La Guerra de los Mundos

Por Daniel Marín, el 3 julio, 2005. Categoría(s): Cine • SF ✎ 3

Todo empezó a finales del siglo XIX, cuando los humanos empezaron a observar el Planeta Rojo con potentes telescopios. Descubrieron algo espectacular: Marte tenía casquetes polares y, como los terrestres, cambiaban según la estación marciana. Además, su superficie estaba cubierta de numerosas marcas oscuras, muchas de ellas también variables. Así, en 1877 el astrónomo italiano Giovanni Schaparelli publica el primer mapa detallado de Marte donde figuraban las distintas «manchas» que se veían desde la Tierra con nombres de mares y lugares acuáticos, y que, para asombro de todos, estaba lleno de líneas rectas. Dice la leyenda que Schiaparelli llamó a estas líneas «canali», o sea canales, pero que al traducirlo al inglés se les llamó canals en vez de channels, lo que implicaba un origen artificial para estas estructuras. Hoy parece que esto no fue exactamente así, pero para no desviarnos de la historia, el caso es que otro astrónomo, el excéntrico Percival Lowell, recogió su testigo. Utilizando el mayor telescopio refractor de la época, Lowell se dedicará en cuerpo y alma a observar Marte, imaginándose un mundo moribundo en el que el agua de los casquetes polares era trasladada a las regiones ecuatoriales mediante canales artificiales para su uso en regadíos. Imaginó una raza de extraterrestres antigua y sabia que se dedicaba sin descanso a esta tarea.

Y ahí empezó todo. La fiebre de los «marcianos» se apoderó el mundo y muy pocos dudaban de que sobre la superficie de nuestro planeta vecino pululaban criaturas inteligentes. En 1898, H. G. Wells, uno de los primeros escritores de ciencia-ficción, cristalizaría esas ideas en su novela La Guerra de los Mundos, donde imaginaba a los marcianos de Lowell como seres envidiosos que se apoderaban de nuestro planeta…el mito de los marcianos y las invasiones alienígenas estaba servido, creando una fuerte subcultura que no pararía de crecer durante todo el siglo XX.
El genial actor Orson Welles reviviría el mito en 1938 con su programa de radio en el que dio vida a la novela de Wells, retransmitiéndola como si estuviese teniendo lugar en esos momentos y aterrorizando a miles de americanos. La Guerra Fría no haría sino aumentar los temores a una invasión alienígena, como quedó plasmado en la primera película que se hizo de la novela de Wells en 1953, un clásico del género que serviría de base para muchas otras películas de invasiones extraterrestres, especialmente todo el subgénero pulp de los 50 y 60.

Mientras tanto, las sondas de la NASA Mariner y Viking nos mostraron un Marte sin vida ni vegetación, aunque descubrieron, paradojas del destino, verdaderos canales. No los que habían imaginado Lowell y Schiaparelli tras largas horas de observación, sino estructuras naturales excavadas por el agua hace millones de años. A partir de entonces, Marte dejaría de ser el hogar de los alienígenas y la ficción debería buscarlos más lejos, en otras estrellas.

Así llegamos a finales de los 70, donde un joven director llamado Steven Spielberg decide retomar el género desde una perspectiva fresca y nueva, presentando a los extraterrestres como seres pacíficos en Encuentros en la Tercera Fase (1977) y, sobre todo, E.T. (1982). Sin embargo, en los 80 y 90 no dejaron de aparecer películas sobre invasiones, como es el caso de Independence Day (1996), en realidad una película pulp de los 50 pasada por el filtro de los efectos especiales de los 90, o la satírica Mars Attacks (1996), una verdadera recopilación de los mitos asociados a los marcianos.

Así en 2005, el mismo director que había conseguido presentar a los extraterrestres como seres pacíficos y amigables, asume el reto de llevar a la pantalla la misma novela que dio pie a toda esta subcultura de alienígenas invasores.

El resultado es una magnífica película de acción, de ésas que sólo un puñado de directores en Hollywood tienen la capacidad creativa para dirigirlas y la suficiente influencia para que no acaben convertidas en el último videojuego de la PlayStation. Spielberg nos presenta de forma magistral la invasión alienígena desde una perspectiva en primera persona, casi como un documental, sin duda recogiendo la influencia de Orson Welles. En ningún momento se abusa de los efectos especiales: sólo se emplean para hacer creíble la invasión y aterrorizar al espectador, porque de hecho, ahí está la clave de la película, y es que consigue crear una angustia en el espectador como no había hecho ninguna película del género. Uno ve ciudades enteras arrasadas en Independence Day y piensa, «qué pasada, qué efectos», pero no te afecta, porque es sólo una película. Sin embargo, Spielberg es capaz de transmitirte el terror y el pavor de la situación con escenas relativamente simples: una niña viendo cadáveres flotando en un río, un tren ardiendo que recorre las vías a toda velocidad, la ropa de las víctimas, etc. Como en una verdadera invasión, no importan las motivaciones que tengan los invasores, ni siquiera la defensa que opongamos. No aparecen largas mesas llenas de generales discutiendo con el Presidente cómo acabar con los alienígenas y, de hecho, en la única batalla que aparece, no vemos en ningún momento el combate, sólo el resultado. Lo único que importa es cómo sobrevivir, y aquí podemos ver la influencia de ese Spielberg de La Lista de Schindler. En definitiva, una maravillosa película que resulta incluso fiel a la novela de Wells e incluye referencias a las películas de «marcianos» de los 50 y 60. Imprescindible.

Yet across the gulf of space, minds that are to our minds as ours are to
those of the beasts that perish, intellects vast and cool and unsympathetic,
regarded this earth with envious eyes, and slowly and surely drew their plans
against us…



3 Comentarios

  1. Muy buen artículo, dani. Y respecto a la película… espero verla dentro de poco, así que ya te dejaré mi opinión sobre ella en su momento, aunque ciertamente la cosa promete.

    Un saludo.

  2. En la novela de H.G. Wells los marcianos eran capaces de alimentarse con sangre humana. Esto enlaza con una duda que tengo. En las películas de ciencia ficción y en algunas novelas es corriente que extraterrestres coman terrícolas, e incluso lo contrario, pero ¿Realmente sería posible zamparse un animal o vegetal extraterrestre? ¿Su bioquímica nos podría resultar nutritiva o, al menos, no tóxica?

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Por Daniel Marín, publicado el 3 julio, 2005
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