Superfulguraciones estelares capaces de freír un planeta

Por Daniel Marín, el 19 mayo, 2012. Categoría(s): Astronomía • Estrellas • Física • sondasesp ✎ 6

Las fulguraciones solares son sucesos muy violentos en los que la energía del campo magnético del Sol se libera de forma súbita, emitiendo grandes cantidades de rayos X. En ocasiones van acompañadas de eyecciones de masa coronal (CME), una lluvia de partículas subatómicas que al alcanzar nuestro planeta pueden provocar auroras, además de el fallo de satélites y redes de electricidad.

Sin embargo, a pesar de su violencia, las fulguraciones solares no son especialmente peligrosas para la vida -a no ser que seas un astronauta dentro de una nave interplanetaria, claro-, ¿pero es así en otras estrellas? Pues no siempre. Sabemos que las estrellas enanas rojas poseen fulguraciones especialmente intensas, pero existe cierta controversia sobre lo qué pasa con las estrellas de tipo solar. ¿Son las fulguraciones de nuestro Sol la norma entre la familia de estrellas de tipo G?

Algunas estrellas de tipo solar presentan supermanchas estelares, asociadas a la creación de superfulguraciones (Nature.com).

Aparentemente, la respuesta es afirmativa, pero no todas las estrellas de tipo solar son tan mansas como nuestro astro rey y de hecho algunas presentan superfulguraciones que podrían freír a un planeta como la Tierra. Un reciente estudio de los datos del telescopio espacial Kepler de la NASA llevado a cabo por un grupo de científicos japoneses ha permitido arrojar algo de luz sobre las superfulguraciones (superflares) de las estrellas de tipo solar. En concreto, se detectaron 365 superfulguraciones en un total de 83000 estrellas de tipo solar durante un periodo de 120 días. Pero, ¿cómo de potente es una superfulguración? Para que nos hagamos una idea, la fulguración solar más potente que se haya registrado nunca -el suceso Carrington de 1859– emitió una energía estimada de 10^32 ergios, mientras que la energía emitida por una superfulguración puede estar comprendida entre los 10^33 y 10^39 ergios. Es decir, las superfulguraciones pueden ser hasta diez millones de veces más energéticas que las fulguraciones más potentes de nuestro Sol (!). De todas formas, y en honor a la verdad, lo cierto es que Kepler no ha observado todavía un suceso tan bestia. La energía media de las superfulguraciones de este estudio estaba comprendida entre diez y 10 000 veces la energía del suceso Carrington, que no es poco.

Una fulguración solar vista en ultravioleta (NASA/ESA).

¿Y qué efectos tendría una superfulguración sobre un planeta situado a la distancia de la Tierra? En el caso de un suceso que emitiese entre 10^37 y 10^38 ergios, la energía sería insuficiente para derretir la corteza rocosa del planeta o provocar grandes cambios geológicos. Sin embargo, sí que podría derretir parcialmente el hielo de los polos y regiones montañosas, causando enormes inundaciones a escala global. Pero si hablamos de la atmósfera, los efectos serían mucho más dramáticos. Se producirían auroras globales y los protones procedentes de las fulguraciones crearían óxidos de nitrógeno en la alta atmósfera que podrían destruir toda la capa de ozono. Una superfulguración de «solamente» 10^36 ergios sería capaz de destruir el 80% de la capa de ozono de nuestro planeta durante más de un año, lo que dejaría a las formas de vida superficiales –homo sapiens incluido- a merced de los peligrosos rayos ultravioleta.

A priori podría parecer que esto son –muy- malas noticias para la vida en nuestra Galaxia, pero no hay que preocuparse, ya que sólo el 0,2% de las estrellas de tipo solar presentan estas monstruosas fulguraciones. Además, es prácticamente imposible que nuestro Sol emita una superfulguración de este tipo en la actualidad, aunque se cree que en su juventud, cuando giraba más rápidamente, pudo emitir alguna que otra con relativa frecuencia.

Hasta ahora se pensaba que estas superfulguraciones se daban en estrellas con un periodo de rotación más corto que el del Sol, algo normal si tenemos en cuenta que la rotación es el motor que genera el campo magnético de una estrella. No obstante, y aunque se ha podido comprobar que efectivamente las superfulguraciones son más frecuentes en las estrellas que giran muy rápido, también se ha detectado este fenómeno en estrellas que rotan más lentamente que el Sol. Además, la energía asociada a las superfulguraciones parece no estar correlacionada con el periodo de rotación. O lo que es lo mismo, las estrellas que giran más rápido no tienen por que ser necesariamente las que presenten las superfulguraciones más energéticas, lo que resulta un tanto desconcertante.

Del mismo modo que las fulguraciones del Sol están asociadas a la presencia de grupos de manchas solares, las superfulguraciones se originan en conjuntos de gigantescas manchas estelares, denominadas -como no podía ser de otra forma- supermanchas. A este respecto, el estudio parece descartar una relación entre la presencia de supermanchas y los jupiteres calientes. Efectivamente, algunas teorías sugieren que las superfulguraciones podrían deberse a la interacción del campo magnético estelar con el campo magnético de un planeta gigante que orbite la estrella a muy corta distancia. No obstante, ninguna de las estrellas de este estudio que presenta superfulguraciones posee un júpiter caliente.

Interacción entre los júpiteres calientes y el campo magnético estelar (nature.com).

Así que ya saben, si alguna vez viajan a otro sistema estelar, cuidado con elegir una estrella con superfulguraciones. Por si acaso, lo mejor sería ir comprando una crema solar con factor de protección diez billones…como mínimo.

Ésta es la contribución de Eureka a la Edición XXXI del Carnaval de Física que organiza el blog Imperio de la Ciencia.

Referencias:



6 Comentarios

  1. Yo no descarto que en un futuro cercano o durante mi vida me toque ver una de estas fulguraciones solares, de esas que dañan satelites, creo que el humano se acostumbra muy rapido a la armonia que lo rodea cuando en realidad vivimos en un universo salvaje

    1. Siempre me ha llamado la atención como en la actualidad prácticamente no se desarrollan tecnologías contra este tipo de eventos (o al menos eso creo). Es decir, si mañana ocurriese una tormenta como la de 1859 (que perfectamente podría ocurrir), podemos ir despidiéndonos de los principales sustentos de nuestra civilización (los medios de comunicación y las redes eléctricas) y ver como se produciría un devastador efecto en cadena. No nos recuperaríamos ni en 30 años…
      Por suerte estos eventos son muy extraños, pero eso no quiere decir que no se debiera hacer algo para protegernos de ellos.

  2. Es curioso pero los efectos de esas superfulguraciones que tendrian sobre la Tierra se parecen bastante a las causadas por grandes cambios climaticos, supererupciones volcanicas e impactos de asterioides que causan extinciones masivas.

    Quizas algunos eventos de extincion del pasado fueron causados por una superfulguracion solar… o tal vez no, pero si podrian ser la causa de extinciones globales en otros mundos con vida. De todas formas, no creo que un evento asi imposibilite la vida en un planeta, causaria una extincion masiva pero luego la biosfera se recuperaria como ha pasado en la Tierra varias veces.

    Claro que si las superfulguraciones se repiten con demasiada frecuencia, quizas la vida compleja nunca se recuperaria y dichos planetas esten solo habitados por microbios o a lo sumo musgos superresistente a la radiacion UV y los rayos cosmicos…

  3. La vida es tenaz pero a la vez delicada, excelente articulo Daniel para no variar leyendolo me he dado cuenta que si de golpe y porrazo al Sol le diera por emitir una superfulguración de estas «y esto es algo que aunque improbable puede pasar» nos podriamos dar por finiquitados. Tambien esto indica algo malo las estrellas enanas rojas són las estrellas más abundantes del Universo con lo que se són en teoria las que más planetas deben tener y ademas para mantener vida deben estar cerca de ellas si ademas són más inestables y emiten muchas fulguraciones las conclusiones pueden ser algo decepcionantes para la exoplaneteologia…..

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Por Daniel Marín, publicado el 19 mayo, 2012
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