El vodevil del USA-193

Por Daniel Marín, el 16 febrero, 2008. Categoría(s): Astronáutica • Curiosidades ✎ 1

Los satélites en órbita baja acaban reentrando en la atmósfera terrestre más tarde o más temprano debido al rozamiento aerodinámico con las capas más altas de la atmósfera. Por eso, todo vehículo espacial en una órbita de este tipo necesita incrementar regularmente su altura para evitar ser destruido. Hasta aquí nada nuevo, pues se trata de un fenómeno tan viejo como conocido desde que se inauguró la era espacial. De vez en cuando, la reentrada de algunos satélites realmente grandes causan una alarma social y mediática normalmente carente de toda justificación, pues la probabilidad de que un fragmento del satélite cause algún daño es realmente pequeña, cuando no despreciable.

Esto no ha impedido reacciones histéricas de la prensa, como cuando el Skylab reentró sin control sobre Australia en 1979. Un poco más tarde, el complejo Salyut 7-Kosmos 1686 causó terror en la prensa mundial durante unas semanas antes de desintegrarse sobre Argentina en 1991. Sin embargo la palma de las alarmas se la lleva la reentrada de la Mir sobre el Pacífico (y eso que ésta sí que fue controlada) en 2001. Huelga decir que en todos estos casos no se produjo ninguna víctima mortal y los daños materiales fueron insignificantes, cuando no inexistentes.

Cada cierto tiempo se repite esta historia de «miedo al satélite que va caer sobre nuestras cabezas» y ahora le ha tocado al USA-193, un satélite espía norteamericano del tipo KH-13 que probablemente combina la tecnología Keyhole con la Lacrosse (aunque esto es una especulación, pues el diseño del satélite es alto secreto). Este satélite fue lanzado en diciembre de 2006, pero al poco dejó de funcionar por causas desconocidas. No hace mucho el Pentágono comunicó que habían perdido el control sobre el satélite y que éste reentraría en poco tiempo. Tras realizarse este anuncio, no se produjo ningún tipo de alarma. Sin embargo, hace unos días, las autoridades anunciaban su intención de «derribar» el pájaro con un misil SM-3, supuestamente para evitar que el combustible tóxico del satélite (hidrazina) contamine alguna zona habitada.

Desde que Colin Powell presentó en la ONU aquellas fotos de camiones iraquíes supuestamente repletos de armas de destrucción masiva para justificar la guerra de Iraq (¿se acuerdan?), no había visto yo una excusa tan estúpida. Vamos que no tiene ni pies ni cabeza.

La hidrazina es tóxica, sí, pero no es gas nervioso ni plutonio. Decenas de cohetes han reventado en la rampa de lanzamiento cargados de combustibles hipergólicos, tanto en Rusia como en los EE UU y el mundo no se ha terminado. Sin duda, de vez en cuando algún cohete realmente grande que hacía uso de este tipo de combustibles ha causado estragos, como por ejemplo los impactos de cohetes Protón en la estepa kazaja. Sin embargo, en este caso estamos hablando de cientos de toneladas de combustibles hipergólicos, mientras que el USA-193 sólo lleva varios cientos de kilos.


Restos de los tanques de combustible hipergólico del Columbia tras su destrucción en 2003 (Collect Space).

Por cierto, cuando el Columbia se desintegró sobre el sur de los EE UU en 2003 esparció varias toneladas de hidrazina y ácido nítrico en la atmósfera y nadie dijo nada. Bueno, se advirtió que algunas piezas podían ser tóxicas, pero nada más. En este caso, la advertencia tenía por fin disuadir a la gente de quedarse con trozos del transbordador más que otra cosa.


Misil SM-3 Aegis.

Por lo tanto, sólo hay tres posibles explicaciones a esta historia tan rocambolesca:

  • El USA-193 lleva una carga de material radiactivo usado para generar electricidad mediante RTGs (quizás incluso un reactor nuclear).
  • Las autoridades quieren evitar que siquiera un pedazo de este satélite ultrasecreto caiga en manos «enemigas» o «curiosas».
  • Los EE UU tienen un gran interés en desempolvar su tecnología de misiles antisatélite (ASAT), especialmente después de que China desarrollase esta capacidad el año pasado. En concreto, se trataría de una magnífica excusa para probar el sistema Aegis en condiciones «reales».

La primera explicación es improbable, pero se basa en observaciones del satélite realizadas con telescopios desde tierra. En estas imágenes se puede ver cómo el satélite no tiene paneles solares. Es posible que el USA-193 no haya podido desplegar sus paneles y que por este motivo se haya «muerto», pero también es posible que no se vean paneles solares precisamente porque el satélite no los lleve. En su lugar, puede que incorpore alguna fuente de energía basada en radioisótopos. En este caso, no está claro que destruir el satélite en la alta atmósfera sea lo más adecuado.

La tesis del derribo para evitar que algunos pedazos puedan caer en «malas manos» es más plausible, pero no deja de ser un poco forzada. Al fin y al cabo, pocas piezas pueden sobrevivir a una reentrada atmosférica y permanecer intactas.

Mi opinión personal, a falta de más datos, es que se trata de una combinación de los dos últimos argumentos arriba expuestos, aunque me inclino por el último. Pronto sabremos si finalmente consiguen derribar al «pérfido» satélite cargado de venenosa hidrazina.



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Por Daniel Marín, publicado el 16 febrero, 2008
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