El día que casi ejecutan a Serguéi Koroliov

Por Daniel Marín, el 10 marzo, 2011. Categoría(s): Astronáutica • Historias de la Cosmonáutica • Rusia • sondasesp ✎ 16

El 27 de junio de 1938, Serguéi Pávlovich Koroliov se dirigía a su humilde vivienda de Moscú después de una dura jornada de trabajo diseñando cohetes en un instituto de investigación secreto. Serguéi Pávlovich tenía por costumbre comprar el periódico y el pan antes de subir a casa y ese día no fue una excepción. Pero mientras se acercaba al portal de su edificio observó con preocupación como unos siniestros hombres de negro dentro de un coche oficial vigilaban los movimientos de los vecinos. Un escalofrío recorrió su cuerpo. La era del Terror estalinista estaba en su apogeo y la presencia de las sombrías figuras sólo podía significar una cosa: el NKVD estaba al acecho. Veinte años más tarde, Koroliov sería conocido como el gran ‘Ingeniero Jefe’, el artífice del cohete R-7 Semiorka que pondría en órbita el Sputnik -el primer satélite artificial de la historia- y lanzaría a Yuri Gagarin al espacio. Pero eso quedaba muy lejos en el futuro. Ese lunes de 1938, Koroliov era un simple ingeniero de 31 años.


Yuri Gagarin (izquirda) junto a Serguéi Koroliov en 1961.

No era la primera vez que la policía secreta se presentaba en el barrio y ya habían detenido a varios vecinos. La mayoría habían sido absorbidos por el complejo sistema de campos de prisioneros del Gulag, pero estaban vivos y escribían regularmente a sus familiares. Sin embargo, lo realmente preocupante era esa minoría que había desaparecido sin dejar rastro. A pesar del miedo, Koroliov se armó de coraje y subió a su casa con el periódico y el pan. Al fin y al cabo, ¿qué otra cosa podía hacer? No tenía sentido huir o esconderse, sólo quedaba resignarse y esperar. Durante la cena, Ksenia -su mujer- se mostró especialmente preocupada ante la presencia de los oficiales del NKVD. Por suerte, su hija Natalia, de sólo tres años de edad, estaba en casa de la abuela. Después de comer, los temores de la pareja se confirmaron cuando sonó el timbre. Al abrir la puerta, allí estaban los dos hombres de negro. Como era de esperar, ordenaron a Koroliov que se vistiese y que les acompañase. Mientras se alejaba en el coche, Koroliov ignoraba que tardaría dos años en volver a pisar Moscú. Tres meses más tarde, el NKVD pondría el nombre de Koroliov en una lista de «traidores» que debían ser ejecutados inmedatamente. La sentencia de muerte sería firmada por el mismísimo Stalin. El destino del futuro Ingeniero Jefe estaba sellado.

El GIRD y el GDL

Antes del Terror, la vida de Koroliov había transcurrido de forma mucho más agradable. A diferencia de otros pioneros de la astronáutica como Tsiolkovsky, Goddard, Oberth o von Braun, Koroliov no había demostrado ningún interés especial por el espacio exterior. Lo suyo era volar. Sentía una especial fascinación por los aviones y en los años veinte llegó a diseñar varios planeadores. A Serguéi le gustaba probar sus propios diseños, afición que le costó no pocos «sustos». Koroliov se toparía con los cohetes investigando métodos para volar más alto, más rápido y más lejos que nadie. Durante su etapa de estudiante en la Universidad Técnica Bauman de Moscú (MVTU) pudo conocer a muchos brillantes ingenieros que compartían su pasión por la aviación y la propulsión a reacción.


Koroliov en sus años de estudiante.


Koroliov (en el centro) probando uno de sus planeadores.

En otoño de 1931 fundaría con otros aficionados a la cohetería la organización GIRD (Группа изучения реактивного движения, «Grupo de Estudio del Movimiento a Reacción»). Entre los fundadores se encontraban figuras de la talla de Mijaíl Tijonrávov, pero el verdadero alma máter de este variopinto grupo de científicos e ingenieros era Fridrij Tsánder, un visionario de la exploración espacial. «¡Adelante hacia Marte!» (вперёд, к Марсу!), era el lema que repetía como un mantra hasta la saciedad. Fridrij era en cierto modo la antítesis de Koroliov. Pasional, imprudente, desorganizado y poco constante, contrastaba claramente con el metódico, ambicioso y joven Koroliov. Pero Serguéi sentía un profundo respeto por la figura de Tsánder. Mientras que Koroliov podía ser bastante rudo con sus compañeros del GIRD a la hora de contrastar opiniones, prácticamente nunca se atrevió a interrumpir en público a Tsánder. Durante una visita al GIRD por parte de varios altos cargos del partido, Koroliov había recomendado a sus compañeros no hablar del espacio, evitando así «espantar» a las autoridades. Todos los ingenieros expusieron sus logros sin hacer ninguna mención a los viajes espaciales. Pero cuando le tocó el turno a Tsánder, éste empezó a explicar apasionadamente cómo en pocos años un ciudadano soviético podría viajar al cosmos de la mano de los cohetes del GIRD. El resto de compañeros se quedó en estado de shock, pero Koroliov decidió no intervenir y permitió que Tsánder continuase con su exposición. De hecho, el futuro Ingeniero Jefe solía pagar en secreto a los camareros de la cantina del GIRD para que Tsánder recibiese un desayuno más abundante del habitual. Obsesionado con el trabajo y los viajes espaciales, Tsánder apenas comía lo suficiente para mantenerse en pie, lo que era causa de preocupación entre sus compañeros del GIRD. Desgraciadamente, los malos hábitos de alimentación y el ajetreado ritmo de vida le pasarían factura y moriría en 1933 sin poder ver su sueño hecho realidad.


Fridrij Tsánder.



Modelos de «naves interplanetarias» de Tsánder.


Motor OR-2 de queroseno y oxígeno líquido diseñado por Tsánder.

Es en esta época cuando Koroliov empieza a pensar seriamente en los viajes espaciales, sin duda gracias a sus largas charlas con Tsánder y al contacto directo con la obra de Tsiolkovsky, por entonces ya reconocido como un pionero en esta materia. El GIRD no era un grupo totalmente amateur, ya que dependía de Osoaviajim, una organización estatal destinada a fomentar el desarrollo de nuevas tecnologías aeronáuticas. Eso sí, los sueldos eran especialmente bajos incluso para los estándares soviéticos de la época. De este modo se pretendía que sólo permanecieran en el GIRD aquellos ingenieros y científicos realmente comprometidos con la causa de la cohetería. Tsánder sería el primer líder del GIRD, pero cuando las autoridades vieron el errático comportamiento del excéntrico científico decidieron poner al pragmático Koroliov a cargo del grupo.


Los miembros fundadores del GIRD, con Koroliov en la fila de abajo, en el centro. Tsánder aparece en la misma fila a la derecha.

El GIRD cosecharía pronto sus primeros éxitos. Antes de 1933, este equipo de aficionados ya había construido y lanzado el primer cohete soviético de combustible líquido, el GIRD-09. Aunque lo cierto es que el GIRD-09 era en realidad un cohete híbrido, poco después le seguiría el GIRD-10 (o GIRD-X), de propulsión totalmente líquida. El GIRD soviético conseguía así lo que Alemania y los Estados Unidos habían logrado pocos años antes. Los combustibles líquidos eran tremendamente complejos y caros comparados con los tradicionales cohetes de combustible sólido a base de compuestos de pólvora. Sin embargo, eran muchísimo más eficientes desde el punto de vista energético. Si el hombre debía alcanzar el espacio, lo haría gracias a los combustibles líquidos. Pero Koroliov y el resto de miembros del GIRD eran conscientes de que una aproximación a los militares resultaba esencial para conseguir los adecuados niveles de financiación que requería el desarrollo de estos nuevos cohetes. Por entonces no estaba muy claro qué papel podían jugar los cohetes en el campo de batalla, pero seguro que de algo servirían. Porque en esto de encontrar nuevas formas para matarnos, los seres humanos somos especialmente buenos.


El GIRD-09.


Miembros del GIRD con el GIRD-10, el primer cohete soviético de combustible líquido.


GIRD-10.

Fruto de estos contactos, el GIRD pasó a recibir un apoyo económico del Ejército Rojo a cambio de seguir ciertas líneas secretas de investigación. Aunque para el resto de la sociedad soviética el GIRD era poco más que una pandilla de excéntricos aficionados, lo cierto es que para 1933 se habían convertido en un verdadero instituto de investigación con más de setenta trabajadores.

Paralelamente al GIRD, en la URSS existía otro grupo dedicado a investigar el desarrollo de cohetes denominado GDL (Газодинамическая лаборатория, «Laboratorio de Gasodinámica»). El GDL había sido fundado en 1928 y dependía directamente del Ejército Rojo. Entre sus filas también se encontraban brillantes ingenieros, como un tal Valentín Glushkó, dedicado a la investigación de motores con combustibles hipergólicos. Treinta años más tarde, Glushkó se convertiría en el sucesor de Koroliov al frente del programa espacial soviético. A medida que el GIRD avanzaba en el desarrollo de sus cohetes, resultaba cada vez más evidente que lo lógico sería fusionar ambas organizaciones bajo el control de los militares. El GDL era un instituto mucho más grande y disciplinado -al fin y al cabo era militar-, pero los miembros del GIRD veían con buenos ojos una fusión por el bien de «la causa». Y lo mismo pensaba Mijaíl Tujachevsky, futuro mariscal de la Unión Soviética y padre espiritual del GDL.


Mijaíl Tujachevsky.

El RNII

La esperada unión se produjo en octubre de 1933, dando lugar al primer instituto de investigación del mundo dedicado exclusivamente al desarrollo de cohetes. La criatura se llamaría RNII (Реактивный научно-исследовательский институт, «Instituto Científico de Investigación de la [Propulsión] a Reacción») y dependería del comisariado -ministerio soviético- de industria pesada (Komtyazhprom).


Valentín Petróvich Glushkó.

El RNII estaría dirigido por Iván Kleymiónov y Georgi Langemak, este último inventor del término «cosmonáutica«. Los roces entre Koroliov y el resto de los GIRDianos con Kleymiónov no se harían esperar. Kleymiónov y Langemak eran partidarios de los cohetes de combustible sólido, mucho menos eficientes que los lanzadores de combustible líquido, pero más fáciles de construir y almacenar. Kleymiónov consideraba que el RNII debía ser ante todo práctico y desarrollar armas útiles, no simples vehículos de fantasía. Como último remedio, toleraba el uso de combustibles líquidos en determinados casos, pero siempre y cuando fuesen combustibles hipergólicos. Glushkó había demostrado la valía de este tipo de combustibles que, aunque tóxicos, eran mucho más fáciles de almacenar que el volátil y costoso oxígeno líquido favorecido por los «locos» del GIRD. Y no sería una discusión breve. El debate entre ambos tipos de combustible rondaría el programa espacial soviético como un espectro hasta bien entrados los años 70.


Iván Teriéntevich Kleymiónov.


Georgi Érijovich Langemak.

Gracias a la presión de Kleymiónov, el RNII diseñaría los cohetes de combustible sólido RS-82 y RS-132, que con el tiempo se convertirían en los famosos M-8 y M-13 de la Segunda Guerra Mundial, más conocidos popularmente como Katiusha. Por contra, Koroliov y sus antiguos compañeros del GIRD no parecían tener muy claro qué hacer con los cohetes de combustible líquido. Los misiles balísticos todavía quedaban muy lejos en el futuro y la única opción viable era usarlos como proyectiles de aviación o para propulsar aeroplanos hasta la estratosfera. En cualquier caso, los militares no parecían muy impresionados con las aplicaciones de los combustibles líquidos. No obstante, los partidarios de Koroliov y Kleymiónov continuaron con sus enfrentamientos, mandando cartas acusatorias a altos cargos del partido y a Tujachevsky. El mariscal, apartado ahora del control directo del RNII, se vio obligado a intervenir en varias ocasiones para poner orden en el instituto.

El Terror

Pero mientras los ingenieros del RNII malgastaban sus esfuerzos en riñas infantiles, el país en el que vivían empezó a cambiar dramáticamente. En 1937 comenzaría la era de ‘El Terror’, desatada por Stalin con la inestimable colaboración de Nikolái Yezhov, comisario del NKVD. Las detenciones de «enemigos del pueblo» se multiplicaron al mismo tiempo que una psicosis generalizada se adueñó de toda la población. Nadie estaba a salvo. Cualquiera podía ser denunciado por «traidor» -o peor aún, «saboteador»- a manos de vecinos o compañeros de trabajo.

El NKVD se lanzó entonces a una orgía de purgas entre los altos cargos del Ejército Rojo. El mariscal Tujachevsky, antiguo patrón del RNII, sería detenido el 26 de mayo de 1937 como supuesto miembro de una «conspiración trotskista anti-soviética». 17 días después fue ejecutado. En un sistema como el soviético, dominado por las relaciones de patronazgo, los subordinados de los altos cargos purgados son los siguientes en la lista del NKVD. En este contexto, las antiguas puyas de los ingenieros del RNII adquieren ahora un matiz mortal, literalmente. Leonid Korneiev, un antiguo ingeniero del RNII especialista en oxígeno líquido despedido por Kleymiónov, manda una carta a Stalin denunciando a su antiguo jefe como cómplice del «perro Tujachevsky». Andréi Kostikov, otro antiguo ingeniero del GIRD especializado en combustibles líquidos, tilda a Kleymiónov de traidor, una acusación especialmente grave teniendo en cuenta que Kostikov es miembro del partido comunista.

Al principio, el RNII intenta mantenerse al margen de las purgas. Pero como era de esperar, el 3 de noviembre de 1937 el NKVD arresta a Kleymiónov y el día después le sigue su segundo, Georgi Langemak. Un mes después, Kleymiónov firma una confesión bajo tortura y es sometido a un juicio militar el 10 de enero de 1938. Sería ejecutado ese mismo día. El 11 de enero le tocaría el turno a Langemak. La pérdida de Kleymiónov y Langemak tendría importantes consecuencias. La investigación de cohetes de combustible sólido en la URSS sufriría un importante retraso por culpa de estas purgas. De no haber sido asesinados, ¿habrían sido considerados Kleymiónov y Langemak como pioneros de la cosmonáutica junto a Koroliov o Glushkó? Nunca lo sabremos.

Pero el drama en el RNII no se detendría con estas muertes, ya que durante las sesiones de tortura Kleymiónov había delatado a Glushkó y Koroliov como cómplices de sus «fechorías». Koroliov logró evitar el verse involucrado en el asunto durante algún tiempo. Al fin y al cabo, como enemigo de Kleymiónov no tenía nada que temer. Kostikov le presionó para que delatase a sus enemigos, pero Koroliov prefirió concentrarse en el trabajo y continuó con su rutina habitual. Como amigo de Kleymiónov, Glushkó no tendría tanta suerte y el 23 de marzo de 1938 sería arrestado por el NKVD. Poco después fue condenado a seis años de prisión, aunque afortunadamente lo envían a un campo de trabajo para ingenieros -denominado informalmente sharashka-, donde las condiciones de vida son relativamente buenas. Las sharashkas serían creadas por el infame Lavrenti Beria bajo la denominación oficial de OTB, «oficinas técnicas especiales».

La condena

Lamentablemente para Koroliov, Glushkó también lo delata durante uno de los interrogatorios. Como resultado, el círculo se estrecha cada vez más alrededor del joven ingeniero. Finalmente, Koroliov es arrestado el 27 de junio en Moscú. De allí lo trasladan a una prisión en Novocherkassk, cerca del Mar negro. En esta prisión sería «interrogado» a conciencia y como regalo parece ser que recibió sendas fracturas en las mandíbulas superior e inferior. A raíz de esta paliza le resultaría imposible abrir la boca por completo durante el resto de su vida. Pocos meses después, el NKVD decide incluirlo en una lista de traidores que deben ser ejecutados. Koroliov no lo sabía, pero su vida pendía de un hilo. Los condenados serían ajusticiados dos días después en Kommunark, un centro del NKVD cerca de Moscú. Contra todo pronóstico, su condena a muerte sería revocada y Koroliov acabaría ante un juez. Todavía hoy se desconoce qué provocó este cambio de última hora, pero lo que es cierto es que la historia de la exploración espacial sería muy diferente si el nombre de Koroliov no se hubiese eliminado de esa macabra lista.

Aunque salvó su vida de milagro, las cosas no serían nada fáciles para Serguéi. El juez decidió sentenciarlo a diez años de prisión y cinco de privación de derechos políticos. Koroliov pensaba, como muchos otros prisioneros, que todo era un simple malentendido. Mantuvo una frenética correspondencia con su familia para intentar cambiar su situación. Finalmente, las autoridades accedieron a revisar su caso, pero Koroliov no tendrá tiempo de alegrarse. Porque antes de que le llegue la notificación de su nuevo juicio, en abril de 1939 el NKVD lo envía a trabajar a las minas de oro de Kolyma, en el extremo oriental de Siberia. Decir que las condiciones en Kolyma eran brutales es quedarse corto. Incluso para los crueles estándares del Gulag, la vida en las minas de oro era infernal. Antes de llegar a las minas, muchos prisioneros perdían la vida durante el trayecto en barco a través del Mar de Ojotsk para alcanzar el puerto de Magadán. Koroliov pronto se sumaría a otros setenta mil prisioneros que trabajaban en el río Kolyma noche y día con temperaturas de varias decenas de grados bajo cero. Los asesinatos y palizas estaban a la orden del día y Koroliov fue herido cuando un guarda decidió golpearlo con una pala en la cabeza. La alimentación también era paupérrima: hasta catorce dientes perdería Serguéi por culpa del escorbuto.

Si Koroliov hubiese permanecido en Kolyma unos meses más, sin duda habría muerto. Por fortuna, en julio de 1939 recibe un aviso: dentro de unos meses se va a celebrar un nuevo juicio sobre su caso. Koroliov debe presentarse en Moscú para la fecha de la vista, pero hay un problema y es que el viaje corre de su cuenta. Debe recorrer más de cinco mil kilómetros por sus propios medios. Serguéi es liberado y abandona Kolyma en una carrera contrarreloj. Haciendo auto-stop llega a Magadán, pero el barco ya ha partido. Koroliov se desespera, aunque poco después se entera de que ese mismo barco ha sufrido un accidente en el que morirían 700 personas. Es la segunda vez que Koroliov esquiva a la muerte por muy poco. Cuando llega a Jabárovsk para coger el tren rumbo a Moscú, su situación es tan deplorable que los médicos le dan por muerto. Pero, tras recuperar fuerzas, Serguéi llega a la capital en marzo de 1940, justo a tiempo para el nuevo juicio.

La sentencia se hace pública y, para asombro de Koroliov y su familia, el tribunal lo vuelve a condenar, aunque esta vez a ocho años solamente, que se deben cumplir retroactivamente desde 1938. Koroliov no se lo puede creer. Sabe que si vuelve a Kolyma morirá sin remedio. Él, que había volado entre las nubes y soñado con viajar al espacio, se ve atrapado en una pesadilla de la que no puede despertar. Afortunadamente, esta vez su destino no será Kolyma, sino el campo de Sevzheldorlag, donde se deberá dedicar a la construcción del ferrocarril.

Pero la fortuna vuelve a sonreír a Koroliov cuando el famoso ingeniero aeronáutico Andréi Túpolev decide incluir su nombre en una lista de 25 ingenieros con los que quiere trabajar en la sharashka TsKB-29. Se ve que Túpolev, él mismo objeto de las purgas estalinistas, aún recordaba sus breves encuentros con el joven ingeniero. Cuando llegó a la sharashka de Túpolev, sus compañeros se quedaron asombrados por su demacrado aspecto. La vida en la sharashka era el paraíso al lado de Kolyma, pero durante los primeros días Koroliov se negó en redondo a abandonar un mendrugo de pan y varios terrones de azúcar que escondía en sus bolsillos. La brutal experiencia del Gulag cambió a Koroliov para siempre. Su carácter se volvería brusco y huraño, con cierta propensión a los ataques de ira.

En 1942, con la guerra en su apogeo, sería enviado a Kazán para trabajar en la OKB-16. Paradojas de la vida, allí su jefe sería Valentín Glushkó, el mismo compañero del RNII que lo había denunciado años antes. No obstante, nada parecía indicar que Koroliov guardase algún tipo de rencor a Glushkó, ya que compartían la misma habitación y solían practicar deporte juntos. Poco después, los dos ingenieros recibirían una noticia increíble. Por lo visto, los nazis habían construido un cohete gigante, mucho más grande de lo que nadie había creído posible hasta ese momento.

Koroliov sería uno de los especialistas que terminaría por examinar en detalle el misterioso misil A-4 alemán, iniciando un camino que abriría el camino a las estrellas…Pero eso es otra historia.


Serguéi Pávlovich Korolyov.



16 Comentarios

  1. Uno de los múltiples «y si» de la historia de la cosmonáutica soviética está, precisamente, en dilucidar si las privaciones y lesiones que sufrió Koroliov durante su paso por Kolyma tuvieron consecuencias a largo plazo, pues terminaría muriendo de forma prematura en una mesa de operaciones. El cáncer del que se le operó era grave, pero los problemas cardíacos que arrastraba fueron, según algunas versiones, los que acabaron con él. De no haber muerto a principios de 1966, Koroliov habría seguido al frente del programa N-1 en lugar de su problemático adjunto Mishin. ¡Quién sabe si fue Stalin, indirectamente, quien impidió el triunfo de la URSS en la carrera por la Luna!

  2. Como siempre los politicos, de forma directa o indirecta, fastidiando a la ciencia.

    Y sí, estoy de acuerdo con que parece una historia de película. ¿quién le iba a decir a Korolyov que ser ingeniero le reportaría tantos riesgos? Para que veáis…

  3. Es un relato como de pelìcula, fue muy persistente Korolyov, estaba en el camino de convertirse en la estrella de la coheterìa sovietica, ayudado, claro està por la tecnologìa alemana.

  4. una historia trágica y también épica porqué no?. las grandes personalidades están rodeados de ese tipo de circunstancias. es una entrada increíble, que leí muy rápidamente pero la dejo para volver a leerla, un aporte excelente daniel.

    saludo.

  5. Aunque ya conocía parte de la historia, me ha parecido un excelente artículo Daniel. ¡¡Felicidades!!
    @Iván. En algún libro leí que la operación fue dirigida por un alto cargo de la Sanidad, alguien que había estado apartado de los quirófanos bastante tiempo… lo que aumentó las posibilidades de fracaso de esa intervención.
    Saludos.
    Carlos

  6. tm- la historia de nuestra civilizacion es tragica,de sufrimiento inmenso. si hay otras civilizaciones en nuestro universo,alli las cosas pueden ser parecidas. empezamos a descubrir planetas en otras estrellas,algun dia podemos descubrir vida y seres humanos con tragedias parecidas. en otros universos la historia puede repetirse. da escalofrios pensar que todo el mundo infinito es un lugar sombrio para seres vivos y humanos.

  7. @Iván: sí, sin duda la muerte de Koroliov da lugar al ‘what if?’ más famoso, pero personalmente no creo que hubiese resuelto nada. El programa N1-L3 llevaba un retraso bestial y Koroliov no podía hacer nada al respecto. Una cuestión más interesante es qué habría pasado con el programa L1/ZOnd. Si Koroliov le hubiese dado todo su apoyo, es posible que un ciudadano soviético hubiese orbitado la Luna antes que el Apolo 8.

    @THX 1176, @Rocket, @Carlos, @Gabriel, @TALSite: gracias 😉

    @chals: ¡El tiempo!, esa variable que sólo avanza inexorable en una dirección y al mismo ritmo… 😉

    Saludos

  8. Joderrr, vaya artículo más completo. Es muy triste ver como en occidente se conoce únicamente lo más básico y vendible (Apollo y poco más) de una parte tan importante de nuestra historia. No sabía nada de este hombre hasta que di con este blog. Y desde luego no conocía estas terribles etapas de su vida.

    1. La historia de Koroliov si no la conoce es porque no ha investigado porque se han escrito ríos de tinta y se han hecho documentales y una película. Hasta la BBC hizo un docudrama. Cuando leemos sobre la carrera espacial, la figura de Koroliov aparece siempre y el mérito es para ambas naciones. El vuelo conjunto Apolo-Soyuz lo demuestra.

  9. @Carlo, @Dani ; acabo de ver la película, la tengo compartiendo 😉 Me ha gustado bastante, sobre todo la parte primera de los pioneros del GIRD… aunque el relato del terror estalinista y el Gulag tampoco tienen desperdicio 🙁

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Por Daniel Marín, publicado el 10 marzo, 2011
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