Mitos Lingüísticos 6: el alfabeto

Por Daniel Marín, el 19 septiembre, 2007. Categoría(s): Idiomas • Mitos Lingüísticos ✎ 9

Uno de los mitos más persistentes en la cultura popular tiene que ver con el nacimiento de la escritura. La historia simplificada es la que sigue: los egipcios y sumerios inventaron la escritura, pero los pobres, carentes de la capacidad de pensamiento crítico occidental, sólo pudieron crear complicados ideogramas. Posteriormente, los engorrosos sistemas de escritura originales fueron simplificados hasta llegar al alfabeto griego, la cumbre de la creación lingüística por excelencia. Naturalmente, el hecho de que nuestra cultura se sienta heredera de la tradición grecolatina quizás haya empañado un poquito nuestro juicio y haya ayudado a extender esta concepción de la escritura tan simplista. Empecemos por el mito más simple referente al alfabeto:

Los griegos mejoraron el alfabeto fenicio insertando vocales.

Es cierto, pero, ¿nadie se pregunta por qué el alfabeto fenicio no tenía vocales? ¿Acaso eran idiotas estos fenicios?. La razón es muy simple: el fenicio era una lengua semita, por lo que la representación de vocales no era un asunto vital para ellos, del mismo modo que nosotros no representamos en el alfabeto latino los ritmos y tonos de la oración, pues no son considerados importantes a la hora de comprender un texto. Sin embargo, si queremos escribir en chino usando el alfabeto latino, deberemos representar los tonos (pinyin), ya que si no el texto sería ininteligible. Los griegos añadieron vocales al alfabeto fenicio porque éstas son fundamentales en los idiomas indoeuropeos, así que sería mejor decir que los griegos adaptaron el alfabeto fenicio a su lengua, no que lo mejoraron, ya que el alfabeto fenicio cumplía el papel para el que fue creado de forma impecable: transmitir la lengua fenicia. Trasladar los prejuicios de las lenguas maternas a otras es un grave error muy frecuente. Podemos pensar que los japoneses tienen un sistema de escritura deficiente porque no pueden diferenciar la «r» de la «l». Naturalmente, para los japoneses esto no supone ningún problema porque en su idioma ambos sonidos son alófonos, es decir, representan una variación en la pronunciación de la misma letra. Por el contrario, los árabes podrían pensar que el alfabeto latino es claramente un sistema terrible, pues carece de símbolos para representar el ʿayn o los distintos fonemas que para los españoles son alófonos de la «j». Veamos otro mito:

Los sistemas de escritura empezaron siendo pictográficos, luego ideográficos y por último sólo fonéticos.

El problema de esta afirmación es que parece transmitir una idea de progreso lineal, desde los toscos e infantiles pictogramas hasta los modernos sistemas fonéticos. Sin embargo, los cuatro sistemas de escritura originales, aquellos que surgieron en China, Sumer, América Central y Egipto, no eran solamente pictográficos e ideográficos, sino que incluían numerosísimos elementos fonéticos que fueron cobrando mayor importancia a lo largo del tiempo. Nunca han existido sistemas de escritura puramente pictográficos o ideográficos, sino que desde el primer momento fueron logofonográficos (representando ideas y sonidos). Además, pese a lo que la creencia popular nos puede hacer creer, estos sistemas no se simplificaron con el tiempo, sino todo lo contrario. El egipcio antiguo constaba de unos 700 ideogramas en el Imperio Medio, una cifra bastante baja si la comparamos con los 3000 caracteres básicos que son necesarios, como mínimo, para escribir en chino moderno. Sin embargo, en el Imperio Nuevo la cifra aumentó hasta más de seis mil, aunque la mayoría apenas se usaba. Lo mismo pasó con el sumerio (aunque al desaparecer muy tempranamente tuvo poco tiempo para desarrollarse), el maya o el chino. Los sistemas logofonográficos nunca se «simplificaron» a lo largo de su historia, sino que nunca pararon de incorporar nuevos caracteres.

Entonces, ¿cómo surgió el alfabeto?. Los pueblos que rodeaban las zonas donde se inventó la escritura no tardaron en adaptar estos sistemas para representar sus lenguas. El problema es que los sistemas originales no habían sido concebidos para representar la fonética y gramática de los nuevos usuarios. Como resultado, fue inevitable un proceso de transformación en la que el elemento fonético primó sobre el logográfico. Hay dos ejemplo claros de esta transformación: el japonés y el acadio. Los acadios hablaban una lengua semita radicalmente diferente del sumerio, así que no les quedó más remedio que adaptar los ideogramas sumerios. Como resultado, la mayor parte de caracteres pasaron a representar sonidos y, como la unidad fonética básica en sumerio era la sílaba (al igual que en la mayoría de lenguas), crearon una mezcla de escritura silabográfica (cada carácter representa uno o varios sonidos silábicos) con ideogramas. Los japoneses hicieron lo mismo con el chino, creando también silabarios (kanas) basados en la escritura china, a la vez que seguían usando los caracteres como tales (kanjis). Como vemos, estas culturas, lejos de «simplificar» los sistemas de escritura originales, los complicaron aún más añadiendo caracteres fonéticos extras y aumentando el número de posibles lecturas para cada ideograma. ¿Por qué tanto japoneses como acadios no continuaron con el proceso y crearon un sistema puramente fonético? La razón es de tipo cultural. La cultura de donde provenían los sistemas de escritura (Sumer en el caso de los acadios, China para los japoneses) gozaba de un prestigio tan apabullante en todos los aspectos que renunciar a los ideogramas originales se hubiese considerado una muestra de barbarismo. Quizás pensemos que la postura de acadios y japoneses es un tanto estúpida, al rechazar los supuestos beneficios de un sistema de escritura más práctico como es el silabográfico. Sin embargo, recordemos que en español moderno seguimos usando los símbolos «b» y «v» para representar un mismo sonido. Una reforma que eliminase una de las dos letras levantaría todo tipo de protestas sobre la erradicación de la herencia cultural de nuestra civilización, como de hecho ha sido el caso. Y si en este caso sólo estamos hablando de un par de letras, podemos imaginar lo que significaría renunciar a miles de ideogramas que representan todo un conjunto de valores culturales, históricos y religiosos. Uno de los pocos casos donde ha ocurrido este fenómeno es en Corea del Sur, donde el hangul (sistema fonético) ha reemplazado a los ideogramas chinos casi en su totalidad.

El caso es que pronto aparecieron sistemas casi totalmente fonéticos, normalmente por parte de culturas que no tenían un contacto directo con las civilizaciones que habían creado la escritura o lo adaptaron de otras que ya habían iniciado un proceso de transformación. Un ejemplo claro es el silabario cuneiforme persa, un sistema puramente fonético (o casi, pues también había unos pocos ideogramas) tomado de los babilonios y asirios, que como hemos visto ya habían adaptado a su lengua el sistema de escritura original sumerio. Otro ejemplo es el Lineal B, usado para representar la lengua griega en época micénica, aunque también incorporaba varias decenas de ideogramas. Es tentador especular qué hubiese sido del Lineal B si la civilización micénica no se hubiese colapsado. Probablemente hubiese aumentado el número de logogramas hasta alcanzar varios miles.

Cuando miramos la evolución de los sistemas de escritura salta a la vista que en casi todos los casos la evolución hacia un sistema fonético la han llevado a cabo culturas que han adaptado los sistemas de escritura logofonográficos originales. En concreto, es destacable que salvo una excepción, todos los sistemas fonográficos ideados por el hombre han sido de naturaleza silabográfica, es decir, han consistido en la creación de silabarios, en los cuales la mayor parte de los símbolos representan una sílaba, aunque a veces también vocales o algunas consonantes aisladas. Esa excepción es naturalmente el alfabeto (o abyad) fenicio y sus parientes de la zona usados para representar lenguas semitas. La razón por la que los fenicios y sus parientes adoptaron la revolucionaria costumbre de usar símbolos para representar no sílabas, sino fonemas aislados (consonantes) es naturalmente que, como ya hemos comentado, para las lenguas semitas las vocales no son importantes. Sin embargo el paso fundamental ya lo habían dado los egipcios, los cuales habían creado un sistema logofonográfico en el que muchos símbolos representaban solamente consonantes (el «alfabeto egipcio«). Actualmente se discute si los los fenicios crearon su sistema de escritura basándose en otros alfabetos previos, inspirados por la escritura egipcia o la sumerio-acadia, pero lo que está claro es que debemos el invento del alfabeto al hecho de que en Oriente Medio las lenguas semitas fueran predominantes. Más específicamente a que los fenicios hablasen una lengua semita. De no haber sido así, hoy en día usaríamos probablemente silabarios basados en el sistema cuneiforme o parecidos al Lineal B. Esto es así porque la sílaba es la unidad fonética fundamental en casi cualquier lengua no semita. Hagamos la prueba con cualquier niño de pocos años: no tendrán problema en descomponer la palabra «pelota» en pe-lo-ta, pero les costará horrores entender que la «p» con la «e» es «pe». Pero no hace falta recurrir a experimentos con niños, pues la historia nos aporta un ejemplo clarísimo: el silabario Cherokee, creado en el siglo XIX por el indio Sequoyah, el cual quería dotar de un sistema de escritura a su pueblo. Sequoyah no recibió una educación formal en inglés, pero al entrar en contacto con los colonos de la zona pudo conocer la existencia de la escritura. Aunque aparentemente no aprendió a leer en inglés, comprendió los fundamentos del sistema. Sin embargo, cuando creó un sistema de escritura propio basado en el alfabeto latino, concibió un silabario, al ser ésta una opción más natural y pese al hecho de haber estado expuesto al concepto «superior» del alfabeto.

La ventaja del alfabeto reside en el poco número de símbolos necesarios para escribir: unas pocas decenas frente a los miles de un sistema logofonográfico. Sin embargo, aquí nos encontramos con otro mito:

La escritura en el antiguo Egipto y China era tan complicada porque estaba en manos de una élite (escribas y funcionarios) a la que le interesaba que fuera lo más difícil posible para mantener sus privilegios. El alfabeto democratizó la escritura y la hizo accesible a todos.

Semejante tontería se repite una y otra vez en miles de libros de texto. Nadie duda que aprenderse mil símbolos para escribir es más complicado que memorizar sólo veinte o treinta. Nadie duda tampoco que los escribas egipcios quisiesen mantener sus privilegios, pero ¿cómo es que el nivel de analfabetismo en Europa hasta la Revolución Industrial era similar a la de otras regiones del mundo con sistemas de escritura más complicados? ¿Cómo es que hasta hace pocos siglos sólo un pequeño porcentaje de la población europea sabía escribir? Nuestros hijos tardan muchos años en aprender a escribir y leer correctamente pese a las bondades del alfabeto. De hecho, aunque hay cierta contradicción según que fuente, el analfabetismo en China es muy bajo, y en el caso de Japón inferior a la media de países europeos. Naturalmente que los niños chinos o japoneses no conocen todos los ideogramas, pero hay que entender que el concepto de comprensión escrita es diferente para ellos: un niño chino o japonés aprende en ocasiones una palabra a la vez que aprende cómo se escribe. Por ejemplo, un niño de diez años español podrá leer un texto sobre mecánica cuántica sin problemas, a diferencia de su contrapartida japonesa, pero de poco le servirá al no entender lo que significan muchas palabras.

Los sistemas logográficos son por tanto más complicados, sin duda, pero está por demostrar que sean menos «prácticos». Hasta la llegada de los ordenadores personales modernos es cierto que estos sistemas estaban en clara desventaja a la hora de publicar libros, pues una imprenta china es más engorrosa que otra que use los tipos de un alfabeto. Pero hoy en día las nuevas tecnologías permiten publicar documentos con ideogramas con la misma facilidad que usando un alfabeto. Por último, lo que no está en absoluto demostrado es la ventaja de los alfabetos frente a los silabarios. En este caso la diferencia en el número de símbolos no es lo suficientemente grande para ofrecer una ventaja «práctica» clara. De hecho, ciertos estudios (1 ó 2) sugieren que es más fácil aprender a leer usando silabarios.



9 Comentarios

  1. Pues vaya «aficionado»… conozco colegas (profesionales de estos asuntos) que ni conocen lo que tú ni lo saben contar. Lo que es peor: viven de esos mantras que tan bien criticas. De aficionado (espacial) a aficionado (lingüístico), mi enhorabuena.

    j.a.

    PS. Perdón por comentar una publicación tan antigua. Te llevo leyendo un tiempo, casi clandestinamente (por lo lejos que ya me quedan estas pasiones infantiles y por el poco tiempo que debería dedicarles) y sólo ahora he visto esta «ristra» lingüística. Ojalá la retomes. ‘lm tgrk.

  2. Pues gracias, Heihachi. Me encantaría seguir con estos temas, pero prefiero escribir sobre asuntos de los que controlo un poco más y no limitarme a expresar una serie de pensamientos un tanto inconexos sobre lingüística. Pero, vamos que si tengo tiempo ya añadiré algo sobre idiomas, que los tengo abandonados en el blog 😉

    Un saludo.

    PD: siempre me ha interesado el ugarítico…

  3. Te veo resolviendo la paradoja de Fermi en cuneiforme alfabético.
    ¿No serás uno de ellos? Un ugarita de Andrómeda, un kriptoniano fenicio… Espero que te sigan interesando estas rarezas nuestras. Yo voy a ver qué pasa con esa antena Ku-band, que ya es medianoche. 😉

    Saludos conjugados,

    j.a.

  4. Me encanto mucho este artículo.

    Sin embargo, quisiera acotar algo personal de lo cual me he dado cuenta y que he comprobado de manera indirecta.
    Estuve estudiando un poco de chino, y puedo decir que una de las facilidades que otorgan los ideogramas por sobre el alfabeto es la velocidad de lectura.
    Cuando se alcanza un nivel avanzado se pueden leer una gran cantidad de ideogramas por segundo, digamos unos 5 por dar un número, lo que se traduce a 5 palabras, sin embargo, en el mismo tiempo, se leen menos palabras utilizando nuestro sistema de escritura ya que tenemos que interpretar mentalmente cada signo de manera individual y juntarlos para que adquieran un significado.
    En otras palabras, potencialmente (no se cumple siempre) la lectura de textos a través de un sistema logográfico es más rápida, por ende, podrías leer más libros en menos tiempo 🙂

    Saludos!

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Por Daniel Marín, publicado el 19 septiembre, 2007
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