Una misión al foco gravitatorio del Sol para estudiar exoplanetas similares la Tierra

Por Daniel Marín, el 25 abril, 2016. Categoría(s): Astronáutica • Astronomía • Exoplanetas ✎ 38

Saliendo de nuestro sistema solar, a casi medio camino de la estrella más cercana se encuentra una región fascinante. A primera vista no tiene nada de especial. Allí no hay ningún cuerpo relevante –que sepamos– y el Sol es tan débil que es prácticamente una estrella más del firmamento. Y, sin embargo, en esta zona la Relatividad General de Einstein nos brinda la oportunidad de usar nuestra estrella como si fuese un enorme telescopio. Un telescopio tan grande que en teoría podríamos ver los detalles de los continentes y océanos de un hipotético planeta similar a la Tierra situado a decenas de años-luz. Hablamos del punto focal del Sol.

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Principio de lente gravitatoria: el Sol (objeto azul) actúa como un telescopio creando un anillo de Einstein de un objeto situado a mayor distancia (writescience.files.wordpress.com).

Albert Einstein nos enseñó que cualquier objeto con masa distorsiona el espacio-tiempo y, por tanto, es capaz de desviar la luz a su alrededor (técnicamente decimos que la luz viaja a lo largo de una geodésica una ‘línea recta’– en un espacio-tiempo tetradimensional). Para objetos de pequeña masa como científicos o planetas el efecto es despreciable, pero no así para estrellas y otros objetos masivos. Ya en 1979 Von Eshleman propuso aprovechar el efecto de lente gravitatoria predicho por la Relatividad General para usar el Sol como un gigantesco telescopio.

Pero sería el investigador italiano Claudio Maccone el principal valedor de esta propuesta. Desde los años 80 Maccone se ha convertido en el adalid de una misión al punto focal del Sol denominada FOCAL, un concepto que ha sufrido sucesivas mejoras a lo largo de los años. No obstante, el uso del Sol como telescopio no es nada sencillo y en un reciente trabajo Geoffrey Landis (NASA), nos recuerda por qué. De entrada, y a pesar de la contradicción, hay que entender que el ‘punto focal’ del Sol no es un punto, sino la superficie de una esfera. El segundo problema es la lejanía. Con el fin de poder usar el Sol como un enorme anteojo debemos alejarnos a una distancia mínima de unos 83 000 millones de kilómetros (550 Unidades Astronómicas). Para que nos hagamos una idea, Neptuno se encuentra a 4500 millones de kilómetros (30 UA) del Sol. O sea, que una misión al punto focal sería casi una misión interestelar.

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Concepto de la misión FOCAL y posición (Maccone et al.).

Otro factor que suele pasar desapercibido es que 550 UA es la distancia mínima con la que seremos capaces de usar el Sol como lente, ya que esta distancia es aquella que corresponde a los rayos de luz focalizados que pasan justo rozando el borde de la fotosfera solar (la ‘superficie’ visible del Sol). A mayores distancias es posible seguir usando el Sol como telescopio, pero veríamos los rayos de luz que pasan por el Sol a cada vez más distancia. Como veremos, lo ideal es situar nuestra sonda más allá de esta distancia mínima.

Ahora bien, supongamos que somos capaces de llegar hasta el ‘plano’ focal del Sol, una misión que con la tecnología actual requeriría de varias décadas de viaje. Evidentemente, el principal problema es que debemos saber qué vamos a observar con antelación. La superficie de la esfera del plano focal es tan brutalmente extensa que tardaríamos siglos o milenios en cubrirla. Por lo tanto, tenemos que estar totalmente seguros de que el objetivo vale la pena. Lo único que justificaría una misión así sería una Tierra 2.0 en la que los telescopios terrestres hubieran detectado en su atmósfera la existencia de biomarcadores compatibles con la vida.

Incluso si este es el caso, utilizar el Sol como telescopio no es nada sencillo. Obviamente, deberemos bloquear la luz del propio Sol si queremos ver algo, así que sería necesario usar un coronógrafo u ocultador independiente (tipo starshade). Más difícil será el bloqueo de la luz de la estrella del exoplaneta, que estará a tan solo un segundo de arco de distancia, así como la difusa luz zodiacal procedente del sistema planetario objeto de estudio. Ahora bien, aunque tapemos el Sol tendremos que hacer frente al brillo de la corona solar. Una forma directa de bloquearla es emplear un coronógrafo con un diámetro mayor al tamaño aparente del Sol, lo que implica situar nuestra sonda desde una distancia mayor a la distancia mínima del plano focal. De todas formas, la corona solar no tiene una frontera clara y tendríamos que poner el límite en función de la relación señal-ruido que más nos convenga.

La Relatividad General nos dice que la imagen del hipotético exoplaneta estará distorsionada formando un anillo de Einstein. Un pequeño inconveniente, podríamos pensar: usando el algoritmo adecuado no deberíamos tener problemas a la hora de reconstruir la imagen hasta que tenga una forma reconocible. Sí, pero el inconveniente es que el anillo de Einstein en cuestión cubrirá una superficie de varios kilómetros cuadrados. Por ejemplo, para un planeta de tamaño terrestre situado a diez años luz, el anillo de Einstein en el punto focal tendría unos 13 kilómetros de diámetro. Ni que decir tiene, es inviable construir un detector de semejante tamaño. Un telescopio en el punto focal del Sol vería por lo tanto solamente un trozo del exoplaneta. Si el telescopio tuviera un metro de diámetro observaríamos un área de un kilómetro de diámetro en la superficie de un planeta localizado a diez años luz. Alucinante, ¿no? Bueno, no vayamos tan rápido.

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Anillo de Einstein de un hipotético exoplaneta visto desde el punto focal del Sol (Landis et al.).

Porque primero debemos saber con una precisión exquisita la posición del exoplaneta alrededor de su estrella en cada momento y calcular así dónde se encontrará el anillo de Einstein en el plano focal. La precisión de apuntado sería del orden de 0,1 nanoradianes. O lo que es lo mismo, una burrada. ¿Esto es todo? Pues no, porque hasta ahora no hemos tenido en cuenta que el planeta se mueve en su órbita alrededor de su estrella. Pongamos que su velocidad de traslación sea de unos 30 km/s, como la Tierra. En ese caso, la sección de un kilómetro de diámetro que estábamos observando tan plácidamente se saldrá de nuestro campo de visión en tan solo 33 milisegundos, y el planeta entero en 42 segundos.

Pese a todo, esto no significa que no seamos capaces de observar nuestro objetivo. Simplemente podemos colocar nuestra sonda-telescopio en una zona y esperar que cruce la imagen del anillo de Einstein del exoplaneta. Ahora bien, esto únicamente nos permitirá cartografiar una pequeña franja del planeta. Para observaciones más elaboradas deberíamos seguir la imagen del planeta mientras se mueve por el plano focal. Para ello la nave tendría que ejecutar una maniobra con una Delta V de 200 m/s a lo largo de un año, una cifra solo al alcance de un sistema de propulsión muy eficiente (o sea, con un impulso específico muy alto).

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Correspondencia entre las secciones del anillo de Einstein del exoplaneta y su superficie (Landis et al.).

Aún en el caso de que seamos capaces de superar todas las barreras teóricas y tecnológicas antes mencionadas, la imagen observada estaría ligeramente borrosa debido a las diversas limitaciones prácticas. Se puede contrarrestar este efecto con técnicas de deconvolución adecuadas, pero en todo caso no podríamos alcanzar resoluciones del orden de kilómetros. La resolución precisa dependerá de muchos parámetros, pero rondaría los cientos de kilómetros aproximadamente.

Teniendo todo esto en cuenta, resulta evidente que una misión al punto focal del Sol no es tan atractiva como pudiera parecer a primera vista. ¿Vale la pena tanto esfuerzo para obtener una imagen distorsionada de un planeta con una resolución relativamente baja? Obviamente, a día de hoy la respuesta es no. Siempre será más fácil destinar los recursos de una misión de este tipo para construir un telescopio espacial de gran tamaño con un ocultador externo o un sistema interferométrico capaz de obtener datos de nuestra Tierra 2.0, con la ventaja adicional de que un sistema de este tipo podría emplearse para estudiar muchos otros objetivos en la bóveda celeste. A pesar de todo, siempre cabe la posibilidad de realizar una misión al punto focal más modesta con el objetivo de realizar observaciones en el espectro de radio (el efecto de lente gravitatoria afecta a todas las longitudes de onda) o para poner a prueba una vez más la Relatividad General.

Referencias:

  • http://arxiv.org/pdf/1604.06351v1.pdf
  • http://www.kiss.caltech.edu/study/science/FOCAL%20Mission%20Concept%20JOHNSON.pdf


38 Comentarios

  1. ni a 13 años luz; ad absurdum varios: para que esta ahí el universo si no lo podemos recorrer? para qué resultados pronto si luego toda será olvido? para qué imágenes de planetas para una lejana descendencia que pensará igual que nosotros en cuánto a resultados concretos y pragmáticos?, y fundamentalmente para qué estos 542.000.000 de años que llevamos como organismos vivos en fanerozoico? Para Nada, entonces el dinero y la NASA al retrete y exijamos lo imposible: detener el envejecimiento celular mitosis tras mitosis cada 500 días y desparramémonos por el cosmos como todos los viridae et virinae juntos habidos y por haber, hagámoslo cuanto antes, pues el mundo inviluciona rápido entre 2010 y 2030.

  2. Me imagino a una civilización extraterrestre mirando nuestras ciudades y lellendo el periódico de un tipo sentado en un parque con esta tecnología bien utilizada

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