Tatooine es un planeta ficticio de la saga Star Wars caracterizado por orbitar dos soles al mismo tiempo. Este tipo mundos se conocen en astrofísica como ‘planetas circumbinarios’ y aunque parezca ciencia ficción ya hemos descubierto unos cuantos. En concreto tres: Kepler 16b, Kepler 34b y Kepler 35b, a los que hay que sumar HD 176051b, que aunque no es circumbinario propiamente hablando, gira alrededor de una de las estrellas de un sistema binario.

Curiosamente, aunque la propia NASA se refirió a Kepler 16b como Tatooine en la rueda de prensa del anuncio del descubrimiento, ninguno de estos planetas son Tatooine, es decir, planetas rocosos de tamaño terrestre (tampoco hay jabbas ni jedis, por supuesto). En realidad, todos ellos son gigantes gaseosos. El caso es que no hace falta ser un lince para imaginarse que las fuerzas de marea de un sistema binario complican bastante los procesos de formación planetaria. Entonces, ¿cómo se han formado estos mundos?

En un reciente artículo publicado en el Astrophysical Journal Letters, un grupo de astrónomos ha realizado una simulación de la formación de planetas en estos sistemas. El resultado es que los planetesimales alrededor de estas estrellas terminarían por poseer órbitas muy excéntricas por culpa de las fuerzas de marea, complicando sobremanera los procesos de formación. En concreto, la simulación fue incapaz de producir planetesimales superiores a 1 kilómetro de diámetro situados a la misma distancia que los planetas circumbinarios descubiertos.

Por lo tanto, lo más lógico es suponer que los planetas circumbinarios se formaron más lejos y que posteriormente migraron hacia el interior del sistema, un proceso muy común entre los mundos exoplanetarios descubiertos hasta la fecha. Las malas noticias para los que ansían descubrir un Tatooine es que los procesos de migración son menos efectivos en el caso de planetas rocosos, así que si se forma un mundo similar a la Tierra en uno de estos sistemas es más probable que sea una bola de hielo en vez de un mundo desértico. Otra solución es que estos planetas no se hayan formado mediante acreción de planetesimales, sino por colapso gravitatorio directo. En este caso podría no ser necesario invocar procesos migratorios, pero la pega es que este proceso sólo sirve para formar gigantes gaseosos, no planetas rocosos como Tatooine. Por supuesto, podría existir un gigante gaseoso circumbinario con lunas habitables -de hecho, Kepler 16b está en el borde exterior de la zona habitable-…¡pero entonces no hablaríamos de Tatooine, sino de un Pandora con dos soles!

A la vista de estos resultados, es complicado que existan mundos como Tatooine en la Galaxia, aunque sin duda habrá alguno que otro -que en lenguaje astronómico es sinónimo de miles-. En cualquier caso, lo que tiene mérito de verdad es que los autores del estudio hayan logrado colar el nombre de ‘Tatooine’ en el título del artículo. Eso sí que es un paper friki y lo demás son tonterías.

Referencias:

• How not to build Tatooine: the difficulty of in situ formation of circumbinary planets Kepler 16b, Kepler 34b and Kepler 35b, S. J. Paardekooper et al. (ArXiv, 15 junio 2012).