Después de la recogida de muestras del pasado 21 de febrero, la sonda japonesa Hayabusa 2 ha llevado a cabo otro de los hitos de la misión: lanzar un proyectil contra el asteroide Ryugu. La maniobra tuvo lugar el 5 de abril de 2019. Previamente la sonda abandonó su zona de espera situada 20 kilómetros del asteroide y se acercó hasta 500 metros. En ese momento, a las 01:56 UTC soltó la subsonda SCI (Small Carry-On Impactor), de 9,5 kg, con el objetivo de detonar una carga explosiva para crear un cráter en la superficie de Ryugu. Evidentemente, tener una sonda espacial en las cercanías de una explosión no parece muy buena idea, motivo por el cual el SCI se separó de la sonda antes de la operación y funcionó como una pequeña nave espacial autónoma. Hayabusa 2 realizó una acción evasiva para que Ryugu sirviera de escudo durante la explosión por si algo salía mal y el SCI no apuntaba en la dirección adecuada.
Unos 18 minutos después de la separación del SCI Hayabusa 2 soltó una segunda subsonda, la cámara DCAM-3, con el objetivo de grabar el momento del impacto. Aproximadamente 40 minutos después de la separación (02:36 UTC) los 4,7 kilogramos de explosivo plástico (PBX) de la carga hueca del SCI entraron en acción, propulsando un proyectil de cobre de unos 2 kilogramos que chocó contra Ryugu en la zona del ecuador, a unos 90º en longitud de la región de Tamatebako, la zona de recogida muestras. El impacto se produjo a una velocidad aproximada de 7200 km/h (2 km/s). La cámara DCAM-3 captó el momento del impacto como estaba previsto. Ciertamente la imagen no es demasiado llamativa, principalmente porque la cámara tenía poca resolución —más adelante se enviarán imágenes con más calidad— y porque se trató de un impacto a una velocidad relativamente baja. Pero estos detalles no pueden hacer que perdamos la perspectiva: hemos podido contemplar casi en directo cómo un artefacto humano genera un cráter sobre un pequeño asteroide a millones de kilómetros de la Tierra.
El SCI funciona según el principio de carga hueca, usado en multitud de armas anticarro. La forma del explosivo dirige la energía de la explosión hacia adelante, deformando una superficie metálica hasta darle forma de proyectil. En este caso, frente a los 5 kg de explosivo plástico se había situado una placa de cobre de 26,5 centímetros de diámetro y 5 milímetros de espesor, con una masa de 2,5 kg (aunque solo unos 2 kg llegaronn a la superficie). Tanto el SCI como la DCAM-3 carecían de un sistema de propulsión propio. La cámara DCAM-3, con un campo de visión de 74º x 74º y una longitud de tan solo 8,1 centímetros, incluía a su vez dos cámaras, la DCAM-A y la DCAM-D. La DCAM-3 ha recibido esta designación por tratarse del tercer ejemplar de esta cámara, ya que las DCAM-1 y DCAM-2 se montaron en la vela solar IKAROS. Tras la explosión del SCI, la cámara DCAM-3 fue apagada después de casi cuatro horas de funcionamiento gracias a sus baterías (una más de lo esperado).
Ciertamente no es la primera vez que se crea un cráter sobre otro astro de forma artificial. Varias misiones Apolo lanzaron contra la Luna la tercera etapa S-IVB del Saturno V para estudiar el interior de la Luna. Otras sondas lunares se han estrellado a propósito con el mismo objetivo (la última fue la sonda LADEE en 2014). Y, por supuesto, no podemos olvidar la sonda Deep Impact de la NASA, que en junio de 2005 lanzó una subsonda que chocó a muy alta velocidad contra el núcleo del cometa Tempel 1. Tampoco es la primera vez que se usan explosivos para esta tarea. Una vez más, el programa Apolo ya se adelantó al usar morteros desplegados por los astronautas para generar ondas sísmicas (obviamente, se activaron desde la Tierra después de que los astronautas se fuesen).
En los próximos días Hayabusa 2 estudiará el cráter creado por SCI y el 20 de abril regresará a la posición de espera a veinte kilómetros de distancia. Los científicos de la misión analizarán las imágenes y, en base a las mismas, tomarán la decisión de realizar una segunda maniobra de recogida de muestras en el cráter, con el fin de capturar partículas del interior de Ryugu que, por lo tanto, no hayan sido afectadas tanto por la radiación solar y los rayos cósmicos. Además, Hayabusa 2 todavía tiene pendiente el despliegue del cuarto «rover», el MINERVA-II-2 antes de emprender el viaje de regreso a la Tierra.