La historia del Sistema Solar o de cómo Saturno salvó a la Tierra

Por Daniel Marín, el 4 julio, 2011. Categoría(s): Astronomía • Exoplanetas • sondasesp ✎ 40

¿Es nuestro Sistema Solar una rareza? Hasta hace quince años pensábamos que debía ser la norma, uno más del montón. Mundos rocosos cerca del Sol y gigantes gaseosos con satélites de hielo en órbitas alejadas. Un patrón totalmente lógico. ¿Qué otra disposición podría tener un sistema planetario? Pero en 1995 comenzamos a descubrir nuevos mundos alrededor de otras estrellas y pronto nos dimos cuenta que, como suele suceder en la historia de la ciencia, las cosas son más complicadas de lo que uno pudiera esperar a primera vista. La mayoría de los exoplanetas descubiertos eran «júpiteres calientes», es decir, gigantes gaseosos que orbitan sus estrellas a muy poca distancia. A tan poca que durante algún tiempo se pensó que su existencia era imposible.


¿Es nuestro Sistema Solar único? (NASA).

De repente tuvimos que cambiar nuestra visión sobre los mecanismos de formación planetaria. La mayor parte de teorías indicaban que los planetas del Sistema Solar se habían formado en sus posiciones actuales hace 4500 millones de años y que desde entonces apenas habían modificado sus órbitas. Por supuesto, era de sentido común pensar que lo mismo habría ocurrido en otros sistemas estelares. Pero la simple existencia de los júpiteres calientes contradecía esta hipótesis tan simplista. Puesto que los gigantes gaseosos no se pueden formar tan cerca de sus estrellas, debían existir mecanismos que los acercasen progresivamente.

Pronto se propuso una explicación a este fenómeno, conocido como migración planetaria. Los planetas no nacen de la nada, sino que surgen a partir del material sobrante de la formación de su estrella, material que recibe el nombre de disco protoplanetario. Pero explicar el nacimiento de planetas en este disco no es nada sencillo. Hasta la fecha se han propuesto dos modelos contradictorios. El primero, denominado «acreción de núcleo» (core accretion), supone que los planetas se forman lentamente mediante la unión de pequeños cuerpos llamados planetesimales. Una vez adquieren una masa considerable, los futuros gigantes gaseosos empiezan a retener los gases del disco hasta alcanzar su tamaño final en un proceso que dura varios millones de años. El otro modelo, llamado «inestabilidad de disco» (disc inestability) presupone que el disco protoplanetario se divide en pequeñas zonas que se colapsan a su vez para formar planetas de manera muy parecida a como se forman las estrellas. Este modelo predice la formación de planetas gigantes y enanas marrones en poco más de mil años. Tradicionalmente, el modelo de acreción de núcleo ha sido el favorito para explicar la creación de planetas rocosos como la Tierra o gigantes de hielo como Neptuno, prefiriéndose la inestabilidad de disco para dar cuenta de Júpiter o Saturno. Sin embargo, esta división dista de estar nada clara y cada vez más científicos invocan el modelo de acreción de núcleo para explicar la existencia de planetas de la masa de Júpiter, siempre y cuando no se hayan formado muy lejos (más de 50 UA) del Sol.


Representación artística de un júpiter caliente (ESO).

Una vez los planetas están en su sitio, la migración planetaria dará comienzo y seguirán una trayectoria en espiral hacia su estrella por culpa de dos mecanismos diferentes. El primero se llama migración de Tipo I y es el más intuitivo. El gas y el polvo del disco «frenan» el movimiento del planeta y, como resultado, éste tiende a orbitar cada vez más cerca (en realidad el fenómeno es mucho más complejo, ya que hay que tener en cuenta la interacción gravitatoria con el disco, los efectos de las ondas de densidad, turbulencias, etc., pero el concepto de «frenado» nos sirve para hacernos una idea). La migración de Tipo II, por contra, es más sutil y surge al tener en cuenta la influencia gravitatoria en el disco de un planeta gigante ya formado. En este caso, el planeta orbitará su estrella en una zona del disco relativamente «limpia», pero la interacción gravitatoria con las zonas interior y exterior provocarán que se vaya acercando a la estrella a medida que el disco interior desaparece por la acción de la presión de radiación de la luz y los vientos estelares de la estrella. La migración de Tipo II es mucho más lenta que la de Tipo I y suele ser la preferida para explicar la presencia de júpiteres calientes en otras estrellas.


Migración planetaria (Nature).

Y aquí está el quid de la cuestión. ¿Por qué Júpiter no terminó cerca del Sol destruyendo todos los planetas rocosos -incluida la Tierra- a su paso? Por ahora nadie lo sabe con seguridad, pero todo apunta a que la explicación está en Saturno. Efectivamente, se cree que nuestro gigante anillado nació mucho más lejos del Sol de lo que está ahora. Después de formarse, los mecanismos de migración de Tipo I acercaron la órbita de Saturno hacia el Sol más rápidamente que Júpiter debido a su menor masa. Una vez que su distancia orbital llegó a ser el doble que la de Júpiter, los dos planetas entraron en lo que se conoce como resonancia 2/3. Es decir, por cada tres vueltas de Júpiter alrededor del Sol, Saturno daba dos. El resultado fue que la interacción gravitatoria de Saturno evitó que Júpiter continuase descendiendo hacia el Sol, salvando en el proceso los planetas del Sistema Solar interior.

O lo que es lo mismo, debemos nuestra existencia a Saturno. No es de extrañar que sea el planeta favorito de la mayoría de aficionados a la astronomía.


Gracias a Saturno estás leyendo este blog (NASA).

Pero no debemos pensar que sólo hace falta tener un planeta como Saturno para evitar que un sistema estelar sea pasto de los terroríficos júpiteres calientes. Lo cierto es que nadie sabe con exactitud por qué Saturno se acercó al Sol mucho más rápidamente que Júpiter, pero la mayoría de expertos está de acuerdo en que los procesos de formación de los dos gigantes gaseosos tuvieron que ser bastante diferentes. En concreto, Saturno tuvo que crecer mucho más lentamente que su hermano mayor por motivos aún nada claros. O lo que es lo mismo, en otros sistemas planetarios donde los gigantes gaseosos hayan sufrido procesos de formación similares, el resultado final seguiría siendo una estrella con uno o dos júpiteres calientes.

Por otro lado, los modelos de resonancia sugieren que el material del disco protoplanetario exterior debería ser recogido (acretado) por Saturno al caer hacia la estrella. Aquí tenemos otro enigma, ya que entonces Saturno debería haber terminado siendo más grande que Júpiter. La explicación más plausible es que ambos planetas terminaron de formarse justo cuando el disco protoplanetario estaba en proceso de disipación. Primero se habría formado Júpiter, seguido de Saturno, Urano y Neptuno. Si Júpiter y Saturno se hubiesen formado antes, la interacción con el disco habría causado una migración de ambos planetas hasta el Sistema Solar interior -a semejanza del sistema GJ876- o el encuentro y posterior expulsión de uno de los dos mundos al exterior del sistema.

Seguro que te habrás encontrado en alguna ocasión con la «hipótesis de la Tierra rara». Según esta teoría, los planetas como la Tierra deben ser muy poco abundantes en el Universo, ya que es necesaria una serie de coincidencias cósmicas para explicar la existencia de nuestro planeta. Por ejemplo, si Júpiter no fuese tan masivo, los cometas y asteroides habrían impactado contra la Tierra con mucha mayor frecuencia, impidiendo la aparición de la vida. Pues bien, hora sabemos además que otro elemento importante para tener un Sistema Solar como el nuestro es la existencia de un mundo similar a Saturno. ¿Esto convierte a nuestro Sistema Solar en una rareza? Todavía es pronto para estar seguros, pero bien podría ser así. De todas formas, conviene recordar que aunque sólo una pequeña fracción de estrellas de tipo solar (tipos espectrales FGK) tuviesen sistemas parecidos al nuestro, estaríamos hablando de millones de sistemas sólo en nuestra galaxia.

La resonancia entre Júpiter y Saturno no sólo explica que se detuviesen los procesos de migración planetaria. Existen evidencias que sugieren que ambos planetas gigantes se volvieron a alejar con el tiempo hasta ocupar sus órbitas actuales, «empujando» a Urano y Neptuno hacia el exterior del Sistema Solar en el proceso.


Evolución de la distancia de los planetas según dos modelos de formación del Sistema Solar. El modelo de la derecha es el favorito actualmente. De acuerdo con el mismo, Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno se formaron más cerca del Sol. Júpìter y Saturno migraron hacia el interior, pero luego volvieron a alejarse, arrastrándose en el proceso a Urano y Neptuno (Morbidelli).


Variación del perihelio y el afelio de los planetas exteriores con el tiempo según una simulación. Destaca un periodo de enorme inestabilidad (Morbidelli).

Estos mecanismos migratorios deben ser comunes en otros sistemas planetarios, pero probablemente en muchos de ellos el resultado final ha sido muy distinto. En efecto, si los cuatro planetas gigantes del Sistema Solar hubiesen entrado en resonancia mutua, la excentricidad de las órbitas habría variado violentamente con el tiempo, provocando encuentros cercanos entre los planetas. Finalmente, todos los planetas gigantes excepto Júpiter habrían sido expulsados del Sistema Solar y éste permanecería con una órbita fuertemente excéntrica. Precisamente, este patrón es el que observamos actualmente en muchos sistemas exoplanetarios.

Y no es que estas carambolas planetarias no afectasen a la Tierra. Al contrario. Todo el Sistema Solar interior está repleto de pruebas que apuntan a que algo terrible ocurrió hace 3900 millones de años. Los impactos de asteroides y cometas aumentaron dramáticamente durante un periodo de 20 o 200 millones de años, dejando enormes cicatrices en la Luna y en todos los planetas rocosos con excepción de la Tierra, donde la erosión ha borrado las huellas de este cataclismo. Este episodio de violencia inaudita se denomina el Bombardeo Tardío (Late Heavy Bombardment, LHB) y no tienes más que fijarte en las manchas oscuras de la Luna (los «mares») para ver sus efectos a simple vista. Hasta hace poco, el LHB se interpretaba como los últimos coletazos de los procesos de formación planetaria, pero ahora parece que fue resultado directo del periodo de inestabilidad en las órbitas planetarias que estuvo a punto de desintegrar nuestro Sistema Solar. Según esta nueva teoría, la mayoría de cometas y asteroides que colisionaron con los planetas interiores durante el LHB procederían de zonas exteriores a la órbita de Neptuno, lo que hoy en día se conoce como el Cinturón de Kuiper.


La expulsión de Neptuno hacia el exterior del Sistema Solar fue una de las causas del Bombardeo Tardío (Nature).

Además, el movimiento de los planetas gigantes explicaría porque Marte es tan pequeño. Si Júpiter se formó más cerca de su posición actual y luego migró aún más adentro del Sistema Solar interior hasta alcanzar 1,5 UA, las perturbaciones gravitatorias impedirían que el planeta rojo aumentase su masa como predicen los modelos de formación con órbitas estáticas. Si esta hipótesis es correcta, el cinturón de asteroides tuvo que ser parcialmente destruido durante la primera migración interna de Júpiter, para volverse a formar una vez el planeta gaseoso llegó a su distancia actual. Si esto fuese cierto, la parte exterior del cinturón debería estar formada por cuerpos con alto contenido en hielos que se crearon a una distancia superior a la órbita de Júpiter (asteroides de tipo C), mientras que la parte interior la compondrían los asteroides rocosos y metálicos de tipo S. Y precisamente esto es lo que observamos en la actualidad. De paso, este escenario explicaría por qué los asteroides de tipo C del cinturón son tan similares a los cometas que se encuentran a distancias mucho mayores.


El movimiento de planetas a lo largo del tiempo ha movido los asteroides y cometas del Sistema Solar (Morbidelli).

Como vemos la historia del Sistema Solar dista de ser simple, aunque para desentrañarla hemos tenido que descubrir primero cientos de planetas extrasolares. ¿Es nuestro Sistema Solar un bicho raro? No lo sabemos con certeza, pero podemos asegurar que no es uno más del montón.

Referencias:



40 Comentarios

  1. Simplemente increíble!!!, si ya determinar con exactitud como fue que se formaron los planes de nuestro sistema solar es muy difícil, ahora imaginemos lo que es explicar la formación de los nuevos y extraños sistemas solares que se han encontrado… y que faltan por encontrar :-/

  2. Sensacional post, Daniel. Estos días he leído algo sobre este tema, pero no me ha quedado del todo claro hasta ahora.

    Qué curioso, la relación mitológica entre Saturno y Júpiter da mucho juego con las nuevas teorías. Está claro que Saturno no nos devoró en esta ocasión 😛

    Gracias y felicidades por la entrada.

    Saludos!

  3. Genial Daniel, ahora entiendo cual es mi razón de ser en éste intrincado existir.
    Fuera de broma… UNA ENTRADA MAGNIFICA
    Horacio de Argentina

  4. Primero que nada Increible y Excelente post.

    Lo segundo siempre he tenido una duda, de acuerdo a Saturno con su masa, su tamaño, su densidad y por lo tanto su limite Roche, Si saturno fuese de una densidad «normal» mayor a 1 g/cm3 sus anillos, serian mas grandes o pequeños y si estarian mas lejos o mas cerca del planeta

    Saludos

  5. OH NO, otro ricito de oro mas, y van…?
    Entiendo que esto elimina a los sistemas con Jupiteres calientes de los candidatos a tener planetas rocosos en su zona habitable, les tenían que llamar planetas terminator en vez de jupiteres calientes.
    Es increíble como, con mis limitadísimos conocimientos, consigo entender estas entradas gracias a tu destreza divulgativa.

  6. Genial, genial, genial post Daniel.
    Uno tiene esa creencia, casi ignata, de pensar que las cosas que ve estáticas siempre estuvieron así. Lo de la migración planetaria me voló la cabeza.
    Definitivamente Saturno tiene algo especial.

    Facundo.

  7. Es mucho mas sencillo, los jupiteres calientes son los unicos exoplanetas que pueden detectarse, SEGURAMENTE SEAN MINORITARIOS y no la regla. Un articulo que crea mas sombras que luces, llena de fantasia y con poco sentido.

  8. Bueno, primero de todo felicitaciones por el blog, tiene un nivel altisimo 🙂

    Dicho lo cual, me gustaría puntualizar un par de cosas. La primera es recurrente en mí. Creo que somos víctimas de una especie de sensacionalismo científico, pero no en cuanto a la divulgación en sí, sino que en mi opinión se extiende (si no se origina) en las mismas fuentes. Me explico, tendemos a dar por realidades lo que son puras hipótesis cuando no conjeturas elaboradas a partir de humo, y lo que es peor, eso distorsiona nuestra percepción del método.

    Lo que sabemos sobre exosistemas solares es nada: todos los datos que tenemos sobre ellos están, literalmente, sesgados. Sólo podemos detectar, precisamente, aquellos que tienen planetas lo suficientemente masivos como para producir perturbaciones de uno u otro tipo, y encima, en plazos de tiempo muy breves (por ejemplo, detectar a Saturno nos llevaría por el método de perturbaciones 14 años, y más para confirmarlo), es decir, los actuales métodos de detección precisamente *sesgan* lo que podemos ver. No tenemos ni pajolera idea de lo que pueda haber que no hemos visto -¡ni siquiera sospechamos!-, y por decirlo suavemente, ni siquiera podemos intuir (literalmente) qué representatividad estadística tienen unos u otros.

    Luego, como es natural, todo lo que imaginábamos sobre la formación de los sistemas solares era ingenuo (pues, naturalmente, estaba edificado sobre una carencia de datos sangrante), realmente se pasa muy de puntillas sobre estas cosas y automáticamente se sustituye un semiparadigma (porque la verdad nunca tuvo gran peso) rápidamente por otro. Me pregunto hasta qué punto los paradigmas ayudan a la investigación científica, y hasta qué punto la entorpecen. La mente en blanco ante fenómenos que son, literalmente de nuevo, totalmente nuevos y jamás contemplados anteriormente, es casi el mejor estado mental.

    En suma, que todo esto es una gran muestra (lo digo en serio) de la razón humana y la capacidad de la ciencia, pero creo que deberíamos, sobre todo de cara al público no necesariamente familiariazado con la investigación científica, gradar más cuidadosamente lo que son meras conjeturas (que probablemente en meses se irán a la basura), de hipótesis con más bases, de teorías con cierta fundamentación (y sin olvidar que lo son), de leyes de la naturaleza cuya validez en su ámbito de aplicación está ya fuera de toda duda.

  9. @Anónimo:
    No coincido contigo. Hay que diferenciar a quién dirigimos el artículo. Evidentemente no es lo mismo dirigirlo a aficionados a la ciencia que a personas que no tienen suficiente base para distinguir lo que tu llamas una «ley natural» de una mera hipótesis.

    Las teorías varían en función de los nuevos descubrimientos sin que estas variaciones invaliden el método científico y sigan siendo la mejor explicación que tenemos a lo que observamos.

    El autor, después de sintetizar magistralmente en cuatro líneas la hipótesis de génesis planetaria más aceptada se permite preguntarse acerca de sus consecuencias. ¿Cuál es el problema?. ¿Es que la ciencia no debe servir de base a la filosofía?. ¿Es que todos los artículos de ciencia deben tener un nivel de 6o de primaria?.

  10. Gran artículo 😉

    Un comentario, se te ha ido una hache en el último pie de foto:
    «El movimiento de planetas a lo largo del tiempo a movido los asteroides y cometas del Sistema Solar (Morbidelli.)»

  11. No, no, Pere. Todo lo contrario, precisamente 😀

    La mayoría de la gente, y cuando digo la mayoría, estamos hablando probablemente del 90% o más, es totalmente ignorante de temas científicos, como además lo somos cada uno de nosotros cuando se abordan temas con lo que no estamos familiarizados. Por tanto, y ya que sacas el tema de la enseñanza, igual que la enseñanza debería ser individualizada (la enseñanza, no la educación), la divulgación científica probablemente también, pero si ya es condenadamente difícil en nuestras circunstancias sociopolíticas lo primero, creo que ni es posible lo segundo, por ahora. Ahora, en mi opinión, sí se pueden marcar líneas que no se están marcando.

    Por ejemplo, para la gente que tiene una familiaridad con la ciencia, sabe que todo lo que hay en este artículo no son más que hipótesis, técnicamente conjeturas, porque está todo basado en otra falta de datos empíricos sangrantes. Pero sabemos que esto es así, y que esto que se dice hoy aquí ahora mañana se puede (probablemente sea lo más seguro) ir a la basura. Por cierto, evidencias es un término inglés en el sentido de aceptarlo como pruebas, en castellano una evidencia es algo más que una prueba.

    Pero la mayoría de la gente no hace esta distinción, y no sé hasta qué punto es esperable que lo haga. Para alguien, pongamos con 15 años, que lea esto hoy y dentro de 5 ó 10 años lea algo completamente diferente, el efecto tiene que ser bastante contraproducente. De hecho, la mayoría de la gente confunde abiertamente ciencia y tecnología (de forma grosera, además), por tanto tendrán «fe» (!) en la ciencia en la medida que vean chismitos funcionar a diario. Me parece que todo esto edifica una percepción social de la ciencia bastante peligrosa, y además en el futuro cuando problemas gravísimos que ahora son tolerables porque están barridos debajo de la alfombra exploten en toda su magnitud, no estoy muy seguro que no nos quedemos todos a merced del magufeo, del político sobre todo, que es el más peligroso de todos.

    Yo lo único que digo es que se deben marcar claramente esas líneas. Ni yo mismo, cuando leo campos excesivamente especializados, puedo realmente discernir si la hipótesis tiene una base así de grande o está desmadrada (muy en el aire, digamos), porque evidentemente me falta basa. Cierto que en otros artículos es tan obvio que parece insultante que el autor aclare cosas que parecen evidentes, pero mi experiencia me dice que no son tan evidentes como parecen para la inmensa mayoría de la gente.

    No sé si me explico. A fin de cuentas, la astronomía tampoco es un campo «crítico», pero al final todo viene a redundar al mismo sitio. A mí me parece obvio que la ciencia es la única cosa que podrá salvar a la Humanidad de los muchos problemas que tiene y que algunos de sus miembros crean en medio de la ignorancia colectiva, pero para eso la percepción de la ciencia debe ser lo más nítida posible. Y comprueba por ti mismo que no lo es. E internet mezcla todo, antes un libro académico y uno de divulgación saltaba a la vista de cualquiera que eran para lectores diferenciados (que no diferentes), hoy en día internet es un magma completo.

  12. Gracias a todos/as por los comentarios. De verdad que los leo toditos, aunque a veces no conteste directamente.

    @DaniEPAP: es verdad, no había caído en la relación mitológica. Se ve que en nuestro caso Cronos decidió salvar a Zeus 😉

    @Anónimo: sí, los anillos de Saturno crecerían (mejor dicho, lo haría el radio de Roche) si la densidad del planeta fuese mayor. El radio de Roche es proporcional a la raíz cúbica de la relación entre la densidad media del planeta y la densidad de las partículas de los anillos/satélites.

    @Orlando: la ley de Titus-Bode es meramente empírica, es decir, no obedece a ninguna teoría de formación planetaria. De todas formas, este enlace te resultará muy interesante:

    http://blog.sondasespaciales.com/2011/05/la-ley-de-titius-bode-en-exoplanetas/

    @Pasaba por aquí: gracias, no es fácil resumir estos temas, la verdad.

    @Augurio: veo que no te has leído la entrada. Pero tranquilo, que estás a tiempo de mandarle una carta a Astronomy and Astrophysics para que retiren el artículo de Walsh y Morbidelli, a ver si te hacen caso. Y por cierto, cualquier aficionado a la astronomía sabe que el censo actual de júpiteres calientes está sobredimensionado por el sesgo de los métodos de detección, pero eso no tiene nada que ver con la dinámica de los sistemas planetarios, que es lo que se discute en el post. Además, los júpiteres calientes NO son los únicos exoplanetas que hemos descubiertos. Te recomiendo que te des una vuelta por: http://exoplanet.eu/catalog-all.php

    @Anónimo: gracias por el comentario. Entiendo lo que quieres decir, pero no creo que éste sea el caso. Los científicos siempre, repito siempre, tienen un conocimiento «sesgado» de la naturaleza y del objeto o fenómeno que estudian. Bien sea por limitaciones teóricas o experimentales. Pero eso no evita que en cada momento histórico extrapolen modelos de la naturaleza en base a los datos que tienen. Eso es precisamente en lo que consiste la ciencia, en construir modelos que vamos mejorando (o derribando) a medida disponemos de nuevos datos. En este caso, la dinámica del Sistema Solar y los sistemas exoplanetarios es un tema candente y que ciertamente dista de estar cerrado. En ningún momento afirmo en el post que estemos ante verdades como puños, verás que he tenido cuidado de poner frases del tipo «si esta teoría es cierta», «se cree», «esta hipótesis», etc. Pero vamos, que, aunque todavía tenemos mucho que aprender, es un tema que ni de lejos se acerca al nivel de especulación de muchas otras áreas científicas sobre las que leemos a diario. Dentro de diez años sería perfectamente posible que descubramos que los agujeros negros no existen de acuerdo con una nueva teoría unificada de la gravedad y de la mecánica cuántica (poco probable, pero posible). Y, sin embargo, eso no nos impide hablar de agujeros negros todos los días. Y lo mismo podemos decir de la teoría M, los mundos paralelos o el modelo estándar de la física. La dinámica planetaria, pese a todas sus incertidumbres, es un terreno ciertamente mucho más firme. Si no pudiésemos especular en base a los datos existentes, no podríamos hablar de ningún tema científico.

    Por último, un apunte sobre este tema en concreto. Ciertamente los datos exoplanetarios están sesgados por los métodos de detección, pero igualmente lo están los modelos de la materia oscura por la sensibilidad de los experimentos de física de altas energías, por poner un ejemplo. Y eso no impide que los científicos especulen con el «sector oscuro». Por otro lado, ya hemos descubierto planetas de la masa de Júpiter y Saturno a grandes distancias de su estrella y los datos preliminares de Kepler (http://danielmarin.blogspot.com/2011/02/las-otras-tierras-del-universo.html) nos permiten empezar a estimar las abundancias de los distintos tipos de planetas, aunque ciertamente todavía estamos en una fase muy, pero que muy temprana de esta disciplina.

    @Paco: corregido, gracias por el aviso.

    Saludos.

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Por Daniel Marín, publicado el 4 julio, 2011
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