NASA: 50 años de exploración

Por Daniel Marín, el 1 octubre, 2008. Categoría(s): Astronáutica • Historia • NASA

Hoy se celebra el 50º aniversario de la entrada en servicio de la Administración Nacional para la Aeronáutica y el Espacio, más conocida por sus siglas en inglés: NASA.

La NASA nació en plena Guerra Fría como respuesta al desafío espacial de la URSS. Contra todo pronóstico, la Unión Soviética, una nación tildada por la propaganda de los EE UU como brutal y atrasada, había conseguido adelantarse en la conquista del espacio. El Sputnik fue toda una humillación para los Estados Unidos, que todavía se consideraban a si mismos la única superpotencia que había aparecido en la escena global tras la Segunda Guerra Mundial. La histeria espacial también se contagió a los políticos y militares, conscientes de que los logros espaciales soviéticos eran una demostración de su habilidad para desarrollar misiles intercontinentales capaces de atacar a los EE UU sin previo aviso.

Sin embargo, en este clima belicista, la NASA surge en 1958 como una agencia gubernamental civil (aunque con estrechos lazos con los militares) para canalizar el esfuerzo espacial estadounidense. Las razones del carácter civil de la NASA son complejas y tienen que ver con la organización de los programas de I+D en los EE UU durante la Guerra Fría. Desde que comenzaron las pruebas de los cohetes V-2 nazis capturados tras la Segunda Guerra Mundial muchos investigadores expresaron su interés en las aplicaciones científicas de estos vehículos. Naturalmente, los militares estaban interesados exclusivamente en el desarrollo de misiles balísticos, no en cohetes científicos. Algo similar ocurrió en la URSS, donde las propuestas de exploración espacial por parte de Korolyov o Tikhonravov permanecieron en un segundo plano hasta que el clima político fue más favorable.

En 1950 se crea la National Science Foundation, una organización de carácter civil encaminada a dirigir el esfuerzo de investigación en los EE UU. La administración Truman intenta coordinar así los programas de investigación entre las distintas ramas de las fuerzas armadas, la industria privada, las universidades y los centros de investigación. De esta forma se intenta impedir la duplicación de proyectos en áreas claves para la defensa nacional, como era el desarrollo de cohetes, donde el Ejército, la Armada y las Fuerzas Aéreas competían ferozmente por controlar este nuevo armamento. Con esta base de colaboración entre instituciones científicas civiles (aunque en ocasiones fuese con objetivos militares) surge un tejido de relaciones entre agencias gubernamentales civiles que carece de equivalente en la URSS, donde el esfuerzo espacial y científico estuvo en una primera etapa dominado en exclusiva por los militares.

En 1955 nace el proyecto Vanguard, controlado por la US Navy, destinado a colocar un satélite en órbita durante el Año Geofísico Internacional (IGY) de 1957. Los soviéticos habían declarado su intención de lanzar un satélite ese mismo año, pero nadie les prestó demasiada atención, creyendo que se trataba de una mera declaración propagandística sin posibilidades reales de llevarse a efecto. Curiosamente, en 1955 la censura sobre los planes espaciales soviéticos era relativamente suave, ya que las autoridades de la URSS, al igual que sus homólogas en los EE UU, desconocían el gran impacto sobre la opinión pública que tendría la conquista del espacio.

El proyecto Vanguard fue seleccionado por la administración Eisenhower en detrimento de otras propuestas del US Army y la USAF, lo que causó un enorme revuelo en el Pentágono. Uno de los motivos de tal elección era que la Casa Blanca no quería distraer el desarrollo de los potentes misiles balísticos del Ejército y la Fuerzas Aéreas, incluyendo el primer ICBM estadounidense, el Atlas. El caso es que el cuatro de octubre de 1957 el Sputnik cambió el mundo de golpe. La respuesta de los EE UU, el Vanguard, se desintegró durante el lanzamiento el seis de diciembre de ese mismo año ante las cámaras de todo el globo. Los siguientes éxitos espaciales soviéticos hicieron que el pánico se apoderase de la clase política del país. Había que frenar la duplicación de recursos y ofrecer un frente común. Se imponía la creación de una agencia gubernamental que dirigiese este esfuerzo, la cual no tenía que ser necesariamente civil. Sin embargo, la administración Eisenhower optó por una respuesta no militar por dos razones principalmente: por un lado, la nueva agencia debía agrupar en su seno varios centros de investigación aeroespaciales civiles que ya existían a lo largo del país (como era el caso del JPL). Muchos de ellos ya habían sido agrupados con éxito bajo el paraguas de la NACA, organización que sirvió de base y modelo para la propia NASA. Una agencia militar hubiese tenido dificultades a la hora de coordinar estos centros civiles. La otra razón es que la administración quería acabar de una vez por todas con las absurdas rivalidades entre las ramas de las Fuerzas Armadas que habían impedido (a los ojos de la opinión pública) ofrecer una respuesta efectiva ante el Sputnik.

Sin embargo, no debemos olvidar que cuando Eisenhower firmó el acta de creación de la NASA el 29 de julio de 1957 nadie esperaba que esta agencia alcanzase la enorme fama que poco después tendría. Porque sería el programa espacial tripulado, a partir de 1961, el que daría el impulso definitivo a esta agencia y la convertiría en el centro del programa espacial de los EE UU. Al igual que el Sputnik catalizó la creación de la NASA, el vuelo de Gagarin forzó la aparición del Programa Apolo. Gracias al Apolo, la NASA, y los EE UU con ella, alcanzarían la gloria.

Tampoco debemos olvidar que la NASA nunca ha controlado todo el esfuerzo espacial de los EE UU. Por ejemplo, a principios de los años sesenta los militares estadounidenses seguían empeñados en tener su propio programa espacial tripulado independiente de la NASA (DynaSoar, MOL, etc.). De hecho, han mantenido hasta la actualidad un control importante sobre el acceso no tripulado al espacio (cohetes Titán o Atlas). La propia lanzadera espacial nació como un proyecto conjunto entre la NASA y el Pentágono.

En la URSS jamás existió una organización de este tipo, pese a que los analistas occidentales pensaban que era imposible tener un programa espacial tan complejo sin una mínima coordinación central. Sin embargo, eran muchos en los EE UU los que creían de forma errónea que la Academia de Ciencias jugaba el papel de la NASA en la Unión Soviética, aunque lo cierto es que las oficinas de diseño (OKBs) eran las verdaderas protagonistas del esfuerzo espacial soviético. Lo más parecido a la NASA que tuvo la URSS fue el Ministerio de Construcción de Maquinaria General, creado en 1965. Este curioso nombre servía de tapadera para el organismo encargado de centralizar los planes espaciales soviéticos de carácter no militar y que intentó poner orden entre las encarnizadas batallas de las oficinas de diseño.

Paradojas del destino, si la NASA alcanzó la cumbre con el programa espacial tripulado, también conoció la derrota por su culpa (Challenger, Columbia,…). Echando la vista atrás, podemos decir sin asomo de dudas que el principal logro de la NASA en este medio siglo ha sido sin embargo llevar a cabo la exploración de nuestro Sistema Solar por medio de sondas automáticas.

Lo cierto es que los éxitos de la NASA han servido para que esta agencia sea el modelo de todas las organizaciones espaciales gubernamentales en todo el mundo. En estos cincuenta años la NASA ha cometido muchos errores y ha tenido su cuota de tragedias en la conquista del espacio, pero sin duda, gracias a ella la Humanidad siempre recordará el 21 de julio de 1969 como el día en el que pisamos otro mundo por primera vez. Felicidades.





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Por Daniel Marín, publicado el 1 octubre, 2008
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