda bastante bien con la foto. Puede variar un poco debido a que la órbita de la Luna no es exactamente circular pero nunca se verá mucho más grande.

      Es cierto que hay fotos donde se ve la Tierra más grande, pero son ampliaciones o bien en su momento se hicieron usando zoom óptico.

    2. Otra forma de calcularlo: si nosotros vemos la Luna bajo medio grado, y la Luna es aproximadamente 1/4 del diámetro de la Tierra, pues lógicamente veremos la Tierra aproximadamente 4 veces más grande desde la Luna.

    3. basado en fotos. pero entonces, por que la luna se ve mas grande desde la tierra y la tierra se ve mas chica desde la luna? ( si la tierra es mas grande que la luna).

      se debe en si a las fotos o alguna ilusion optica?

    4. Lógicamente depende como se halla hecho la foto (con que focal), pero también es cierto que cuando vemos la luna llena baja en el horizonte nos da la sensación de ser mucho mayor que cuando tiene mayor altura.

    5. En mis foto donde por casualidad sale la luna, su tamaño aparente es mucho menor que cuando deliberadamente le tomo una fotografía, lo mismo ocurre u ocurrió en aquellos años en donde un astronauta le toma una foto al otro y se ve la tierra a lo lejos, las cámaras que ellos usaban estaban preparadas para fotografiar la superficie lunar con algún astronauta dando saltitos por ahí, no para fotografías astronómicas.
      juan c: que la luna se viera más grande mientras está en el horizonte ¿se debe a que la atmosfera hace de lente de aumento? supongo.
      Saludos.

    6. El tamaño de un objeto astronomico en una fotografia depende de su tamaño aparente en el cielo y de la focal del objetivo con el que se toma la imagen, los astronautas llavaban varios objetivos en las ultimas misiones, pero lo que no había era ningún «zoom optico». Todas las fotos tomadas en las EVA lunares están hechas con un objetivo de 65mm de focal sobre pelicula de medio formato (6×6). Ese objetivo en ese formato es un angular moderado o un «normal ancho», tiene la misma cobertura que daría un objetivo de 35mm de focal en el formato de pelicula de 24x36mm.

      Así que es normal que en las fotos de la superficie la tierra salga de ese tamaño.

      Por cierto, no hay que confundir «teleobjetivo» con «zoom», son dos cosas diferentes… A veces muy muy diferentes

    7. El tamaño de un objeto astronomico en una fotografia depende de su tamaño aparente en el cielo y de la focal del objetivo con el que se toma la imagen, los astronautas llavaban varios objetivos en las ultimas misiones, pero lo que no había era ningún «zoom optico». Todas las fotos tomadas en las EVA lunares están hechas con un objetivo de 65mm de focal sobre pelicula de medio formato (6×6). Ese objetivo en ese formato es un angular moderado o un «normal ancho», tiene la misma cobertura que daría un objetivo de 35mm de focal en el formato de pelicula de 24x36mm.

      Así que es normal que en las fotos de la superficie la tierra salga de ese tamaño.

      Por cierto, no hay que confundir «teleobjetivo» con «zoom», son dos cosas diferentes… A veces muy muy diferentes

  3. Excelente artículo.Narrado de forma que uno casi puede revivirlo. Felicidades por el Bitácoras. Supongo que el experimento de flujo de calor buscaba medir el gradiente geotérmico lunar, que en la tierra viene a ser de 1ºC cada 33 m. ¿Cuales fueron los resultados del experimento?. ¿Hay algún enlace donde poder consultarlos?. Un saludo.

  4. Impresionante artículo, como ya nos tienes acostumbrados 🙂
    ¿Cuándo nos atreveremos a continuar los pasos de Cernan y Schmitt? Cuando recuperemos los sueños, el espíritu y la pasión de hace 40-50 años y los hagamos parte de nosotros.
    Quién o quiénes lo harán no me parece más importante, sino que serán expresión de una época que hoy no existe (o que busca nacer y le falta mucho trabajo todavía).
    Hace 40 años quedó demostrado que estar en Taurus-Littrow era posible. Hoy tenemos conocimientos, recursos y posibilidades en mayor cantidad y calidad. Mas nuestro desafío, hoy, es otro: generar una época donde volver a Taurus-Littrow tenga Sentido.
    Una época en que volvemos a la Luna porque está en nuestro corazón.
    Quiero y sueño con ser parte activa y testigo de que esa época cobre vida, que la generación de mis hijas o de mis nietos recorra esos paisajes con sus propios pies y los vea con sus propios ojos.
    Veo las fotos de la Apolo 17 y a mí también me parecen «actuales», porque siento que lo serán.
    Inmenso abrazo a todos.

    1. Yo tambien sueño con ello, pero no veo una Humanidad que quiera desafiar al futuro.

      El Postmodernismo es la muerte.

      Todo lo que aquí se muestra en el blog, es fruto de la Modernidad. De gente con las ganas de romper barreras y lograr lo impensado.

      Saludos.

  5. En la Wikipedia figura Schmitt primero como ex-senador de Nuevo México antes que como astronauta xD. No voy a negar la importancia de ser representante de la voluntad popular, pero creo que no digo ninguna herejía que estar entre el reducido grupo de seres humanos que pisaron la Luna es más importante xD.

    El hipoclorito de sodio (antiguamente «polvos de gas», tal cual) es la lejía de toda la vida (disuelto en agua, naturalmente). Así que bebían agua con lejía como sofisticadísimo método de purificación xD (ciertamente, no corrían riesgos gratuitos).

    Los próximos seres humanos en pisar la Luna, salvo que se tuerzan las cosas (que hay una buena probabilidad de que sea así) serán chinos. Para China es muy importante a nivel de prestigio esto. Lo que no sé es qué fecha será realista para esperar esto, pero 15 años más muy probablemente, para entonces Schmitt por ejemplo tendrá 92 años.

  6. Es increíble, lo fácil que parecía ir a la luna. Magnifico resumen Daniel. Ahora vivimos en una época donde la tecnología nos rodea y donde un niño de 9 años maneja un ipod con soltura y sin embargo muchísima gente cree que no sucedió.
    Vivimos en una época que le ponemos peros a todo y sin embargo no reparamos gastos en hacer la guerra y gastar lo que haga falta.
    En esta época falta hombría y coraje. La nasa cubierta de políticos tiene miedo de arriesgar la vida de los astronautas en cualquier misión, nos hemos vuelto cómodos y falta la capacidad de soñar.
    Como ven soy un nostálgico y pesimista.
    Cuando era niño esta misión me inspiro y dirigió mi afición a los temas espaciales.

    p.d. Recomiendo que escuchen en youtube el sonido de los astronautas del apolo 17 en el lanzamiento, se iban riendo y bromeaban, increible ¡¡¡¡¡

    saludos jorge m.g.

  7. Es muy triste ver como la cumbre de la tecnología humana fueron los años setenta -Apolos, Skylab, el desarrollo del trasbordador…..

    Ahora el presidente de los Estados Unidos parece más interesado es su teléfono móvil que en darle dinero a la NASA. No me extrañaría que en esta legislatura se acabase cancelando el programa espacial tripulado americano.

    De hecho, ni siquiera tienen ya nave propia.

    1. Concuerdo contigo, los actuales políticos norteamericanos son mezquinos y demagogos, y proponen misiones suicidas a asteroides y a Marte sin tener desarrollado la tecnología adecuada para esas misiones, y que no podrán salir adelante sin cooperación internacional. La Luna seria perfecto para desarrollar un programa espacial internacional después del programa de la estación espacial internacional que debe de terminar algún día en el futuro, ya que no orbitará para siempre.
      Comparen el discurso de John Kennedy en 1961, que no solo era un bonito discursos, sino que explicaba los componentes del programa apollo, es el discurso de un estadista; al discurso de Barack Obama en el 2010, que es un lista de buenos deseos, en fin una cubeta de babas; es el discurso de un demagogo.
      Tuco de la rey

  8. Tenía 12 años y recuerdo cada momento que viví con el proyecto Apollo, y me queda una sensación de amargura y de pérdida. Creí que eso sería lo habitual. 40 años después no he perdido la esperanza de ver a otro hombre en la Luna y espero verlo en Marte. ¿A alguien le importa que el próximo en la Luna sea chino?. A mi no, pero preferiría que el espacio fuera un esfuerzo conjunto de todos y no que cada uno vaya por su lado y con sus intereses. Ya sé que es utópico, pero insisto, no pierdo la esperanza. 12 hombres sigue siendo muy poco, (aunque visto el LM que propone Golden Spike, casi que prefiero verlo por la tele).

    1. Para el Anónimo: ¿Qué es lo que no crees del despegue? a lo mejor piensas que se trata de una maqueta… Amigo!!! estamos terminando el año 2012, por favor… no crees que a estas alturas de la vida y con tanta tecnología, si el programa Apollo hubiese sido una mentira, no nos habríamos dado cuenta ya. Por decirte algo, si los rusos hubieran descubierto que los alunizajes eran una falacia, hubiesen sido los primeros en pegar el grito en el cielo, sin embargo, lo que hicieron fue felicitar a EEUU por los logros del programa Apollo.
      Cordiales saludos.

    2. No hombre, los conspiranoicos te rebaten el argumento de los rusos diciendo que sus logros espaciales también son falsos y que la NASA lo sabe. Entonces ellos no destapan las mentiras de los americanos para que los americanos no destapen las suyas. Demoledor argumento :-DDDDD

    3. Por favorrrrr…..

      Solo admito que el Apollo 11 puede haber tenido algo de falso (lo que no significa que no hayan ido y llegado). Pero las restantes expediciones….

      Dejense de pavadas.

      Es irrefutable que el Hombre piso en mas de una oportunidad la Luna.

  9. Então víamos os astronaltas e sonhavamos com colônias na lua e noutros plantas.Agora,sonhamos com viagens à lua. O que era realidade virou sonho e os sonhos … miragem

  10. Madre mía, que retahíla de creyentes beatos. Piensen con un poco de sentido común, por Dios.

    Si es que hasta los creyentes empiezan a estar hasta las narices. Y esto se dice en un medio que no pasan tres días sin que cuente algo de la NASA, ahora que tiene que pedir permiso a los rusos para ir al espacio:

    http://www.libertaddigital.com/opinion/jorge-alcalde/la-nasa-nos-pone-de-los-nervios-66497/

    Aquí tienen otra versión de los vuelos de los Apolo:

    http://www.burbuja.info/inmobiliaria/conspiraciones/338458-son-validas-pruebas-aportadas-de-que-hombre-piso-luna.html

    1. Eres un «tontolaba» tocapelotas. Sólo te contesto para reirme de otro tonto que me viene con lo del falso alunizaje. Anormal. Ignorante. Seguro que has visto el «famoso» documental de Kubrick y la Luna pero como eres tan ignorante no te has dado cuenta que lso nombres que ponen de los supuestos cientificos son, en realidad, bromas: por ejemplo hay un tal David Bowman y un tal Allen Stuart Koninsberg, te dejo para que los busques en Internet y te des cuenta de como toman el pelo a los incultos. Supongo que desconoces la existencia de un (sub)genero cinematográfico llamado «falso documental» . Sin duda libertad digital y burbuja .info disponene de una informacion valiosísima que nadie antes ha encontrado.

    1. Es como un virus….

      Hay que atacarlo desde el principio, sino crece y crece.

      En Argentina estamos observando (casi pasivamente) la secundarización de la Universidad y ya nada te sorprende.

      Se pueden leer muchas noticias desde las Universidades donde dan la voz de alarma. El nivel es bajísimo. Ya casi no se aprende nada en el nivel secundario y luego usan las mismas mañas/tretas en la Universidad para aprobar. Lo pero es que la cabeza del país (su Presidente) dice tener un título universitario pero hay muchisimas dudas al respecto.

      En fin…

      Hay una frase de Demostenes (creo) sobre cuando los malos toman el poder y lo que ocurre.

      Saludos.

  11. Fantástica lectura. Gracias Daniel.
    Viví de niño estos vuelos y arrancó en mí la fascinación por el espacio que me ha acompañado el resto de mi vida.

    Un pequeño dato: Joe Engle se quedó fuera de la Luna pero ha sido el único comandante novato de un shuttle en el STS-2 Columbia.

    Saludos.
    Carlos

  12. La imagen del modulo lunar en la lejanía, da una sensación de desolación, solo dos personas viviendo en la superficie de la luna, eso si que es sentirse solos.
    Que mala decisión(para los políticos no daba para mas) fue abandonar la luna justo cuando se estaba empezando a lograr vivir en la superficie tiempos mas largos y el hardware ya era conocido. Veremos que pasa en la próximas décadas.

  13. Dices «La hazaña de las misiones Apolo parece un sueño medio olvidado. Una oscura leyenda de héroes que se atrevieron a viajar más allá del reino de lo humano en una época en la que todo parecía posible.» Poética declaración que me hace pensar en la frase de Newton cuando dice aquello de que – somos enanos a lomos de gigantes-

    ¡Qué sueño sería poder encontrar de nuevo las energías, el empuje, las ganas y la valentía que hicieron posible todo esto! Pero desgraciadamente parece que somos enanos y que seguiremos siéndolos por mucho tiempo.

  14. Citas en tu magnífico articulo al cráter «Alphonsus» como uno de los posibles destinos de la misión Apollo XVII. Me gustaría aclarar para tus lectores que dicho cráter «Alphonsus» fuen nombrado así en honor del rey castellano Alfonso X, Toledo 23-11-1221, Sevilla 4-4-1284.

    Dice de él Isaac Asimov en su Enciclopedia Biográfica de la Ciencia y la Tecnología:

    – Fue famoso por su escuela y su afán de aprender y por esto se le llamó Alfonso X El Sabio, sobrenombre que muy pocos soberanos han llevado en la historia.

    Es especialmente famoso por haber conducido a la preparación de unas tablas planetarias que fueron publicadas en 1252, día de su ascenso al trono. Estas tablas alfonsinas fueron las mejores de la Edad Media y no se mejoraron en más de tres siglos

    Un honor que el monarca no pudo jamás haber sospechado se le concedió varios siglos después cuando un cráter de la Luna fue bautizado con su nombre. El cráter «Alphonsus» se hizo famoso en 1957 al notarse en él una posible actividad volcánica-

    De ahí imagino el interés en ser visitado por el Apollo XVII, aunque al final no fuese hecho realidad.

    http://es.wikipedia.org/wiki/Alfonso_X_de_Castilla

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Por Daniel Marín, publicado el 9 diciembre, 2012
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