El ala delta o ala Rogallo es un mecanismo de planeo que estuvo muy de moda en los diseños espaciales de finales de los años 50 y 60. Son muchos los proyectos en los que se propuso su uso, aunque ninguno llegaría a ver la luz. Finalmente, en todos los casos se prefirió emplear un sistema tradicional de paracaídas, conservador y sin posibilidad de planeo, pero más seguro y fácil de implementar. Una de los casos más curiosos fue la propuesta de usar un ala delta para recuperar la primera etapa del cohete Saturno I.
La primera etapa de un Saturno I con un ala delta (NASA).
Primera etapa de un cohete Saturno I (NASA).
Cohete Saturno I (NASA).
El proyecto no seguiría adelante por su elevado coste y la escasa frecuencia de lanzamientos de este cohete. La idea de reutilizar los costosos componentes de un cohete espacial cobraría fuerza en los años 70 con el diseño y construcción del transbordador espacial. Pero ya antes, en el comienzo de la era espacial, los diseñadores estadounidenses y soviéticos estudiaron numerosas propuestas para recuperar las primeras etapas de los cohetes y abaratar así los costes de lanzamiento. En los años 70 y 80 surgirían varios proyectos -especialmente en la URSS- que iban más allá e incorporaban alas completas a las primeras etapas para permitir su recuperación.
Denominado previamente Juno V y Saturno C-1, el Saturno I era una ingeniosa creación del equipo de Wernher von Braun durante su época del ABMA (Army Ballistic Missile Agency). La primera etapa presentaba un diseño muy curioso en «paquete», formado por un tanque central de oxígeno líquido (LOX) rodeado por ocho tanques (cuatro de queroseno y cuatro de LOX), con ocho motores H-1 en su base. El tanque central era en realidad la primera etapa de un misil Júpiter, mientras que los ocho tanques laterales eran misiles Redstone, todos ellos lanzadores diseñados por el ABMA de von Braun. Cuando fue introducido en 1961, el Saturno I se convirtió en el cohete más potente del mundo, con capacidad para colocar en órbita baja hasta nueve toneladas. Los Estados Unidos adelantaron de esta forma a la URSS y a sus derivados del R-7 Semyorka. La Unión Soviética superaría la capacidad de carga del Saturno I con la puesta en servicio del cohete Protón en 1965. Tras diez lanzamientos del Saturno I, en 1966 se introduciría el Saturno IB. Se trataba de un Saturno I mejorado gracias a la incorporación de una segunda etapa S-IVB criogénica, idéntica a la empleada en el poderoso Saturno V. Tenía una capacidad en LEO de 20 toneladas, prácticamente similar a la del Protón soviético. A finales de 1967, el primer vuelo del Saturno V -con una capacidad de 120 toneladas- inclinaría la balanza en esta «carrera de los lanzadores» a favor de los EEUU durante muchos años. El Saturno IB sería usado en cuatro misiones sin tripulación del programa Apolo y para lanzar el Apolo 7. Además, sería el cohete elegido para las tres misiones Skylab y el Apolo-Soyuz ASTP.
El Saturno I comparado con los otros cohetes tripulados de EEUU (NASA).
La familia Saturno (NASA).
El Saturno IB del Apolo 7 (NASA).
Wernher von Braun con una etapa de Saturno I a su derecha. Detrás se puede ver una imagen del «Proyecto Horizonte» (NASA).
El ala delta no sólo sería propuesta para recuperar primeras etapas de lanzadores. Su capacidad de planeo era ideal para las nuevas cápsulas tripuladas, por lo que surgieron varios diseños de naves espaciales que incorporaban este mecanismo. De hecho, durante un tiempo se consideró seriamente la posibilidad de dotar a las nuevas naves Gémini con un ala delta, lo que hubiese permitido aterrizajes parcialmente controlados en tierra firme. Sin embargo, todas las Gémini amerizarían en el océano con paracaídas. A partir de los años 80, los diseños con alas delta cayeron en el olvido a favor de las alas de parapente. El vehículo de rescate X-38 debía incorporar este sistema, pero el programa fue cancelado. También se llegó a proponer un ala de parapente para la nave Orión, aunque al final volvieron a ganar los paracaídas convencionales de campana.
Gémini con ala delta (NASA/capcomspace.net/
Mecanismo de despliegue del ala delta en una Gémini (NASA/capcomspace.net).
Es un buena idea para conseguir un aterrizaje controlado. Nunca me han gustado los aterrizajes en paracaídas, siempre me parecen un aterrizaje de emergencia.
Sin embargo es un sistema tremendamente complejo, el mecanismo de despliegue para el gémini lo dice todo. Probablemente sería necesario un sistema de emergencia… basado en paracaídas. Al final trae más cuenta dejar sólo el paracaídas.
Aunque el paracaídas tiene un record de seguridad muy bueno también se han producido fallos (tanto rusos como americanos). Ahora se critica mucho al transbordador, me gustaría ver que pasa cuando le fallen los paracaídas a alguna de las «fabulosas» capsulas que se están desarrollando.
Me gusta más la idea rusa de aterrizaje sobre cohetes, creo que facilita la reutilización de la cápsula.