2I/Borísov, un cometa interestelar corriente y moliente

Por Daniel Marín, el 2 noviembre, 2019. Categoría(s): Astronomía • Sistema Solar ✎ 61

El segundo cuerpo interestelar que visita nuestro sistema solar, 2I/Borísov, sigue dando que hablar. Observatorios terrestres repartidos por todo el mundo y el telescopio espacial Hubble han logrado obtener datos de este intruso proveniente de otra estrella durante el que será su único paso por nuestro sistema solar antes de volver a perderse en la inmensidad del espacio interestelar. ¿Y cuáles son los resultados? Pues la noticia es que el cometa Borísov es un cometa completamente anodino que no tiene nada de especial. Es más, si no fuera por su naturaleza claramente hiperbólica, habría pasado prácticamente desapercibido.

El cometa 2I/Borísov visto por el Hubble (NASA, ESA and J. DePasquale (STScI)).

El primer visitante interestelar conocido, 1I/ʻOumuamua, fue toda una sorpresa porque no presentó ninguna actividad cometaria, aunque posteriormente se pudo comprobar indirectamente que sí que la tenía gracias a la desviación de su órbita prevista. ¿Y por qué era una sorpresa? Porque lo lógico es suponer que un viajero interestelar que haya abandonado su estrella provenga de las regiones exteriores de su sistema, o sea, que en su momento haya sido un miembro del equivalente a la nube de Oort o el cinturón de Kuiper en nuestro sistema solar. Y los objetos de la nube de Oort son, como todos sabemos, núcleos cometarios ricos en volátiles (hielos de agua, metano, dióxido de carbono, etc.). Por tanto, es natural suponer que un objeto interestelar sea un cometa rico en hielos.

La órbita de Borísov (NASA).

Pero no, 1I/ʻOumuamua no era un cometa, por lo menos no uno normal. También es verdad que se trataba de un objeto muy pequeño, de apenas 250 metros aproximadamente. Por contra, Borísov es mucho más grande, con un diámetro de entre 3 y 16 kilómetros (el tamaño exacto no lo sabemos porque desde la Tierra no podemos resolver el núcleo). En cualquier caso, al ser un cometa tiene abundantes volátiles y podemos analizar mejor su composición que en el caso de ʻOumuamua gracias al material expulsado del núcleo que forma la coma y la cola. Los instrumentos terrestres y espaciales han detectado compuestos como monóxido de carbono, cianuro (CN) y agua. Vamos, lo normal en cualquier cometa. La presencia de agua ha llamado, lógicamente, la atención de muchos medios, que han publicado que Borísov «tiene agua alienígena». Bueno, dado su origen, lo raro sería que tuviese agua de nuestro sistema solar (de paso, estos medios han obviado que el agua de Borísov, como en el resto de cometas, no se encuentra en estado líquido).

El color de Borísov comparado con otros cuerpos del sistema solar, incluyendo cometas (Bolyn et al.).

La presencia de agua en Borísov no es nada espectacular porque eso es precisamente lo que se espera que haya en un cometa normal. Y, aunque es cierto que hay algunos cometas que presentan muy poca cantidad de este compuesto en los espectros, la mayoría de cometas que vienen de la nube de Oort tienen importantes cantidades de agua en su coma porque nunca han pasado por las cercanías del Sol previamente. Y, justamente, Borísov se comporta como un cometa nuevo que viene de la nube de Oort, como el famoso Hale-Bopp o el C/2013 S1 (ISON). Naturalmente, la diferencia es que Borísov proviene de una nube de Oort de otra estrella. La cantidad de agua del núcleo revela que Borísov no ha experimentado temperaturas muy altas durante mucho tiempo, pero que, al menos, se ha calentado previamente por encima de 30 kelvin. De no ser así, habría presentado poca cantidad de agua en su espectro, como el cometa C/2016 R2, un cuerpo proveniente de la nube de Oort con poca agua en su coma y cola. En este caso, la falta de agua se cree que se debe a la presencia de otros hielos a temperaturas muy bajas que han enfriado tanto el hielo de agua que dificultan la sublimación de este último.

Los instrumentos terrestres y espaciales seguirán estudiando el cometa Borísov hasta que desaparezca para siempre. Recordemos que nunca más lo volveremos a ver. Por otro lado, con dos intrusos interestelares ya podemos estimar mejor la probabilidad de que este tipo de objetos visite nuestro sistema solar. De acuerdo con un estudio liderado por el investigador Bryce Bolin, en un momento dado puede haber hasta trece visitantes interestelares del tamaño de ʻOumuamua o menos a una distancia de menos de 450 millones de kilómetros del Sol. Si esto es cierto, las probabilidades de que dentro de unos años podamos estudiar un objeto de otro sistema solar con una sonda espacial son muy altas.

Referencias:

  • https://www.nature.com/articles/s41550-019-0931-8
  • https://arxiv.org/pdf/1910.12785.pdf
  • https://arxiv.org/pdf/1910.14004.pdf


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